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“¿Cómo voy a presumir de escritor satírico sin publicar panfletos?”

Polémico y provocador —definitivamente satírico—, Gonzalo Martré tiene un nuevo libro; pretexto para la siguiente entrevista en la que revisa gran parte de su extensa obra.

Agosto, 2022

Mario Trejo González es el nombre real detrás del prolífico escritor mexicano Gonzalo Martré. Cronista y narrador nato, ha sabido plasmar por escrito y con asombro lo que escucha y ve desde 1967, cuando publicó su primer libro de cuentos, Los endemoniados. Desde entonces, Gonzalo Martré ha diseccionado a la sociedad mexicana a través de media centena de títulos escritos en diferentes géneros. Precisamente el más reciente de ellos, 10 Monstruos tradicionales reaparecen en el siglo XXI, vio la luz hace apenas unas semanas. Este nuevo libro nos ha servido de pretexto para la siguiente entrevista, en la que además revisa parte de su extensa obra. Víctor Roura ha conversado con él.

Pocos saben que el seudónimo literario de Mario Trejo González (Metztitlán, Hidalgo, 1928) es el de Gonzalo Martré, porque este nombre ha adquirido tanto valor propio que ya incluso se cree lo contrario (que Mario Trejo es el seudónimo de Gonzalo Martré).

Hacedor, desde 1967, de casi seis decenas de libros, ha incursionado con igual énfasis en la prensa nacional a partir de 1976 acabando como editor de la revista virtual literaria satírica La Rana Roja, que realiza desde hace tres lustros. Ha sido el argumentistas más visible de Fantomas, La Amenaza Elegante, historieta prácticamente definida por él. En marzo de 2012 recibió el Premio al Mérito Artístico del Estado de Hidalgo, la presea más alta que concede dicha entidad federativa a sus artistas. Y en julio de 2017 el Congreso del Estado de Hidalgo le entregó la Presea Pedro María Anaya, la distinción intelectual más alta de esa entidad.

Porque su creación escritural es inagotable (¡da a conocer un libro cada año y a veces duplica la oferta como si tal cosa fuera de lo más común!), mantuvimos esta conversación con el escritor para que nos despejara algunas dudas y nos confirmara otras circunstancias, nos corroborara certezas y reafirmara entrañas y sentidos literarios.

Libros desde la niñez

—¿Qué motivó, o quiénes motivaron, a Mario Trejo González a introducirse de lleno en el quehacer de las letras poco antes de cumplir los 40 años de edad, al grado de rehacerse de nuevo incluso con un nuevo nombre: Gonzalo Martré, un acróstico del verdadero, si bien este último ha relevado en definitiva al segundo debido al peso invaluable de su literatura. Pero, ¿quién era, quién es, Mario Trejo, por qué elige la escritura rozando sus cuatro décadas, qué libros lo signaron o qué autores lo incitaron a tomar la pluma, o qué otros incentivos lo sentaron a enfrentarse con la imaginación de la prosodia?

—La realidad es que yo tuve una vocación mal atendida. Desde muy niño, apenas aprendí a leer, me gustaron los libros, literatura infantil por supuesto, mi madre era maestra de primaria y tenía un buen grado de cultura, advirtió mi inclinación y la nutrió comprándome libros para niños, crecí, cuando tenía 12 años descubrí El tesoro de la Juventud, libro enciclopédico en 20 tomos y abandoné a mis amigos para dedicarme a su lectura; al leer ahí fragmentos de novelas clásicas y cuentos enteros me entró la idea de escribir algo parecido cuando fuera hombre. Fui posponiendo el momento de comenzar a escribir, me convertí en uno de esos seres que planean ser artistas en algo y van por el mundo diciendo: “La semana que viene comienzo”, y esa semana nunca llegaba. A los 35 años de edad, casado y con hijos, me pregunté: “¿En verdad quiero ser escritor? ¿O voy a seguir siendo ingeniero químico hasta el fin de mis días?” Compré una máquina de escribir en el Monte de Piedad y me puse a escribir. Y ya no me detuve, dejé de trabajar en fábricas y conseguí un trabajo afín a mi profesión pero burocrático, que me diera tiempo para leer y escribir. Escribí, mi primer libro, me propuse ser un escritor diferente a lo que conocía, coincidí con esa generación de los cuarenta: Gustavo Sainz, José Agustín, René Avilés, Juan Tovar, Xorge del Campo y aventuré mi primer libro que titulé Los líquidos rubíes pero que por consejo de alguien cambié a Los Endemoniados, un volumen de cuentos y relatos sobre cosas oídas y también vividas, en parte autobiográfico. En ese volumen incluí dos relatos que se salían del cartabón literario vigente, titulados “Tequila” y “Cervezas”, violentos, crudos, que me valieron el mote de pornográfico. Sabía que esos relatos iban a causar polémica y que en lo futuro iba yo a seguir dicha línea por lo cual me puse el seudónimo de Gonzalo Martré, anagrama incompleto de mi nombre real. A los 40 años cumplidos y llevado de la mano por René Avilés entré al mundo de la literatura con jóvenes a quienes llevaba de 15 a 20 años de edad; estos fueron mis amigos del campo literario para toda la vida, la mayoría ha muerto, alterné con ellos, me considero de la generación de los cuarenta porque mi obra comenzó a circular a la par de la de ellos, no por razones de edad. Quien más influyó en mi carrera literaria fue “El Águila Negra” pues me introdujo al mundo de la literatura mexicana. Él también influyó para que ingresara al Partido Comunista, del cual ya no me salí, me convertí en un escritor de izquierda, algo que él, lamentablemente, no supo sostener pues se pasó al PRI, fue canchanchán de Roberto Madrazo.

“Respecto a los autores, fueron tantos los que me animaron a escribir que la lista sería larga. Si no mal recuerdo, fue la lectura de Henry Miller la que me decidió a ponerme a escribir”.

“Aborrecíamos las mafias”

—(¿Cuando hablas de “El Águila Negra” te refieres al personaje de la historieta o a un apodo de un literato mexicano?) Los nombrados no pertenecieron a ninguna secta o grupo literario que prefigurase su destino literario, como lo hiciera Fernando Benítez creándose para sí y sus amigos un aura de intocabilidad y sapiencia culturales que hasta el día de hoy no se extingue. Su independencia, la de ustedes, los hizo remar a contracorriente numerosas veces. Por ejemplo, Los símbolos transparentes, novela tuya que desde su salida en 1978, a diez años del asesinato masivo en Tlatelolco, obtuvo sin querer una feroz reticencia por parte de la “crítica autorizada” que circulaba en los suplementos culturales que aceptaba, y sólo aceptaba, La noche de Tlatelolco como única referencia posible y válida de los sucesos del 2 de octubre de 1968. Los símbolos transparentes corrió con similar suerte al magnífico libro sobre el 68 escrito por Juan Miguel de Mora. Pero nada detuvo tu ímpetu literario. ¿De algún modo sabías que una “mafia”, como la denominara Luis Guillermo Piazza, los hacía caminar en una ruta paralela a la establecida por los regidores de la cultura nacional?

—René Avilés Fabila se hacía llamar “El Águila Negra” y todos sus amigos y conocidos se hicieron eco del mote. Cuando lo conocí me llevó a un grupo de jóvenes escritores y periodistas culturales que se reunían sábado a sábado en una cantina próxima al periódico El Nacional, aunque a todos les llevaba más de quince años me admitieron con beneplácito y yo le puse por mote a dicho grupo “Liga de Escritores y Artistas Borrachos” (LEAB), de ese grupo no me separé hasta que fueron muriendo todos. “El Águila Negra” se hizo famoso porque escribió una novela satírica sobre la mafia de Fernando Benítez. Fue la mejor novela satírica del siglo XX y le acarreó al autor muchos enemigos importantes en el mundillo literario.

“Fue Luis Guillermo Piazza quien llamó Mafia al grupo que comandaba Fernando Benítez, el mismo Piazza escribió una novelita con ese título y fue parte importante de la susodicha mafia.

“En la LEAB aborrecíamos las mafias, primero a la de Benítez, luego a la de Octavio Paz”.

Gonzalo Martré con uno de sus libros. / Foto: Juan Carlos Castrillón (Facebook).

“Sin olvidarnos de GDO y su pandilla”

—Yo nunca le hablé a René Avilés Fabla por su mote, acaso porque nuestra amistad, en efecto, prescindía de aquellos convivios en el Salón Palacio. Libros como Los juegos o El gran solitario de Palacio, de Avilés Fabila, son tan importantes como Los símbolos transparentes o El chanfalla de tu autoría. Son fundamentales porque, de muchos modos, eran letras construidas a partir de la libertad expresiva, que no se ceñía a los poderes de los dictaminadores culturales, que no dejaban de exaltarse a sí mismos. Piazza también fue, a su manera, castigado por la mafia, aunque como director de la Editorial Novaro lo hacía más visible. Pero no me hablas de la literatura del 68. ¿Cómo vivían esos momentos los escritores realmente independientes?

—Después del 2 de octubre el grupo que se reunía los sábados en el Salón Palacio siguió sus juergas, ninguno estaba siendo perseguido o acosado, “El Águila Negra” se puso a escribir El Gran Solitario de Palacio y yo Los símbo0los transparentes, los poetas escribieron poemas alusivos al Movimiento y a la Masacre; seguimos nuestra vida, sin olvidarnos de GDO y su pandilla.

La reaparición de los monstruos tradicionales

—Fantomas parece haber sido creado en México por Gonzalo Martré y no por Pierre Souvestre. En aquella época, en efecto, el cómic tenía una aceptación inconmensurable. Un solo número de una historieta tiraba más ejemplares que la suma de todos los grandes periódicos de entonces. ¿Pero cómo fue tu inmersión al mundo de las historietas, por qué fuiste elegido para ser precisamente el guionista de Fantomas? Es cierto que este personaje fue reescrito por diversos autores luego, pero el sello de Gonzalo Martré selló la impronta. ¿Escribir Fantomas fue como escribir el boceto de una novela? Tu libro más reciente (que sobrepasa ya el medio centenar entre relato, novela y ensayo) se intitula justamente El regreso de Fantomas

—El creador de la historieta Fantomas en México fue Guillermo Mendizábal, fundador y director general de la Editorial Posada. A él se le ocurrió hacerlo héroe-villano de historieta y toda la parafernalia fantomística fue de su invención. La Editorial Novaro despojó a Mendizábal de su derecho intelectual y éste se separó. El director de historietas mexicanas en Novaro era Alfredo Cardona Peña, el Sumo Sacerdote de la LEAB, buscó en esa noble congregación quien se encargara de los argumentos de la historieta Fantomas y nos encontró a Gerardo de la Torre y a mí, quienes aceptamos porque la paga era buena. Gerardo estuvo tan sólo un año, habrá hecho unos diez argumentos, yo el resto. Se retiró porque encontró mejor porvenir como argumentista en la TV independiente y yo me quedé solo al frente de los argumentos, apoyado por Cardona Peña a quien le gustaba mucho lo que yo hacía. Estuve nueve años como argumentista único y al cabo me retiré, pues Cardona Peña fue despedido con jubilación y su sustituto, un imbécil de siete suelas, y yo no nos entendimos.

“Para entonces yo escribí Fantomas porque encontré que tenía mucha facilidad para argumentarlo y recibía buena paga. ¿Quién iba a imaginar que una vez pasadas tres o cuatro décadas yo fuese considerado como autor de culto de dicha historieta? Así ha sido.

“Estás mal informado: El regreso de Fantomas no es mi libro más reciente, lo es 10 Monstruos tradicionales reaparecen en el siglo XXI que data de hace un mes”.

“No me gusta hacer caravanas con sombrero ajeno”

—De un súper villano como Fantomas lo trasladaste a un modelo de héroe completamente diferente a todos los otros próceres de la historieta, al grado de ser desterrado de la memoria su autor original. En el caso mexicano, por ejemplo, en definitiva Gonzalo Martré es el que lo moldeó y caracterizó. No en vano el crítico literario Vicente Francisco Torres ha señalado recientemente (eso es lo que hubiera dicho de tu libro El regreso de Fantomas, no categorizado que se trata del más nuevo) que eres uno de los escritores importantes, si no el que más, de la literatura de misterio fusionada con el género policiaco y la oscuridad reveladora de la ciencia ficción. ¿Has leído mucho sobre el tema, quiénes son los de cabecera, si los hay?, ¿dónde centrarías a Fantomas en esta rama literaria, de dónde te salió la vena argumentista para ir tallando a este personaje, te imbuiste con el dibujante para concebirlo o fue un trabajo independiente al alimón?

—No me gusta hacer caravanas con sombrero ajeno, quien transformó al personaje Fantomas originalmente francés fue Guillermo Mendizábal, él trazó la nueva línea del personaje e inventó toda su parafernalia en historieta. Yo me limité a seguir dicha línea cuando Mendizábal, al llegar al número diez, dejó de ser el argumentista de Fantomas por desavencias con la Editorial Novaro que lo publicaba. Y, sí, es cierto: durante los nueve años que hice los argumentos de Fantomas le introduje algunas ideas mías, mejoré el modelo de Mendizábal y en la actualidad esa es una historieta de culto. Si a mí alguien me conoce es por Fantomas, no por mis cuentos, relatos y novelas.

“Dejé de escribir los argumentos de Fantomas porque el nuevo encargado de supervisarlos era un exmonaguillo con ideas contrarias a las mías. No me ocupé del personaje sino hasta que Carlos Gómez Carro, investigador de la UAM-Azcapotzalco, me convenció de revivirlo no en historieta sino en novela: El regreso de Fantomas se vende bien, pese a su mala distribución, no así La justicia de Fantomas, aunque ya agoté la primera edición su venta fue mucho más lenta. Creí que esta segunda novela de Fantomas, por ser semigráfica, iba a tener un éxito extraordinario y no fue así. Ambas son muy satíricas”.

La vigencia del panfleto como género literario

—Hablando de sátiras, también se te conoce como el “panfletista” más avezado y arriesgado en las letras mexicanas. Todo el mundillo cultural se enteró de las burlas y los desplantes de, digamos, Consuelo Sáizar y de Peña Nieto bajo tu mirada. Aunque los folletos no iban firmados con tu nombre, todos sabían que quien los escribía era Gonzalo Martré. ¿Es, desde tu perspectiva, el libelo una práctica literaria? ¿Por qué has recurrido con tal júbilo por esa carretera, para internarte de lleno en la sátira, para pasar por el pantano y regodearte del lodo de la mordacidad?

—Un día leí en el periódico el caso de un profesor de la Universidad de Denver que viajando en su Van desapareció entre Culiacán y Mazatlán. El caso cobró importancia porque intervino la diplomacia de Estados Unidos y además la DEA y la CIA. Se me ocurrió que los narcotraficantes estaban metidos en eso y escribí la primera narconovela de México titulada El cadáver errante aparecida en 1993 que resultó satírica y cómica hasta la hilaridad; siete años más tarde escribí cuatro narconovelas cortas también basadas en casos reales publicadas en periódicos; los reseñistas de aquella época (2000) opinaron que estaban demasiado cargadas de violencia, mucho sexo, muchos muertos; no había tal, la realidad en tiempo de Fecal impuso su verdad, yo me quedé corto. La sexta novela policiaca es reciente: El agente de la DEA, que también es la primera novela que trata el Covid a fondo, en ésta satirizo a esa DEA que nos pintan las series de TV como modelo de eficiencia y honestidad, el agente que yo dibujo operando en México es corruptísimo. Y es mi segunda novela escatológica (género rara vez cultivado por los escritores de todo el mundo).

“Vayamos a mis libelos, panfletos les llamas con toda justicia pues eso son, pero panfletos al estilo de Jonathan Swift, cuyo panfleto Una modesta proposición… es modelo imperecedero del panfleto como género literario pues ya ha resistido casi 300 años y está vigente y circulando. No uno, sino seis panfletos de ese estilo he escrito y publicado, algunos con seudónimo, otros con mi nombre literario. En el libro de muy reciente y fresca aparición: La Sátira, el Humor Negro y la Escatología, de Juan Carlos Castrillón, se lee sobre esos seis panfletos dedicados al Chóforo, al difunto Rafael Tovar y de Teresa, al exrector Sarukhán, a Fito Kosteño y con muy peculiar insistencia a Consuelo Sáizar, conocida también como “La Cantante de Rancheras” o “La Reina de las Memelas Calientes”, a ella y como despedida le dedico en mi último libro 10 monstruos legendarios reaparecen en el siglo XXI (2022) el episodio titulado “La pantera” y a Fito Kosteño, quien firma sus mamotretos como Adolfo Castañón, le dedico “La Momia” y a Carlos Salinas de Gortari le dedico “Chucky” y a Krauze le dedico “El sabio loco”. Son diez episodios satíricos reunidos, pero considerados independientemente cada uno son también panfletos.

“¿Cómo voy a presumir de escritor satírico sin publicar panfletos? Soy un escritor satírico, casi toda mi obra está permeada por la sátira, si acaso alguien me recuerda dentro de 100 años será por eso”.

Gonzalo Martré. / Foto: Ramsés Luna. (Facebook)

La página en blanco no existe

—Sé que un escritor se dedica justamente a escribir, ¡pero Gonzalo Martré ha escrito casi un libro por año desde que eligió esta profesión como suya! ¿Es importante la literatura para una sociedad en cambiante movilidad? ¿Hay respeto por la imagen del escritor en México?

—Tus cálculos son buenos, he publicado 46 libros en 52 años de ejercicio literario, casi uno por año y esto se debe a que para mí “la página en blanco” no existe, desarrollo mis temas mentalmente y cuando me siento ante el teclado éstos brotan como un manantial incontenible.

“La literatura puede ser importante para una sociedad que lee, lo cual no es precisamente el caso de México, aquí la gente lee poco, lo que da por resultado una sociedad ignorante que se preocupa más por el futbol que por lo que acaba de publicar fulano o zutano. Si le preguntas a cualquier tipo de cualquier condición social quién es el Chicharito te contesta inmediatamente, pero si le preguntas quién es Carlos Fuentes se queda en babia. En nuestro país la literatura existe para una minoría (muy pequeña) de gente culta, el grueso de la población es inculta e ignorante.

“Esa minoría sí le tiene respeto a la imagen del escritor, sí valora el esfuerzo que hace y la denodada persistencia en escribir aunque lo lean pocos, poquísimos.

“Al artista de cualquier rama, a aquel que obedece a una vocación irresistible, poco le importa que su obra sea muy conocida o difundida, él crea y ya”.

“¿Y las editoriales pequeñas, marginales, qué será de ellas?”

—Pese a la pandemia que a todos nos ha cambiado en algo la vida, tu pluma no ha naufragado. Según la biografía que se reporta en la Internet, has sido editor de las revistas virtuales satíricas La Rana Roja de 2007 a 2012 y de El Chirispiote de 2013 a 2016. ¿Acaso esta actividad tuya es, de alguna manera, una confirmación de los acuerdos con los nuevos modos de comunicación digitales, que ha enriquecido hasta el hartazgo a los empresarios de la tecnología, que oferta a Twitter en una suma aproximada al billón de pesos? ¿La comunicación se ha visto modificada por los soportes digitales, es el comienzo del fin del libro de papel, el escritor tiene que prepararse para los nuevos tiempos escriturales?

—Hay un error en tus datos: El Chirispiote en efecto comencé a publicarlo en 2013, pero en 2022 aún lo publico. Decidí en enero de 2022 dejar de publicarlo quincenalmente y desde entonces lo publico tan sólo cuando hay algo especial que comunicar.

“Estás en lo cierto, Víctor, comencé a publicar primero La avispa Roja en 2005 por sugerencia de José Luis Colín, juntos hicimos seis números pero Colín no era constante en sus colaboraciones y decidí hacerla yo solo y le cambié el nombre a La Rana Roja; en vista de que Consuelo Sáizar y Adolfo Castañón se negaron con malas artes a publicar en el Fondo de Cultura Económica mi trilogía de El Chanfalla, como yo carecía de foro impreso para reclamarles públicamente, cuando Colín me invitó a que hiciéramos La Avispa Roja vi la oportunidad de satirizar a ese par de miserables utilizando los medios electrónicos. No me suscribí a ninguna red social, llegué a tener mil recipiendarios de La Rana Roja y con eso me di por satisfecho. Pero un día Yahoo me bloqueó mi base de datos y en la actualidad nada más envío a 300 recipiendarios, que no suscriptores.

“¿Los medios electrónicos acabarán con los impresos? Creo que a la larga eso sucederá, está ocurriendo. A mediados del siglo pasado los tirajes de los libros de literatura eran de 5 mil y 3 mil ejemplares, lentamente han disminuido esas cifras y ahora los tirajes son de 500 ejemplares, salvo algún bestseller solitario que vuelve a los 5 mil o más, como por ejemplo Como agua para el chocolate.

“Supongo que las grandes editoriales como Planeta o Random House harán libros digitales y no impresos, éstos se leerán en tabletas o también en teléfonos móviles. ¿Y las editoriales pequeñas, marginales, qué será de ellas? Desaparecerán, inevitablemente, pero eso ya no lo veré”.

“Dejé de ocuparme de la prensa cultural porque yo no existo para ella”

—Ante el panorama de una prensa cada vez más “inmunda”, como dice en su más reciente libro el ensayista mexicano Edgar Morín (homónimo del sociólogo francés que acaba de cumplir 101 años de edad), ¿qué piensa Gonzalo Martré de esta desnudez toral de los medios ante la inusual desprotección económica, por vez primera, del gobierno que los privilegiaba, motivo que los ha puesto en un plano sistemáticamente opositor con la administración morenista? Y, más aún, ¿dónde ha quedado la prensa cultural?

—Desde hace mucho tiempo, 30 años al menos, dejé de ocuparme de la prensa cultural porque yo no existo para ella. Nunca publican un comentario, al menos una pobre reseña de mis libros, a excepción del periódico Milenio donde una vez cada diez años aparezco, en los demás periódicos y revistas jamás aparece algo sobre mi obra. Malamente podría hacer un análisis del estado de la prensa cultural si no la leo.

“Los medios impresos están muy dolidos porque la 4T les retiró los jugosos subsidios que recibían disfrazados de publicidad. Y por eso algunos atacan ferozmente al Peje. Pero por lo que se ve, a éste no le importan los vilipendios, se ríe de ellos. Estamos en el cuarto año del sexenio y las chirigotas y ataques le hacen al Peje lo que el aire a Juárez. Y yo me alegro de ello”.

“Jamás me he preguntado para quién escribo, para qué y el por qué”

—Bueno, recuerdo que mientras estuve yo en El Financiero te entrevistábamos ocasionalmente. Cuando cumpliste tus nueve décadas de vida Vicente Francisco Torres se ocupó de ti en una página entera estando yo en otra publicación, pero es cierto lo que dices acerca del ostracismo cultural. Y, finalmente, tuvo que pasar un siglo para que la humanidad volviera a padecer una pandemia, que a todos, de un modo o de otro, ha amargado la vida. ¿Cómo decidiste abordar en las letras este sufrimiento mundial, bajo qué premisa tomarlo: como un tema político, de salud, humanitario? Y en esta tesitura, Gonzalo, me pregunto si a lo largo de tus admirables 94 años, que este 2022 cumples, te has cuestionado alguna vez o si te cuestionas largamente la razón de tu oficio: ¿para qué escribo, para quién escribo, por qué escribo?

—Víctor, cuando tu larga época en El Financiero aparecía ocasionalmente alguna entrevista, más o menos cada ocho años; algo es algo, dijo el Diablo cuando se llevó a Marcial Maciel. Cierto, Francisco Vicente Torres me dedicó una página entera porque es muy buen amigo mío desde hace al menos 20 años. De no ser así, quién sabe….

“Durante la pandemia me enclaustré y no tuve contagio, aproveché el tiempo para escribir una novela al respecto, creo que es la primera novela aparecida en México con el tema pandemonioso, se titula El agente de la DEA y trata sobre un agente de la DEA que es corruptísimo y sus hazañas durante la pandemia, tanto en la Ciudad de México como en Michoacán y Sinaloa. Es además mi segunda novela escatológica, la primera fue Coprofernalia, aparecida allá al comienzo de la década de los setenta.

“Te confieso, Víctor, que jamás me he preguntado para quién escribo, para qué y el por qué. Nací con esa vocación, heredada creo de mi tío Rafael M. Saavedra, hermano de mi padre, dramaturgo de fuerte raíz nacionalista y argumentista de cine a quien visité una sola vez cuando yo empezaba.

“Él me vaticinó que si yo iba a ser un escritor de izquierda jamás sería rico, lo cual no me importó: escribí, como dice el inefable Vargas Llosa, siguiendo el mandato de mis demonios interiores, así comencé y así estoy terminando”.

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