Julio, 2022
Cofradía de Coyotes está de plácemes, pues ha llegado a sus 15 años de existencia. En el siguiente texto, Eduardo Villegas Guevara nos narra el origen del sello así como las vicisitudes vividas en estos tres lustros. Por lo pronto, para este aniversario nos avisa y nos invita: “Estaremos leyendo obras inéditas en la Cámara de Diputados del Estado de México, este viernes 8 de julio (de 2022), a partir de las 11:00 horas y hasta las 13:00. Más tarde, estaremos en el Centro Toluqueño de Escritores (de 15:00 a 18:00) leyendo y firmando libros. ¡En el pleno centro de Toluca! Y el próximo miércoles 13 de julio, en la Cantina Cultural “La Nueva Don León” (Pino Suárez 18, Centro Histórico de la Ciudad de México) estaremos presentando La sátira, el humor negro y escatología de Juan Carlos Castrillón, nuestro libro más reciente dentro de la Colección Pergaminos”.
Lo del agua al agua
Lo del agua al agua, es un dicho con que mi madre cerraba una de sus historias, la del ganadero que se hizo rico agregándole un poco de agua a los garrafones de la leche. Y que en cierta temporada de lluvias el río, que partía al pueblo en dos, vino tan crecido que se llevó algunas bardas, pero sobre todo un par de vacas del lechero y tristemente, mientras las veía nadar patas para arriba, se lamentaba diciendo: lo del agua al agua. Tal ha sido mi posición al iniciar un proyecto editorial que al paso del tiempo hemos denominado Cofradía de coyotes.
En el año 2005 el gobierno del Estado de México me entregó la distinción más alta para la gente que se ha dedicado a la cultura y al arte en este generoso estado de la República Mexicana: la presea Estado de México 2004 en Artes y Letras “Sor Juana Inés de la Cruz”. Aparte del pergamino bellísimo, firmado por el gobernador Arturo Montiel Rojas, la distinción consistía en inscribir mi nombre en letras doradas en una placa que fue colocada en el Palacio de Gobierno y, oh, sorprais, también incluía doscientas onzas de plata, que transformadas en pesos mexicanos daba una cuantiosa suma. El reconocimiento me fue conferido por mi trayectoria literaria, en ese entonces apenas de 25 años: escribir, publicar y tallerear, labores que siempre han estado centradas en la escritura y edición de mis obras literarias y, sobre todo, por aquellas actividades de promoción a la lectura en favor de los niños y de los jóvenes del Estado de México con talleres de literatura y presentaciones de libros. Acostumbrado a sólo recibir mis quincenas, yo no sabía qué hacer con tanto dinero y, por supuesto, mi imaginación no hallaba en cuántas cosas gastarlo. Así que, siendo un dinero que venía de los libros que había escrito, dije como aquel ganadero: lo del agua al agua; y desde ese momento decidí formar un proyecto editorial de manera profesional.
El Coyote Mayor
Una amiga, Zandra Vela, excelente abogada, que entonces trabajaba en la editorial Selector y que ahora labora para la Sociedad General de Escritores de México, me orientó para la realización de los trámites legales pensando en dejar la marginalidad: elaboración y pago de una escritura notarial, seleccionar la denominación y solicitar la denominación ante diferentes instancias, sobre todo ante Relaciones Exteriores; y desde luego que también el trámite de registro de la propiedad pública. Por otro lado, mi hermana Marlen Villegas, contadora pública, me asesoró en las cuestiones administrativas y contables: registro ante el SAT, declaraciones, impuestos, obtención de la cuenta bancaria y demás. Así que un primer aviso a todos quienes quieran desarrollar un proyecto editorial, tiene que ver con las cuestiones legales y administrativas: consíganse un buen abogado y un buen contador. En mi caso tuve y tengo a estas adorables mujeres.
Siempre supe que este proyecto contaba con un capital muy importante: el capital intelectual; una buena lista de autores, con muchas obras en sus archivos y que no contaban con un sello editorial que los editara de manera constante, ya sea por su estilo de escritura o por no ser “comercialmente” interesantes. Un capital intangible, pero para mí el más importante, porque considero muy importante la diversidad en la oferta literaria mexicana. Aún no visualizaba el intercambio internacional, ni nuestro papel como editores y promotores a nivel latinoamericano. Con este capital personal y el de otros socios, emprendimos la construcción de una editorial que se llamaría Cofradía de Coyotes, denominación aceptada por la Secretaría de Relaciones Exteriores y registrada como Sociedad Civil. Todo parecía sencillo, pero a medio camino, es decir transcurrido un año se agotaron los fondos en el proceso de registros y permisos necesarios para registrar una Pequeña y Mediana Empresa. Entonces decidí ofertar unas cuantas opciones de la Cofradía de Coyotes y, con un apoyo solidario, de corresponsabilidad económica y literaria, se formó la PYME que finalmente logramos construir y consolidar en cierta forma en estos quince largos años. Tengo el cargo de Director General, pero: cargo, compro, doblo, empaqueto, vendo directamente a los lectores, a veces corrijo algunas páginas, cuando la vida me presta tiempo e imaginación escribo algunas líneas. En fin, he aullado tratando de que me conozcan como el Coyote Mayor.
Nunca nos damos por vencidos
¿De dónde viene el nombre de esta editorial?
De la película Los Tres Huastecos con Pedro Infante, donde salía un personaje llamado Eduardo, que era güerejo y malvado[1]. Pues, aunque nadie me lo crea, yo era güerito, pero luego el Sol me retostó, pero coyote siempre he sido, porque en mi rancho nunca aprendí a chiflar de un potrero a otro, ni siquiera a lanzar esos grititos que los campesinos usamos de parcela a parcela, así que no tuve otra opción más que aullar como forma de comunicación.
La historia prosigue.
Luego de mi niñez en Coyoacán, pues mi padre, que era militar y pertenecía al cuerpo de Guardias Presidenciales, dejó la zona fronteriza norteña y llegó a la Ciudad de México. Así que, en una segunda instancia, volví a ser coyote que salía en su bicicleta a recorrer el convento de Churubusco y al centro de la delegación a ver la agraciada fuente de los coyotes. Pero la mejor y mayor imagen que acepto como mi identidad, y a la que se han sumado otros artistas y escritores, es la que proviene de una zona muy singular a la que actualmente denominamos Nezayork. Sí, de ahí tomo y hago conciencia de ser Coyote, porque en esta ciudad, Nezahualcóyotl, un municipio perteneciente al Estado de México, fue donde pasé mi juventud y donde tuve que luchar a mano partida para eliminar mis demás sobrenombres y quedarme con el apodo de Coyote. Luego agregué literaria y administrativamente el apócope de Mayor, pensando en la tradición de muchas comunidades de nuestro país, el papel de los mayordomos, que administran los fondos del pueblo para que las fiestas o tareas comunitarias salgan muy bien gracias a la concurrencia y a las participaciones de todos.
Al nombrar esta empresa le puse Cofradía retomando el antecedente de uno de nuestros autores: Gonzalo Martré, quien publicaba sus ediciones de autor solicitando apoyo económico entre varios escritores para reunir los fondos de alguno de ellos. Al editar el título, reembolsaba las aportaciones con una cantidad de ejemplares. Su proyecto se llamó la Tinta Indeleble y sus libros portaban la siguiente leyenda: “Cofradía de lectores”. Escribir y publicar, aportando dinero para nuestros propios libros y para las obras de otros amigos y conocidos. Cuando uno recibía los libros recién editados, naturalmente sentíamos la obligación de leerlos; por gusto, por solidaridad y porque habíamos contribuido al milagro de sacar una obra a la luz. Se recuperaba la inversión-aportación y se obtenía un ejemplar firmado especialmente para los que aportaban una pequeña o mediana cantidad: una verdadera hermandad. El mecanismo era rudimentario, pero agotador por carecer de mejores recursos y de una apropiada distribución.
No queremos abandonar a nadie que tenga deseos de expresar alguna propuesta novedosa
Resalto lo bueno; en medio de las reuniones y tertulias, se sumaban autores, diseñadores e impresores. Me quedé con la idea y me parece que en algunos aspectos la mejoré.
Primero: me incliné por denominar a los socios, permanentes u ocasionales, como “Cofrades”. Luego pensé en el complemento y le puse “Coyotes”, pensando en la zona geográfica donde me desarrollé culturalmente: Ciudad Nezahualcóyotl, municipio de la zona oriente del Estado de México, donde prolifera otra denominación con mucha fuerza: los de Neza son Necios. Nunca nos damos por vencidos. Pero también somos carnalitos, cuates, hermanos de caridad y a veces hasta de la caridad; es decir, puro broder.
Segundo: no estaba conforme con editar libros en ediciones de autor; desde luego, pensé que los registros de Indautor[2], la obtención del ISBN y del código de barras nos daba, además de un plus cultural, una plusvalía intelectual; una seriedad profesional en el ámbito editorial. Y, sí, ahora hasta nos buscan algunos autores del extranjero para editar con nosotros. No muchos, pero ya van más de 17 hombres y mujeres y la cuenta sigue aumentando. La seriedad editorial es algo que agradece todo mundo, sobre todo los investigadores y bibliotecólogos de las universidad serias. Pues les gusta tener y conseguir Libros Distinguidos y nuestro pequeño catálogo está en sus libreros.
Tercero: pensé en lograr un adecuado posicionamiento del sello editorial gracias a la distribución en cadenas de librerías comerciales y en la celebración de convenios con instituciones y grupos culturales, tanto oficiales, públicas o privados, como grupos independientes. Desde entonces esta tarea se ha cumplido en gran parte: coediciones con el Instituto Mexiquense de Cultura (IMC), con el Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes (ITCA), con la Universidad de Londres[3], con la Universidad Autónoma Chapingo[4]. Pero, sobre todo, nuestros principales coeditores son los mismos autores que bajo el principio de corresponsabilidad nos ayudan a distribuir, vender y promocionar sus obras. Todo convenio editorial, habrá que tenerlo presente, sólo se elabora sobre bases legales, pues de lo contrario los fondos públicos y privados no fluyen hacia los proyectos y hacia las labores culturales. Y la literatura es un campo muy olvidado y lejano a los grandes mecenazgos.
Cuarto: identificamos un nicho para nuestras publicaciones; dado que nuestros autores y autoras éramos o somos profesores en activos o jubilados, teníamos una experiencia en atender a estos públicos estudiantiles y a sus profesores y a sus directivos escolares. Les ofrecimos autores y obras en los cuatro géneros literarios: poesía, cuento, novela y dramaturgia. Sin olvidar nuestras propias personas para fomentar con ellos la lectura, realizar sesiones de talleres y presentar nuestras propias obras y la de nuestros cofrades. Son libros de mucha utilidad, no sólo por sus aspectos didácticos sino porque nunca descuidan ni su libertad de expresión ni el sentido lúdico de nuestras literaturas. Dado que somos autores profesores que trabajamos en distintos niveles escolares, teníamos que cubrir los diferentes grados de nivel: primaria, secundaria y preparatoria, principalmente. Y un público en general. Eso explica de manera natural que formáramos dos colecciones: la serie “Coyote Negro” para niños (20 títulos) y la serie “Coyote Blanco” para el público en general (70 títulos). Ahora, a 15 años de distancia, contamos con la serie “Coyotín de la Coyotera”, con libros de niños y para niños. La serie “Pergaminos”, donde publicamos investigaciones de maestría y doctorado, la serie “Coyotearte” con libros dedicados a nuestros amigos pintores y artistas plásticos y visuales[5], La serie “Coyote Erectus”, con poemarios medio eróticos; la serie “Otros Mundos” con libros de ciencia ficción y fantasía, la serie “Folletín Dorado”, con autores casi olvidados… Entre otras más que ya suman una docena, que a lo mejor termina por aumentar, porque no queremos abandonar a nadie que tenga deseos de expresar alguna propuesta novedosa.
Casi 200 títulos diferentes
En cierta ocasión invité a Gonzalo Martré a Nezayork y allá fue bien acogido y querido. A cambio del reconocimiento que le brindamos, él generosamente se convirtió en un pilar de este proyecto editorial que, a tres lustros de su arranque, ya suma casi 200 títulos diferentes. En agradecimiento a sus aportaciones y tradición editorial, lo hemos denominado Coyote Dorado. Así que ya podrán imaginar que tenemos coyotes de muy distinto calibre; de plata, de bronce y de barro. Ahora podemos sentirnos orgullosos de haber impreso más de 150,000 ejemplares y de poder distribuirlos, porque no debemos olvidar que una bodega o almacén siempre genera gastos y no tenemos por qué gastar en ellos si lo que nos interesa es la cultura.
Pero esto no siempre fue así de exitoso, y cuando digo “exitoso” sólo estoy diciendo que nos conformamos con recuperar gastos y ya con eso nos damos a la tarea de editar otros libros y a otros autores. Porque como bien lo hemos señalado: la literatura, y dentro de ella el trabajo editorial, es una forma de generar y mejorar el pensamiento complejo. Y así procuramos que el arte y la cultura, en sus más amplias acepciones, pasen por nuestras manos y lleguen a otras mentes más propicias a la divulgación. Esto genera una energía muy positiva y da gusto comentar que, de esta editorial, ya se han desprendido, gracias a los amigos que participaron en un principio con nosotros, nuevos espacios y nuevas editoriales.
El inicio fue tortuoso, digamos que a medio camino nos quedamos sin fondos; pero no queríamos detener este proyecto, así que oferté 40 acciones a mil pesos, ya que la abogada Zandra Vela siempre insistió en que debería conservar el grueso del capital para tener control de los dineros y de la calidad editorial o del mismo catálogo. En un principio pensé que los amigos escritores, periodistas y pintores se iban a pelear por comprarme algunas de esas 40 acciones, pues era la cantidad que requería para imprimir el primero de nuestros títulos, mismo que llevaría el nombre de nuestra denominación: Cofradía de Coyotes, del cual sería el compilador. Pero pasaron las semanas y creo que hasta meses y resultó que nadie me llamó para asociarse con los coyotes titulares y tenía pensado realizar un gran lanzamiento de nuestra compilación de cuentos tanto a nivel nacional como internacional, pues ya tenía acordado un viaje a Medellín, Colombia, punta de lanza para nuestra proyección internacional.
Luego invité a conocidos que tenían buen capital en otros negocios y, aparte de la socarrona risita al escuchar mi proyecto, me pedían tiempo para pensar si le entraban o no. Nunca, ninguno de ellos, me llamó. Y conste que siempre estuve pegado al aparato telefónico de mi casa. Total, que tuve que rebajar mis expectativas y solicitarle a los autores incluidos en la primera compilación una compra de ejemplares de manera anticipada y aunque en el fondo pensaba no editar a los que no cooperaran, finalmente incluí a todos los invitados y es por eso que la Cofradía siempre ha tenido en cuenta que algunos libros siempre arrastran pérdidas.
“Porque no es enteramente desdichado aquel que puede contar su propia historia”
Si hemos sobrevivido es por la generosidad de otros amigos que sin ser cofrades sí le entraron con mucha ilusión: gente de primera, en primer lugar don Gonzalo Martré, que abría la chequera para ir coeditando sus libros, en el mismo tesón aparecieron y se sumaron al proyecto Rolando Rosas Galicia, Félix Cardoso, Hugo César Moreno Hernández, Roberto Reyes, Roberto López Moreno, José Francisco Conde Ortega, Víctor Roura, Sergio García, Arturo Trejo Villafuerte, Alma Columba, Aura María Vidales, Erika Flores García, Miriam Córdova, Elena Ángeles Romero y María Elena Solórzano. Sin olvidar a los muchos y enormes escritores para niños que hemos publicado: José Antonio Zambrano, Emma Rueda, Juan Manuel Corona, el grillo madrugador…
Sumemos también a Zandra Vela, más Marlen y Nereyda Villegas Guevara. Una docena de nombres, incluyendo el mío. Claro que espero no ser injusto con los demás, pues son muchos otros los autores y amigos que ahora puedo llamar Coyotes de Hueso Colorado. Aúllan con singular alegría y nunca me han estado cobrando los dineros que aún les debo y que tenemos convertidos en papel y en libros.
Más que una editorial de libros o de títulos, creo que el esfuerzo se ha concentrado en convertirnos en una editorial de autores; los pocos que creemos en nuestra literatura y que tenemos en la cofradía un espacio de libertad editorial. Esta libertad ha sido muy peligrosa. Hemos editado a la carrera libros que, aun estando bajo mi responsabilidad editorial, no se han cuidado ni en su corrección ni en su diseño y conservan unas erratas y unas fallas de composición que la verdad pueden avergonzar a cualquiera, pero que, como los hemos hecho con demasiado esfuerzo y nuestros dineros nos han costado, los mostramos, a pesar de todo esto, con orgullo. Los lectores nos han acompañado y disimuladamente nos critican, nos corrigen y nos exigen mayor calidad, pero nunca nos exhiben en público y tampoco dejan de comprarnos nuestros ejemplares: a dos de ellos les hemos extendido un abrazo público y les hemos brindado, además de un aplauso, el distintivo de la Cofradía: un pequeño pin, que reproduce el estandarte y el logo de nuestra editorial, mismo que fue creado por el cofrade Julio Huertas, otro amigo que no puso tanto dinero pero cuyo talento siempre ha acompañado nuestro esfuerzo editorial con separadores, calendarios, estandartes, bolsas, pines y todo aquello donde pueda estamparse nuestra huella.
Terrible esfuerzo buscar la libertad y presumir de independencia; de alguna forma los autores son los principales coeditores, ellos suelen poner una gran parte de sus libros y a mí me toca la distribución y la venta. Bajo un afán de corresponsabilidad, movemos nuestra producción. Al mismo tiempo, al tener toda nuestra documentación en regla, según una Pequeña y Mediana Empresa, hemos establecido convenios editoriales que en mucho han aliviado nuestras desnutridas arcas y cofres. Libros con proyectos editoriales como las Dos Fridas, Neta-Morfosis, Sediento Editores[6]. O con instituciones de mayor envergadura como la Universidad de Londres, cuya rectora siempre ha sido generosa con nosotros, o con Sebastián, en cuya fundación tenemos las puertas abiertas.
Pero, sobre todo, con el Instituto Mexiquense de Cultura, ahora denominado Secretaria de Cultura del Gobierno del estado de México, con la Universidad Autónoma Chapingo[7] y con el Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes[8]. No podemos abarcar más, ya que no hacemos libros nada más por ampliar nuestro catálogo, sino que proponemos libros a nuestros coeditores cuando tenemos una salida casi asegurada, donde los títulos y su tiraje tienen previsto un feliz encuentro con sus lectores. Ese público que tenemos en cuenta para nuestros libros son niños de primaria, jóvenes de secundaria y de preparatoria, donde entramos gracias a invitaciones de algunos maestros que conocen nuestros temas, nuestra escritura y nuestra apuesta, que no es otra más que hablar de nuestro país, escribir en nuestro propio lenguaje, y tocar aquellos temas que por vivirlos nosotros nos resultan importantes. Aquí tendré que citar el lema de nuestra editorial, ya que desde un principio me animó a lanzarme en esta aventura. Se trata de una frase que encontré en un libro de María Zambrano: “Porque no es enteramente desdichado aquel que puede contar su propia historia”. La leí en una parte de su libro El hombre y lo divino[9] (FCE, 1989). No es poco a lo que aspiramos: contando nuestras propias historias somos más nosotros mismos y de esta forma nos sentimos más felices.
¿Por qué no dejamos de hacer libros a pesar de tantos sinsabores?
Al lado de nuestros textos (poesía, cuento, novela, dramaturgia y ahora crítica literaria) van —cuando es posible— viñetas, grabados y pinturas, lo mismo que fotografías de nuestros amigos los artistas visuales y plásticos. No queremos cometer el pecado, salvo en unas dos o tres ocasiones, de publicar imágenes de Internet o ya vistas en otros medios. Queremos que las portadas y las solapas sean obras propias, propuestas de nuestros amigos fotógrafos y demás. Este es un renglón maravilloso. Algunos nos han vendido sus obras a precios muy reducidos y con sus piezas hemos ido conformando una pequeña Galería denominada “El Valle de los Unicornios”. Quizás algún día podamos exhibir estas piezas artísticas que han ido al frente de nuestros libros.
Los sinsabores han sido muchos y me imagino que no terminarán nunca. Los pliegos alrevesados, las portadas chuecas o caídas. El tener que desencuadernar y volver a imprimir pliegos para que el libro se viera decente. Y la guerra siempre oculta o la maldición perenne de nuestros impresores. Han sido ya tantas fallas que en estos casi 200 títulos distintos todavía seguimos buscando aquella obra que no nos haga quedar mal. Unos piden anticipos casi completos con la promesa de entregar en tiempo y forma. Llega uno confiado por los ejemplares y la cortina o zaguán de la imprenta está cerrada. Llama y llama uno y los celulares están apagados. Dolores de panza, hígados destrozados y presentaciones desastrosas por culpa, digo yo, de los impresores. No los culpo, al final de cuentas; siempre dejan las impresiones de la Cofradía hasta el último o de lado, porque mandamos a imprimir mil o 500 ejemplares y ellos siempre darán preferencia a los tirajes mayores de 5,000 en adelante. Los pretextos de los impresores son geniales: la maquinaria siempre falla, un fantasma se enredó con la cadena, una tuerca sufría mucho por su tornillo que ya le quedaba guango, una viejita se tropezó frente a la Heidelberg y arrojó su dentadura dentro de las láminas y no podíamos sacarla, no hubo energía eléctrica durante los tres días anteriores o se soltó una descarga que nos fundió las neuronas del cerebro, no consiguieron el papel solicitado y en estraza no se veían bien nuestros poemas, el impresor estaba en sus días y la Luna llena lo alteraba más…
¡Uy, una verdadera novela de excusas a las que uno no puede acostumbrarse pero que suele ser una triste realidad!
Uno de estos libros que no llegó a tiempo era Hazañas del mexicano en situaciones extremas[10], que editamos para celebrar los 80 años de don Gonzalo Martré y ya no pudimos regalar nada porque nos lo entregaron tres días después. El más reciente fiasco se lo hicimos a Jorge Antonio García Pérez. Nos programaron en la Feria del Libro de Pachuca y, ¡chin!, no llegamos con Sheila, Semáforo de medianoche, la novela en cuestión. Sin olvidar el gran chasco de pasar a recoger una novela de Hugo César Moreno Hernández: Wences, y el impresor y el taller desaparecieron con todo y los pliegos como por arte de magia. Acepto mi responsabilidad y de veras que mi organismo siempre me lo reclama. Fallas como ésta son las que me obligan a cambiar de impresor… pero la historia suele repetirse ya no como comedia, sino como tragedia… Dicen los que saben de estas cosas.
¿Por qué no dejamos de hacer libros a pesar de tantos sinsabores? Porque nuestros autores no pueden dejar de escribirlos. Cada año nos llaman para saber qué temas trabajaremos, qué antologías estamos tramando, quieren saber a qué encuentros literarios iremos, en qué ferias estaremos presentando nuestras novedades editoriales o leyendo o firmando libros. De todo esto hay buenas oportunidades, nos programan, nos invitan a leer, a firmar libros y a charlar con nuestros lectores, chicos o grandes. No tenemos por qué renunciar a la posibilidad de que otros escuchen nuestras propias historias. Por eso seguiremos aullando, aunque estemos en medio del desierto. Y la reciente pandemia de la Covid-19 nos dejó varias bajas editoriales. Pero, en medio de esas ausencias, inventamos la serie “Coyote Erectus” para confirmar que seguimos de pie y con tantos amigos y con tanto lector solidario. Lo más seguro es que sigamos aullando por un buen rato. Hoy hemos llegado al XV aniversario, felicidades a todos los que han aullado con nosotros.
Por lo pronto estaremos leyendo obras inéditas en la Cámara de Diputados del Estado de México, este viernes 8 de julio, a partir de las 11:00 horas y hasta las 13:00. Más tarde, estaremos en el Centro Toluqueño de Escritores (de 15:00 a 18:00) leyendo y firmando libros. ¡En el pleno centro de Toluca! El próximo miércoles 13 de julio, en la Cantina Cultural “La Nueva Don León” (Pino Suárez 18, Centro Histórico de la Ciudad de México) estaremos presentando La sátira, el humor negro y escatología de Juan Carlos Castrillón, nuestro libro más reciente dentro de la Colección Pergaminos.
Y en agosto y septiembre podrán encontrarnos en las ferias de libro de la FUL Hidalgo, y en la FILEM, en el Centro de Convenciones de Toluca del Estado de México. Y así seguiremos, donde nos abran un huequito; haciéndonos de palabras, cuando la ocasión lo amerite.
Gracias, estimados amigos de Salida de Emergencia por sumarse a la difusión de nuestra fiesta. XV años se dice fácil, pero se viven de manera complicada. Seguiremos aullando, porque son muchos los lectores que están en espera de las obras de nuestros Cofrades. Por indecencia no mencionamos los nuevos libros del maestro Víctor Roura, pero eso amerita una noticia que se está horneando al fondo de nuestra caverna.
Saludos Eduardo Villegas
Un abrazo afectuoso y gracias por acercarte a nuestros libros, estimado Felipe de Jesús Galván Rodríguez.
Felicidades. Muchos aullidos más y larga vida a la Cofradía de Coyotes.
Un fuerte abrazo Eduardo Villegas.