«El hombre del norte»: una fábula oscura y sanguinaria
Julio, 2022
Si La bruja era una fabulación estilizada del miedo a partir de las supersticiones atávicas en los comienzos de la civilización estadounidense, o El faro la degradación mental en una claustrofóbica pesadilla náutica filmada en blanco y negro, en El hombre del norte lo que se nos presenta es el mito violentado: el niño que escapa, en los lejanos confines nórdicos islandeses de finales del siglo IX, de una muerte segura, no sin antes jurar que volverá para vengar la muerte del padre y rescatar a su madre.
El hombre del norte (The Northman),
película estadounidense de Robert Eggers, con
Alexander Skarsgård, Nicole Kidman, Claes Bang,
Anya Taylor-Joy, Willem Dafoe, Björk. (2022)
Tan arcaicas como el mundo, las historias fílmicas sobre vendettas familiares permanecen vigentes entre nosotros. A partir del modelo shakesperiano de Hamlet, el estadounidense Robert Eggers retoma en El hombre del norte —su tercer largometraje— el argumento donde el hijo príncipe Amleth (Alexander Skarsgård), siendo niño, y tras ser convertido heredero al trono luego de un animalesco ritual conducido por el brujo Heimir (Willem Dafoe), será testigo de la muerte por decapitación de su padre rey Aurvandil Cuervo de Guerra (Ethan Hawke), ocurrida bajo la espada del traidor tío hermano Fjölnir (Claes Bang) para usurpar el trono, apropiarse no nada más del reino, sino también de la dispuesta madre esposa Reina Gudrún (Nicole Kidman). Como en el Padrino II de Coppola (1974), el niño Amleth escapará de una muerte segura no sin antes jurar que volverá para vengar la muerte del padre y rescatar a su madre; todo ello en los lejanos confines nórdicos islandeses allá por el año 895 d. C.
A diferencia de Los vikingos (Fleischer, 1958), el guión del poeta islandés Sjón incorpora mucho del nórdico antiguo y procura que el elenco de actores pronuncie el inglés con acento. Estructurada en cinco episodios (“El Atlántico Norte”, “Tierra de los Rus”, “Islandia”, “La espada de la noche se alimenta” y “Las Puertas del Hel”), la cinta de Eggers propone una fábula oscura y sanguinaria, entremezclando mitología y realidad, amparada tanto por la fotografía tenebrosa de su fotógrafo habitual Jarin Blaschke, como de la música compuesta por Robin Carolan y Sebastian Gainsborough, las cuales ya son improntas distintivas en el estilo del cineasta, tal y como quedó de manifiesto en sus películas previas La bruja (2015) y El faro (2019). Así, en el segundo episodio, Amleth, luego de su escape, es criado por la tribu de los Rus, y lo sabemos gracias a un espectacular dolly que arranca desde el ramaje del bosque hasta literalmente embarcarse sobre la cubierta del navío para reencuadrar y mostrarnos al héroe —ya vuelto hombre de mirada adusta— desempeñándose como remero de su familia adoptiva. Y es en este mismo sentido que la cámara testimonia y acompaña con track lateral al guerrero durante la virulenta incursión a la aldea rival, en donde el mismo tránsito del objetivo va dejando tras de sí el horror de la matanza y la destrucción, para hacer evidente la furia incubada y liberada en el joven príncipe ávido de reclamar venganza.
Resulta curioso descubrir a la celebérrima cantante islandesa Björk de vuelta a la actuación. Quien en su momento abjuró de su experiencia como actriz en Bailando en la oscuridad (Von Trier, 2000) a causa de la manipulación excesiva del director danés, aquí —aunque de manera breve— interpreta una bruja empenachada y ataviada más como deidad ciega envuelta en claroscuro con virado en plata —recurso siempre utilizado por Eggers durante varias secuencias clave nocturnas—, encargada de revelar al héroe su destino inevitable, poniendo en mano la última lágrima derramada.
El cumplimiento de la venganza ocurrirá cuando Amleth se infiltre como falso esclavo en el reino desterrado y venido a menos del tío usurpador, ahora ovejero. En la remota Islandia descubrirá también el amor de la esclava eslava Olga del Bosque de Abedules (Anya Taylor-Joy), situación que escindirá el pathos del héroe, puesto que tendrá que lidiar con un sentimiento nuevo en el interior de un corazón tratado en hiel, y deberá elegir entre la bondad para los suyos o el odio para sus enemigos.
La violencia es el elemento que funge como detonante del drama nórdico. Su constante se manifiesta desde un mortífero juego de pelota (Knattleikr), pasando por un retablo sangriento de forma equina compuesto por un par de guerreros desmembrados, hasta los degüellos inmisericordes de esclavos desechables. Si La bruja era una fabulación estilizada del miedo a partir de las supersticiones atávicas en los comienzos de la civilización estadounidense, o El faro la degradación mental en una claustrofóbica pesadilla náutica filmada en blanco y negro, en El hombre del norte es el mito violentado donde confluyen las espadas sagradas, el vital fresno Yggdrasil, el vuelo de la valquiria, el matricidio, fratricidio, incesto para atisbar las vicisitudes del siempre visualmente atractivo universo vikingo.