“El espíritu nos cruza a todos y en todos se manifiesta”
La editorial Lumen ha publicado la edición más completa, libre de dogmas tanto religiosos como filológicos, de Cántico espiritual, de san Juan de la Cruz. En esta nueva edición, la doctora en Filología Hispánica y profesora de la Universidad de Barcelona Lola Josa, especialista en el autor, ha fijado el texto a la luz de la mística hebrea sumergida en el poema. Josa ha enmendado “errores seculares de transmisión” y propone “una interpretación sin precedentes que, libre de dogmas tanto religiosos como filológicos, da una renovada vida al poema y descubre un tesoro oculto de referencias, lecturas y desafíos”, explica la editorial a través de un comunicado. Una celda denigrante fue el lugar donde se concibió, en 1578, Cántico espiritual, considerado uno de los momentos cumbres de la poesía occidental. Con Lola Josa es la conversación.
Hedoi Etxarte
Filóloga, profesora universitaria, especialista en poesía de los Siglos de Oro, así como en teatro clásico, Lola Josa ha publicado recientemente una exquisita edición del Cántico espiritual de san Juan de la Cruz (Lumen, 2021). Presentada por Andreu Jaume, además de una edición facsímil y de las Canciones entre el Alma y el Esposo cuenta con un estudio en profundidad, histórico y filológico, sobre el autor y sobre su obra más conocida, donde se profundiza en las raíces judías de su pensamiento y su poesía. Tras ello, viene la exégesis, por fragmentos, de todo el Cántico. La experiencia es riquísima y, a la vez, al alcance de cualquiera. El libro cuenta con un glosario de equivalencias alfanuméricas, un alfabeto hebreo, una tabla de conceptos cabalísticos y una bibliografía. Se trata de un libro para iniciados y para aquellos a quienes les apetezca descubrir mundos allá donde no sospecharían. La conversación que se reproduce a continuación fue telemática, al anochecer, entre Pamplona y Barcelona, cuando los niños ya duermen. En el mundo de los átomos, Lola Josa y yo nos habíamos cruzado unos meses antes. La conversación fue amable y familiar, cada cual desde su hogar.
—¿Cuándo comienza tu curiosidad por san Juan de la Cruz? ¿Cuándo entras en contacto con él?
—A los catorce años ya di muestras explícitas a mis padres de una necesidad de búsqueda de carácter espiritual que buscaba un cauce formal. Las manifesté como una persona de catorce años podría hacerlo: pidiendo ingresar en un convento. Sucedió en una familia sin tradición de ningún tipo en ese sentido, incluso con actitudes más bien alejadas de lo religioso y clerical. Mi solicitud suscitó la esperable sorpresa, y me pidieron esperar a la mayoría de edad para tomar esa decisión. Ya no retomé esa idea, pero entretanto leí a san Juan de la Cruz. Fue uno de los primeros autores que leí en profundidad y con devoción. A los dieciocho años ingresé en la facultad de filología. Quería estudiar filosofía, pero una profesora me recomendó decantarme por la filología porque me manejaba bien con la literatura. Me dijo que, al final, todo era lo mismo. Entré a la facultad y en la primera asignatura de literatura española ya se daba san Juan de la Cruz. En primero de carrera. Desde entonces no ha dejado de acompañarme.
—¿Cómo surgió el libro que acabas de publicar?
—Lo empecé a trabajar hace siete u ocho años. A los diecisiete años empecé a leer sánscrito y a practicar budismo, pero supongo que alguna fuerza en la sangre me llevó a orientarme hacia la mística hebrea. Hablo de alguna fuerza en la sangre porque los Josa somos de origen judío. Empecé a estudiar la mística hebrea, hace ya muchísimos años. Hay tradiciones en las que el aprendizaje de las lenguas sagradas va parejo al de su correspondiente tradición espiritual. Es el caso del sánscrito, y también del hebreo. Así que empecé a estudiar la tradición de la mística hebrea. En cierto momento, sentí la necesidad de aunar la filología con mis conocimientos de la mística hebrea. Al releer a san Juan de la Cruz, reconocí parámetros de la mística hebrea no sólo en su obra de creación literaria sino también en sus comentarios a su poesía. En ella, como en toda su literatura, se emplea una terminología que fusiona la expresión, el mundo conceptual de ese cristianismo que él profesa como carmelita descalzo, y un mundo conceptual que remite a las fuentes de la mística hebrea. Porque no hay Pascua cristiana sin Pascua hebrea. Mi libro propone una relectura de san Juan de la Cruz bajo esta luz.
—Cuando san Juan de la Cruz escribe el Cántico, ¿lo hace pensando que sus lectores comprenden su dimensión simbólica?
—Él no tiene un prurito literario, por mucho que escriba poesía. Por otro lado, conviene recordar que en el origen del cristianismo está la Biblia hebrea. Los evangelios, maravillosos en su imaginería, no dejan de ser una helenización de la espiritualidad hebrea. El hecho de que alguien con una vocación de cartujo, como la tenía san Juan de la Cruz, escriba poesía nos da una pista importante acerca de sus propósitos. Lo está haciendo alguien que tiene una vivencia radical del silencio, del retiro, de la soledad. Alguien que escribe poesía sólo para sus hermanos o sus hijos espirituales. Que escribe, pues, para un circuito muy limitado, y sin veleidades literarias, por mucho que haya terminado siendo el patrón de los poetas. Él no lo hubiera imaginado jamás, dada la persecución que vivió. Pues fue un hombre maltratado, por reformador. ¿Por qué escribe? Porque dentro de la espiritualidad hebrea, todo místico se debe a la alabanza de Dios. La mística hebrea, por otro lado, hace de la experiencia lingüística la experiencia espiritual por sí misma. Ahí están los salmos de David, cuya lira es su propia garganta. San Juan, en su experiencia lingüística, no podía sino escribir poemas. Y el Cántico espiritual es su gran alabanza a Dios. Por eso es su obra maestra dentro de su escritura poética. San Juan es un místico con una elevada conciencia del verbo; todo aquello que deja escrito es experiencia espiritual, es experiencia lingüística. Sus poemas son un mapa, un itinerario que él ha seguido como místico. La Biblia puedes leerla en diferentes niveles, y comprenderla en cada uno. Con la poesía de san Juan de la Cruz pasa igual. Él se sabía la Biblia de memoria, era muy culto, era teólogo, estudió filosofía y, además, pertenecía a la escuela de fray Luis de León. Tenía un dominio de los diferentes niveles lingüísticos muy grande. Tú puedes leer el Cántico y quedarte con la experiencia estética de esa poesía escrita en la estela de Garcilaso de la Vega, un poeta al que san Juan conoce. Pero también puedes entender el poema en clave meramente cristiana, o puedes entenderlo en clave platónica. Y si tienes conocimientos de la mística hebrea, puedes leerlo en esa clave. Eso es lo que yo hago.
—El manejo que hace san Juan de la Cruz de las fuentes hebreas coincide históricamente con la persecución de los judíos en la Península…
—No olvidemos que, dentro de la espiritualidad hebrea, la mística hebrea, es decir la Cábala, nace en la tierra del Sefar, en la Península, en el siglo XIII. El Soar se escribe en la tierra del Sefar, y eso hace que los cristianos en España estén muy condicionados en el sentido más óptimo, por el influjo fraternal de los maestros judíos. Tanto es así que desde la Edad Media los cristianos que buscan una experiencia del evangelio desde el corazón buscan a maestros hebreos para que les enseñen ese código de la Biblia hebrea. Y, de paso, poder entender cabalmente la palabra de Jesús en los Evangelios. Eso no se interrumpe. La escuela de fray Luis de León, que era un hebraísta, defiende esa tradición genuinamente castellana. La escuela castellana, desde la Edad Media, se caracteriza por la búsqueda por parte de cristianos de maestros hebreos, para poder entender la palabra del Evangelio. Y se caracteriza por la importancia que se le da al Cantar de los cantares, el libro clave de la Biblia hebrea. Allí se trata de la experiencia divina desde el cuerpo. El cuerpo, para la mística hebrea, es el primer nivel del alma. La desnudez del cuerpo es la desnudez del primer nivel del alma. Hay un Dios antropomórfico en la Biblia hebrea, está en Isaías. No hay que esperar a los Evangelios, eso ya está en la Biblia hebrea. Esto es lo que caracteriza en sí a la escuela castellana. Fray Luis, en el siglo XVI, la escuela de Salamanca, lo defiende. Él pasa cinco años en la cárcel por traducir del hebreo al castellano, sin deturpar el hebreo, el Cantar de los cantares, en un manuscrito que pide que no se divulgue y, claro, se difunde como la pólvora. A los judíos se les expulsó de Sefar, de su propia casa, conforme a una estrategia teopolítica destinada al control de las conciencias. ¿Cuántos maestros hebreos quedaron silenciados o camuflados? ¿Cómo se pudo dar continuidad a esa tradición a la que aludo? Hay estudios que demuestran que nuestra literatura se llenó de paganismo para disimular el peso que en España tenía lo hebraico. Tenemos que pensar además que la tradición oral de enseñanza era muy fuerte, la más importante en una lengua como la hebrea, donde las vocales las pone el hálito de vida, el aliento de cada hablante. Hay muchas maneras de burlar a los inquisidores de cualquier época cuando del espíritu se trata…
—¿Cómo te relacionas con esas otras literaturas, desprovistas completamente de lo místico que, como mucho, tendrán olor a cierta época histórica?
—Con todo el respeto. Con el mismo con el que llevo buscando desde siempre en maestros espirituales. Dios me libre ponerme ante nadie como juez. Nunca. Cada persona es una búsqueda. Las expresiones de esa búsqueda, tanto en el orden oral como literario, las vivo con reverencia. Intento manejarme así en cualquier orden de mi existencia, ante cualquier interlocutor u obra. No hago distinción. Lo importante es saber qué búsqueda se hace. Hay poemas contemporáneos que me acompañan, la búsqueda no explícitamente tiene por qué ser espiritual. Toda persona que se pone a escribir de una manera consciente está buscando que necesita compartir con otros semejantes. Y siempre tenemos que estar con los brazos abiertos ante una búsqueda.
—¿Hay voces contemporáneas con las que puedas hacer una genealogía con san Juan de la Cruz?
—Lo veo en Eliot, lo veo en Rilke, en Hölderlin, en Keats. En cuanto me aproximé a él, aunque no sea poesía, lo vi en el pensamiento de Heidegger. Veo místico a Nietzsche, lo leo como alguien que abre caminos. En Federico García Lorca veo una necesidad espiritual. La veo en los Sonetos del amor oscuro, veo allí a alguien atormentado por la homosexualidad en una España convulsa. Veo misticismo en Borges, no en su poesía, en su prosa. Veo esa fuerza. Y es que el espíritu no es de los místicos, el espíritu nos cruza a todos y en todos se manifiesta. El espíritu no es patrimonio ni de místicos ni sólo de quienes lo buscan. Lo puedes llamar de diferentes maneras, lo puedes llamar Ser, lo puedes no llamar, pero está ahí: cuando se le niega, cuando no se le niega, en la afirmación, en la pérdida, en el hallazgo.
Entrevista publicada originalmente en CTXT / Revista Contexto; es reproducida aquí bajo la licencia Creative Commons.