Esta astrofísica del Instituto Tecnológico de Massachusetts (USA) está empeñada en observar un planeta extrasolar parecido al nuestro y, para poderlo ver, su sueño es desplegar un enorme ‘girasol’ en el espacio que oculte la cegadora luz de su estrella anfitriona. Es una de las aventuras en las que está embarcada y que cuenta en su más reciente libro, Las luces más diminutas del universo / Una historia de amor, dolor y exoplanetas.
Con tan solo diez años quedó deslumbrada por el cielo estrellado durante una acampada, una experiencia que recomienda a todo el mundo: “Este año la lluvia de meteoros de las perseidas, alrededor del 12 de agosto, cae cerca de una luna nueva, por lo que el cielo estará especialmente oscuro y habrá buenas condiciones para observar las estrellas fugaces”, nos adelanta la astrofísica Sara Seager.
Nació en julio de 1971 en Toronto (Canadá) y hoy es una experta mundial en la búsqueda de exoplanetas, en especial los similares a la Tierra y con indicios de vida. Se graduó en su ciudad natal y se doctoró en Harvard; luego pasó por el Instituto de Estudios Avanzados en Princeton y el Instituto Carnegie de Washington; hasta que en 2007 se asentó como profesora en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
Seager acaba de publicar Las luces más diminutas del universo (Paidós-Planeta), donde narra los desafíos profesionales a los que se ha tenido que enfrentar a lo largo de su carrera y también los personales, tras la muerte por cáncer de su padre y de su primer marido. Con ella es la entrevista.
—Tu padre hubiera preferido que estudiaras medicina como él, pero insististe en ser astrónoma. ¿Qué consejo les darías a esos jóvenes que dudan sobre qué carrera elegir?
—Encuentra algo que te guste hacer y que además se te dé muy bien. Esta es la receta para el éxito y la satisfacción. Aunque es más fácil decirlo que hacerlo. Si aun así no fuera posible, asegúrate de formarte en un trabajo seguro y bien remunerado. ¡Seguramente esa es la opinión de tus padres!
—Cuando hoy miras hacia atrás, ¿cuál crees que ha sido tu principal contribución a la ciencia?
—La invención y el desarrollo de nuevos métodos para estudiar las atmósferas de los exoplanetas, incluido el método de los espectros de transmisión en tránsito [observar el espectro electromagnético de una estrella anfitriona a medida que se filtra por la atmósfera del planeta durante su tránsito], el más utilizado hoy en día para estudiar las atmósferas de los planetas fuera del sistema solar.
—Has participado en el desarrollo de telescopios espaciales, desde pequeños como ASTERIA (demostrador de minitelescopio en un CubeSat para realizar mediciones astrofísicas) hasta otros mayores como TESS (Satélite de Sondeo de Exoplanetas en Tránsito). ¿Cuál es su situación actual?
—Tras su exitosa misión de dos años, que comenzó en noviembre de 2017 (cuando se puso en órbita desde la Estación Espacial Internacional), ASTERIA perdió capacidad en diciembre de 2019 y se desorbitó como estaba previsto en abril de 2020. Respecto a TESS, ha entrado también con éxito en el cuarto año de su misión, con más de 130 nuevos exoplanetas confirmados y la observación de más de 4000 candidatos a planeta.
—En tu libro comentas que observar un exoplaneta es como ver una luciérnaga al lado de un gran foco. Para tapar esa potente luz estelar están desarrollando prototipos de grandes pantallas en el espacio que permitan a los telescopios ver bien esos pequeños mundos. ¿Cómo va este proyecto de ‘sombrilla solar’ (starshade)?
—El desarrollo de esta tecnología está en curso. Los equipos que participamos estamos a la espera de los resultados de la Encuesta Decadal de Astronomía y Astrofísica (una revisión de la literatura en esos campos realizada cada diez años por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos con el objetivo de establecer prioridades de investigación) para saber si alguna de las muchas opciones de starshade tiene posibilidades de ser financiada en su totalidad.
—Algunos proyectos en los que has participado al final se cancelaron, como el Buscador de Planetas Terrestres (Terrestrial Planet Finder) de la NASA. ¿Se aprende algo en cualquier caso?
—Aprendí que los proyectos extremadamente ambiciosos y complejos requieren su tiempo. De todas formas, el trabajo realizado se documentó y siguió adelante parte de él, como lo fue el desarrollo de un coronógrafo [dispositivo acoplado a un telescopio para bloquear la luz directa de una estrella y ver sus objetos próximos], por lo que la inversión no se perdió.
—Tu búsqueda de exoplanetas se centra especialmente en los que podrían albergar vida. ¿Piensas que la vida es algo común en el universo y que puede aparecer en varios mundos a la vez?
—Sí, aunque ‘común’ es un término relativo. Por ejemplo, si la vida surgiera sólo en uno de cada millón de planetas, seguirá habiendo otra vida en nuestra galaxia (donde se estima que hay miles de millones de planetas) y más allá.
—Y en la Tierra, ¿crees que surgió aquí o que vino de fuera a bordo de algún objeto como señala la teoría de la panspermia?
—Creo que la vida surgió aquí, pero todavía estoy esperando a que los expertos en el origen de la vida descubran cómo se originó. La panspermia no ayuda porque la vida tendría que haberse iniciado en algún lugar.
—Si tuvieras que clasificar los cinco planetas o lunas con mayor probabilidad de tener vida en el sistema solar, ¿cómo los ordenarías?
—El primero, Marte, ya que tiene lagos de agua subterráneos (se piensa que podrían ser bastante salados) y podría haber microbios sobreviviendo en ellos o en otros pequeños reductos habitables. Luego, Venus: durante décadas se ha postulado que podría existir algún tipo de vida microbiana en sus nubes, en capas de la atmósfera muy por encima de la superficie que tienen una temperatura adecuada para la vida. Pero necesitamos más información de las mediciones in situ, así que habrá que esperar para saber si esas capas de nubes realmente se ajustan a las condiciones de habitabilidad. Y después, cualquiera de las lunas con líquido, incluyendo a Europa, Encélado (agua líquida) y Titán.
—La búsqueda de vida en la nubes de Venus centra también tus investigaciones actuales, pero acaba de publicarse un estudio que descarta esa posibilidad: indica que esas nubes son “inhabitables” por la escasa actividad del agua. ¿Eres de la misma opinión?
—No creo que ese estudio descarte que haya vida en Venus, y coincido más bien con lo que apunta, por ejemplo, el astrobiólogo David Grinspoon [considera que el nuevo trabajo es sólido en cuanto a los cálculos (actividad del agua en función de las concentraciones de ácido sulfúrico) pero que las conclusiones son muy confusas porque sabemos menos de la atmósfera de Venus y de la naturaleza de la vida de lo que pretenden sus autores].
“Hay otros estudios recientes que indican que algunas partículas de las nubes de Venus no son tan secas y tienen una acidez más favorable para la vida que el paradigma actual. Pero la propia investigación de mi equipo siempre hace hincapié en que las condiciones de las nubes venusianas son increíblemente duras para la vida, incluida la sequedad. Por tanto, no estoy en desacuerdo con los hallazgos del nuevo artículo, solo con sus conclusiones generales”.
—¿Qué gases atmosféricos nos ayudarán a descubrir signos de vida en los exoplanetas?
—Personalmente mi favorito sigue siendo el oxígeno, pero hay una lista de otros como el amoníaco, la fosfina, el metano, el cloruro de metilo y otros. Me alegro de que hagas hincapié en signos de vida y no en la vida misma. Dadas las controversias sobre la fosfina en Venus y el debate de 15 años sobre el metano en Marte [en ambos casos se duda si pudiera ser de origen biológico o no] parece que la comunidad científica tendrá dificultades para ponerse de acuerdo una vez que se informe sobre un signo de vida en un exoplaneta.
—De los más de 4 000 exoplanetas descubiertos, ¿apostarías que alguno pudiera tener vida?
—Esperaré a tener más información del telescopio espacial James Webb o de los grandes telescopios terrestres que se están construyendo actualmente (como el Extremely Large Telescope de 39 metros en el desierto de Atacama, en Chile).
—¿Qué esperas del telescopio James Webb que se lanza este otoño?
—Hasta ahora, los astrónomos han establecido que los exoplanetas existen y que los rocosos pequeños son comunes. Mi esperanza con el James Webb es que dé el siguiente paso para establecer que existen planetas rocosos con vapor de agua. Que haya vapor de agua en ellos sugiere océanos de agua líquida, y toda la vida que conocemos requiere de agua líquida. Sería increíble saber con certeza que hay planetas habitables (con agua líquida) ahí fuera y, si es posible, que sean comunes.
—A lo largo de tus 50 años has vivido y logrado muchas cosas. ¿Qué te gustaría conseguir en los próximos 50?
—Me gustaría dirigir una misión starshade para encontrar un gemelo de la Tierra. Desde que escribí el libro tengo dos nuevos objetivos. Por una parte, me gustaría encontrar vida en Venus a través de muestras traídas desde su atmósfera, o en la medida de lo posible desechar esa idea. Por otra, me gustaría ver a numerosas mujeres líderes en los campos STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), así como en empresas (pienso en compañías tipo Facebook y Microsoft del futuro). Como paso en esa dirección, estoy invirtiendo mucho en programas para que las mujeres adquieran confianza, que iré ampliando con el tiempo para esto llegue a un gran número de personas en todo el mundo.
Fuente: agencia SINC.
Puedes leer un fragmento del libro de Sara Seager en el siguiente enlace: Las luces más diminutas del universo.