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Covid 19: vacunas, variantes y nuestros anticuerpos…

Se prevé que las vacunas generen memoria inmunitaria, protegiéndonos durante varios años. Sin embargo, nos explica aquí la investigadora Narcisa Martínez Quiles, quizás algunas personas precisen una dosis recuerdo en un plazo que está todavía por determinar. Algo similar nos dice también el investigador Guillermo López Lluch, no sin antes advertirnos que gobiernos, medios y redes calientan la discusión sobre la necesidad de una tercera dosis de vacunación para frenar las nuevas variantes. ¿Es necesario o simplemente es un arrebato ante el miedo?


¿Dejaremos de estar protegidos frente al coronavirus cuando disminuyan nuestros anticuerpos?

Narcisa Martínez Quiles

Cada vez más, en diversos países del mundo, un alto porcentaje de la población ha ido completando la pauta de vacunación. Ante tales circunstancias, preguntamos cuánto tiempo estaremos protegidos. Para responder, comenzaremos por recordar que la respuesta a esta pregunta no equivale al tiempo que durarán nuestros anticuerpos.

Los anticuerpos representan únicamente un componente de la respuesta inmunitaria. Quizá sea el que nos resulta más familiar, dado que es muy fácil de medir. Sin embargo, podríamos discutir si realmente es beneficioso desarrollar una cantidad alta de anticuerpos, pues no parece ser así en el caso de la infección natural. Vamos a verlo.

Relación entre el nivel de anticuerpos y el curso de la enfermedad

Desde que empezó la pandemia, hemos intentado explicar por qué unos individuos respondían bien a la infección por coronavirus y otros no. Recientemente, se ha propuesto que para que un individuo desarrolle la enfermedad leve o moderada debe producir interferones tipo-I de manera rápida y potente, pero éstos han de cesar pronto.

Los interferones son pequeñas moléculas con actividad antiviral que pertenecen a la primera barrera defensiva, conocida como inmunidad innata. Cuando esta respuesta inicial es adecuada, hace que disminuya rápidamente la carga viral.

Esto hace que la magnitud de la respuesta adaptativa alcanzada sea menor, lo que genera una cantidad menor de anticuerpos y linfocitos T activados. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, en la mayoría de jóvenes o en la población general ante una exposición al virus con pequeña carga viral.

Por ello, los individuos que tienen deficiencias genéticas en la producción de estos interferones producen un alto nivel de anticuerpos frente al virus y controlan mal la infección, desarrollando enfermedad grave. Esta deficiencia explica algunos de los casos de infecciones graves en jóvenes.

Por tanto, es negativo no producir interferones pero también tener una producción demasiada prolongada en el tiempo, pues se produce un exceso de inflamación.

Ahora se entiende que el nivel de anticuerpos refleja el curso de la infección en cada individuo y no podemos establecer la regla “mejor cuanto más anticuerpos tengamos durante la infección natural”.

Ante esta situación nos preguntamos si los anticuerpos generados por la vacuna actúan de la misma manera. En este caso, sí podemos afirmar que desarrollar un mayor título de anticuerpos y de linfocitos citotóxicos específicos durante más tiempo es positivo.

Estos nos protegerían ante una posible infección y desarrollaremos, a lo sumo, una enfermedad leve. Pero los anticuerpos continúan sin ser la joya de la corona. En realidad, lo más valioso es que estas vacunas generen memoria inmunitaria. Por ahora, las noticias al respecto son positivas.

Respuesta inmunitaria frente a la infección natural

Los últimos estudios establecen que los anticuerpos naturales tras la infección duran, al menos, un año. Se detectaron en cantidad adecuada y además eran neutralizantes.

Recordando que los linfocitos B una vez activados se convierten en células plasmáticas productoras de anticuerpos, es destacable que la infección por el SARS-CoV-2 conlleva la producción de células plasmáticas productoras de anticuerpos de larga duración.

Estas células se encuentran en “nichos protectores”, como la médula ósea, y pueden ser funcionales incluso toda la vida de una persona. Además, también se detectaron células B memoria. Es decir, si se produjera otra infección, estas células producirían rápidamente anticuerpos protectores.

También se ha visto que existen células T memoria y que, incluso, algunas de ellas proceden de infecciones pasadas con coronavirus causantes del “resfriado común”.

Por tanto, podemos afirmar que la infección por el SARS-CoV-2 induce memoria inmunológica en cuanto a la producción de anticuerpos y respuesta de linfocitos T. Gracias a estos estudios efectuados con individuos infectados podríamos esperar que las vacunas induzcan también memoria inmunitaria, lo cual se está estudiando en la actualidad.

Respuesta inmunitaria y vacunas ARNm

Estudios muy recientes indican que las vacunas de ARNm basadas en la proteína spike (como las de Moderna y Pfizer-Biontech) inducen la producción de anticuerpos originando una robusta respuesta policlonal comparable a la respuesta inducida por la infección natural.

Dicha respuesta origina anticuerpos frente a varias regiones de la proteína espícula y no sólo frente a la región de unión al receptor, que es una de las regiones más sometidas a presión evolutiva que origina nuevas variantes.

Aunque todavía no se ha estudiado la generación de memoria inmunitaria a fondo, hay importantes indicios de que se desarrolla bien.

Respuesta inmunitaria y vacunas adenovirales

Con respecto a las vacunas adenovirales, se ha descrito que la vacuna de Janssen induce memoria inmunológica T y B y que, en general, conserva la eficacia frente a las distintas variantes analizadas.

Esto había sido descrito anteriormente en modelos animales. Por tanto, esperamos que la vacuna AstraZeneca también induzca memoria inmunológica.

Las perspectivas de que las vacunas generen memoria inmunitaria son positivas, con lo que se prevé que estaremos protegidos, al menos, durante varios años. Sin embargo, como ocurre con otras muchas vacunas, no sería de extrañar que precisáramos una dosis recuerdo en un plazo de tiempo todavía por determinar, especialmente, las personas más vulnerables al virus.


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Vacunas y variantes: ¿será necesaria una tercera dosis?

Guillermo López Lluch

El aumento de los contagios de las últimas semanas y la mayor infectividad de la variante delta han disparado las alarmas. Sin analizar en profundidad los datos, gobiernos, medios y redes no han tardado en avanzar la necesidad de una tercera dosis de las vacunas. De hecho, algunas farmacéuticas ya han anunciado que pedirán autorización para ello. ¿Pero es realmente necesario?

Los datos epidemiológicos disponibles hasta la fecha indican que aún no es preciso, que las personas vacunadas con la pauta completa están protegidas frente a la enfermedad, aunque no tanto frente al contagio. Probablemente esa tercera dosis sí acabe incorporándose para los grupos de riesgo con un sistema inmunitario ineficiente, pero no para toda la población.

Se hace necesario explicar muy bien lo que está ocurriendo y llamar a la calma a la población, a los medios y a los gobiernos.

Las vacunas protegen frente a la enfermedad pero no frente al contagio

Los datos de países con una alta vacunación como Reino Unido o Israel muestran que, mientras el número de personas contagiadas aumenta de una manera casi exponencial, los ingresos en hospitales y UCIs y la mortandad se encuentran estancados. Obviamente, hay una diferencia clara (y muy positiva) frente a las anteriores olas. Y el avance de la vacunación es el responsable.

Para defender la incorporación de una tercera dosis de vacuna, las compañías farmacéuticas se amparan en los anticuerpos. Una de ellas ha indicado que la tercera dosis de su vacuna aumenta mucho los niveles de anticuerpos. Pues claro que sí, como lo harían la cuarta o la quinta. Los aumenta porque de eso se trata, de inducir la respuesta inmunitaria en cada dosis.

Pero la cuestión es si más anticuerpos serían efectivos para evitar el contagio. ¿Aportarían algo nuevo? Pues, como ya se indicó hace unos meses, no. Además, los estudios sólo están mirando a anticuerpos neutralizantes y no a otro tipo de respuesta inmunitaria.

Los anticuerpos generados por las vacunas anti-covid-19 son anticuerpos que se liberan a la sangre, del tipo inmunoglobulina G (IgG). Pero el virus nos infecta por el aire por lo que, a no ser que tengamos anticuerpos de tipo IgA en las secreciones de nuestras gargantas, el virus podrá comenzar la infección.

Sin embargo, con las vacunas sí estamos protegidos frente a la enfermedad causada por el virus. Y eso es así porque inducen la producción de linfocitos T ayudantes (Th) y T citotóxicos (Tc) y sus correspondientes células memoria. Estas células se activan en cuanto llega el virus, bloquean su proliferación y acaban expulsándolo. Sufrimos, por tanto, una infección. Pero o no sufrimos la enfermedad que esta produce o la sufrimos de una manera leve.

Margarita del Val, viróloga e inmunóloga del CSIC, decía hace unos días en un seminario en el Instituto de Biomedicina de Sevilla (IBIS) que todos nos vamos a contagiar tarde o temprano, pero lo importante es que te contagie ya vacunado. Así podrás enfrentarte a la infección pero protegido. Nada más que añadir.

Precisamente por eso, en Estados Unidos la mayor mortandad se está produciendo en población no vacunada. No están protegidos frente a la enfermedad.

Las variantes no afectan gravemente al sistema inmunitario

Una de las razones que se están esgrimiendo para empujarnos a una tercera dosis es que las variantes se escapan del sistema inmunitario. Pero los estudios científicos indican que esa evasión es parcial y no afecta a todos los lugares reconocibles por anticuerpos o por linfocitos T.

Hay que insistir en el hecho de que la respuesta inmunitaria es policlonal. Eso quiere decir que los anticuerpos y los linfocitos T no reconocen un sólo lugar sino que cada uno reconoce uno diferente. La respuesta conjunta se produce sobre muchos antígenos del virus o de la proteína S.

Esta forma de responder implica que si el virus sufre una mutación en una posición determinada, hay otras muchas que se mantienen sin cambios y que el sistema inmunitario reconoce.

También entra en este juego una cuestión puramente evolutiva. El virus utiliza como cerradura para abrir la puerta de las células a la proteína ACE2 y como llave a su proteína S. Podríamos considerar que las variantes más infecciosas están afinando la llave para entrar mejor y más eficientemente en la cerradura. Así aumentan su eficacia para contagiar.

Los anticuerpos y linfocitos también se perfeccionan para detectar esos dientes concretos de la llave. Por tanto, para escapar del sistema inmunitario las mutaciones deben modificar la llave. Así se llegará a una situación en la que cualquier modificación de la proteína S para escapar del sistema inmunitario hará que pierda eficacia para contagiar.

El virus coevoluciona con el ser humano. Es muy posible que acabe siendo el quinto tipo de coronavirus que afecta a humanos que causa catarros estacionales y poco más.

Hay que esperar a la inmunidad de rebaño y a los datos

La ciencia necesita tiempo para llegar a conclusiones. Tomar decisiones en caliente y con miedo conduce a decisiones precipitadas y generalmente equivocadas. Los gobiernos, sin haber vacunado aún a toda la población y sin haber comprobado si con ello es suficiente, no deben caer en el error de ir por una tercera dosis de vacuna.

Hay mucha población que aún no ha recibido sus dosis. Antes de plantearnos una tercera dosis hay que vacunar a toda la población o, al menos, a la mayor parte.

Los datos apuntan a que la enfermedad se comportará como cualquier infección respiratoria si estás vacunado. La covid-19 dejará así de ser grave aunque haya contagios.

Narcisa Martínez Quiles.
Profesora titular de universidad. Area: Inmunología. Especialista en Inmunología. Otras areas de interés: Microbiología, Biología celular y molecular, Universidad Complutense de Madrid.
Guillermo López Lluch.
Catedrático del área de Biología Celular. Investigador asociado del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo. Investigador en metabolismo, envejecimiento y sistemas inmunológicos y antioxidantes., Universidad Pablo de Olavide.

Fuente: The Conversation.

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