Octubre, 2022
El trabajo de Ailín Ruiz y Sarina Pedroza no consiste nada más en pensar, escribir, organizar, ensayar, promover y presentar sus propias obras. Con su compañía Lormiga Títeres, que ambas dirigen, intentan sobre todo “crear recuerdos bonitos de la infancia que toquen el corazón de los niños y niñas”. Al menos es lo que nos cuentan en esta charla con Juan José Flores Nava. Por cierto, la compañía teatral sonorense continúa con su gira nacional y ha organizado, para el 25 de noviembre próximo, el Puppet Slam México 2022.
HERMOSILLO, Son.
Desde que era muy pequeña, Ailín moría por los títeres. Sarina, en cambio, los veía como un instrumento más de ese maravilloso mundo llamado arte. Cuando Ailín tenía unos 16 años, un día presionó a su madre para que la llevara a ver la obra Naja y la cobra vanidosa —montada por la compañía Animalejos Teatro Infantil— y en ese momento se enamoró de los títeres, de su magia. Por eso, aunque estudió Ciencias de la Comunicación, se inscribió en la Academia de Arte Dramático de la Universidad de Sonora donde empezaría su especialización en títeres. Mientras tanto, Sarina había determinado que, si bien el arte la sacudía por dentro, ella sería socióloga. No conforme con esto, después estudió una maestría en administración educativa. Era una convencida de que sólo así, alternando la academia con su vocación artística, podría salir adelante en la vida.
Pero, como siempre sucede, la existencia termina haciendo lo que se le pega su regalada gana y Ailín y Sarina se conocieron un día, lo que provocó que Sarina, más temprano que tarde, se atreviera a hacer lo que nunca imaginó: poner al servicio del arte todo lo que había aprendido como socióloga y administradora educativa. “Cuando entendí el lenguaje de los títeres, supe que esto es lo que tenía que hacer”, dice Sarina, “creo que nunca he sido más socióloga y más administradora en mi vida que siendo parte de la compañía Lormiga Títeres con Ailín”.
Quizás Ailín y Sarina no se han dado cuenta, pero mientras ellas siguen creyendo que son quienes dirigen Lormiga Títeres, todo parece indicar que no son más que un par de marionetas controladas por todos los personajes de tela, guante, hilos, sombras, dibujos y colores que ellas mismas han creado desde hace más de 11 años o que podrán crear en los tiempos por venir. Por eso son tan activas. Por eso no paran. Por eso andan de un lugar a otro presentando sus obras o dando talleres o convocando a otros titiriteros o actuando en escuelas o dando charlas en línea o preparando materiales didácticos infantiles.
En agosto pasado, por ejemplo, iniciaron una gira que las ha llevado por Querétaro, Durango, Sinaloa, Baja California y por varios sitios de su natal Sonora. En 2019, antes de la pandemia de covid-19, viajaron por lugares como Ciudad de México, Veracruz y San Luis Potosí. Más aún: en las próximas semanas estarán en Chihuahua [23 de octubre, a las 13:00 horas, en el Teatro Bárbaro], Hermosillo, Michoacán, Ciudad de México y Tlaxcala. Eso sí: también se han dado tiempo, tan sólo en este 2022, para estar presentes en Colombia, Rumania, Francia y Alemania. Por eso, decíamos, por ser —quizás, acaso, probablemente— marionetas de sus propios títeres han lanzado ya la segunda invitación anual para participar en el Puppet Slam México 2022 de Lormiga Títeres. Una convocatoria en la que, con el apoyo de The Puppet Slam Network, Ibex Puppetry y Arroyo Arts Colective, invitan a la comunidad titiritera de cualquier nacionalidad a crear una pieza de siete minutos. Las propuestas seleccionadas ganarán cien dólares y se exhibirán en línea el sábado 25 de noviembre de 2022.
Un cachito de desierto
A Ailín [Ruiz] los títeres la controlan desde que era adolescente y vio al primer personaje en escena: fue un amor instantáneo. En ese momento dijo: “Yo quiero hacer esto. Quiero hacer teatro. Quiero tener una compañía de títeres”. Y aunque Sarina [Pedroza] fue, para los títeres, un huesito más duro de roer, al final terminó engullida por ellos. Claro, a Sarina le gusta creer que todo se debió al cansancio de tener que hacer investigación académica y arte teatral al mismo tiempo, pero la verdad es que fueron los personajes de obras como Andanzas del desierto, Volar, volar o Amelia y el viaje inesperado quienes la metieron de lleno al oficio de titiritera.
Un detalle bien interesante de Ailín, Sarina y todos sus personajes es que sin importar cuál sea el tema de la obra, el desierto siempre aparece. Esto es así porque ambas son originarias de Hermosillo, Sonora, lugar en donde siguen viviendo (claro, siempre y cuando no ande girando por el mundo entero). Cuando les hago el comentario de que extraño mucho su ciudad porque he estado ahí varias veces y tengo algunos amigos muy queridos, ellas me dicen que si extraño Hermosillo es porque nunca me ha tocado estar ahí cuando hace verdadero calor, esos días en los que la temperatura rebasa los 40 grados Celsius. Y tienen razón. “Es terrorífico”, dice Ailín.
—Aun así —interviene Sarina— siempre buscamos que en nuestras obras haya un cachito del desierto en el que nacimos. Ya sea con la música, con la dramaturgia o hasta con un dibujo. Nuestra tierra siempre es un referente para nosotras. En la obra Volar, volar, por ejemplo, Greta, el personaje principal, baila “El tololoche chicoteado”, que es música tradicional sonorense. De alguna manera no queremos olvidar nunca nuestras raíces, que somos personas de tierra caliente, que somos muy entronas y muy aceleradas porque, es cierto, ante el tremendo calor todo hay que hacerlo rápido.
—Sí, tiene razón Sarina —añade Ailín—: siempre hacemos referencia al desierto porque es el lugar en donde nacimos. Y al viajar tenemos la posibilidad de compartir con gente de otros estados o de otro país lo que somos. Entonces, sí, siempre llevamos un cachito del desierto con nosotras.
Una foto sólo con el títere
El universo titiritero es amplio: hay títeres de guante, de varilla inferior, de hilo (también conocidos como marionetas), de sombras o de mesa con objetos. Estos últimos son los que Ailín y Sarina prefieren, aunque exigen un reto mayúsculo: la persona que maneja el títere queda expuesta y se corre el riesgo de que el público se distraiga mirando a la persona y no a la marioneta. Pero Ailín y Sarina resuelven este —digámoslo así— inconveniente con técnica, formación y una conciencia clara de que el títere siempre es el que lleva el rol principal, el protagonista.
—Yo soy la primera persona que debe poner toda su atención en el títere —dice Sarina, quien en la obra Volar, volar es la encargada de manejar a Greta, el personaje central— porque si yo, por vanidad, pretendo lucirme, la gente me mirará a mí y no al títere. Hemos trabajado con algunos artistas que de pronto quieren resaltar más que el títere y entonces nos damos cuenta de que no fueron hechos para el mundo de los títeres. Manejar títeres exige un desapego del ego. A mí me pasa a veces que quiero tomarme una foto con los niños al final de una obra, pero ellos mismos me dicen que no, que quieren tomarse la foto sólo con el títere. Y eso está muy bien. Quizás alguien puede ponerse triste por esto, pero yo no porque me permite darme cuenta de que la obra funcionó, de que la atención estuvo donde tenía que estar. Y eso me gusta mucho.
“Por infancias plenas y felices”
El trabajo de Ailín y Sarina no consiste nada más en pensar, escribir, organizar, ensayar, promover y presentar sus propias obras. Los títeres son muy mandones y exigentes, así que piden de ellas el máximo. Las exprimen a más no poder. Porque aparte de promover el arte de las marionetas o títeres en todo su estado, Ailím y Sarina establecen contactos con grupos de otros lugares del país y del extranjero para que presenten sus creaciones en Sonora. De este modo han traído a artistas de Argentina, de Ciudad de México, de San Luis Potosí, etcétera. Su propósito es crear redes de colaboración que les permitan a los distintos grupos conocerse, platicar y aprender uno del otro.
Además, como el lema de la compañía es “Por infancias plenas y felices”, están obligadas, según cuenta Ailín, a sostener un programa fundamentado en nueve ejes: la edición de libros gratuitos para colorear, la puesta en práctica y difusión de experimentos, la promoción de poesía, la creación de festivales comunitarios, el teatro en escuelas, el proyecto digital “Cuentos para contar estrellas”, las funciones de títeres, el carromato (el teatro móvil más longevo en Sonora) y la organización de actividades y concursos para grupos de titiriteros.
—Con nuestro trabajo —explica Sarina— intentamos crear recuerdos bonitos de la infancia que toquen el corazón de nuestros niños y niñas para que cuando sean adultos tengan un desarrollo más pleno y feliz.
—Es también un llamado a los adultos para cuidar a las infancias en cualquier contexto —abunda Ailín—. Si queremos una sociedad sana, necesitamos infancias sanas, plenas, felices, cuidadas. Los primeros años de vida son los más importantes de nuestra formación.
Huir con una sola maleta
Desde sus inicios con Lormiga Títeres, en 2011, Ailín y Sarina observaron que hacer reír a un niño es muy fácil con comedia barata, pero entretenerlo y divertirlo mientras se estimula su pensamiento y se desarrolla su capacidad crítica no es tarea sencilla. Por lo que ambas sienten un aprecio especial por la criatura más pequeña de su repertorio: la obra Amelia y el viaje inesperado. Escrita por Sarina, esta puesta en escena cuenta la migración forzada de un grupo de 456 niños que en 1937 tuvieron que viajar solos y llegaron por barco a México huyendo de la Guerra Civil Española. Basado en hechos reales, este montaje cuenta las peripecias de Amelia, la protagonista, quien deberá conquistar sus más grandes miedos en estas “vacaciones secretas”, para sobreponerse a todo aquello que ha dejado atrás.
—Aunque la obra alude a sucesos que tuvieron lugar hace casi cien años, lo curioso es que aborda un tema muy contemporáneo: el de la migración forzada, ya sea por violencia, por falta de oportunidades o por pobreza —dice Ailín—. Es una obra que pega mucho al espectador porque es muy actual, sobre todo si pensamos en nuestro país o en lo que sucedió en Europa a partir de la guerra en Ucrania.
—Cuando estaba escribiendo Amelia y el viaje inesperado —dice ahora Sarina— lloré mucho. Porque de pronto me di cuenta de que estamos en un contexto muy similar, de vulnerabilidad para las infancias. Así que, si bien la obra tiene sus partes lúdicas, es un mensaje a los adultos de que somos responsables de nuestras infancias. Claro que no estamos en contra de la migración, lo que se plantea en este montaje es el contexto en el que esta migración sucede: la guerra, la violencia, el desplazamiento, la pobreza. Todas estas situaciones son muy actuales. Por eso intentamos abrir el debate. Que los pequeños hablen con sus padres de estas situaciones. Porque no todos tenemos las mismas oportunidades, no todos vivimos en el mismo contexto. Es importante mostrar que hay niños que viven en otros lugares, que sufren. Solemos pensar que todos son como nosotros. Sí, Amelia tiene sus espacios para reírnos, para disfrutar, pues no podemos estar llorando toda la obra, pero también nos lleva a pensar.
—Al final de la obra —concluye Ailín— aparece un mensaje dedicado “a las niñas y a los niños que han tenido que huir sólo con una maleta”. Entonces, un día, al terminar la función, escuchamos que un niño le preguntó a su mamá: “Mamá, ¿eso que vimos en la obra pasa?”. Y la mamá le respondió: “Sí, hijo, y ha pasado muchas veces”.