Mucho se ha hablado sobre la variante Delta del SARS-CoV-2, anteriormente conocida como variante india (B.167.2), la mayor parte de las veces como una gran amenaza en ciernes. Pero ¿hay realmente motivos para la alarma?
Antonio Gutiérrez Pizarraya
Mucho se ha hablado sobre la variante Delta del SARS-CoV-2, anteriormente conocida como variante india (B.167.2), la mayor parte de las veces como una gran amenaza en ciernes.
¿Pero hay realmente motivos para la alarma?
Delta se globaliza
El SARS-CoV-2 no es como el virus de la gripe, el campeón de la variabilidad. El virus causante de la covid-19 tiene una capacidad de mutación limitada. Y cuando surgen variantes nuevas, éstas han de ser viables.
La forma que tiene el virus de unirse a nuestras células es mediante la unión de su proteína S o espícula al receptor ACE2 humano. Las variantes surgen por cambios espontáneos en la proteína S del virus, pero si se producen demasiados cambios, el virus deja de ser viable.
Concretamente, la variante Delta cuenta con dos mutaciones relevantes L452R, P618R. Es ya mayoritaria en Reino Unido, donde alcanza el 99% de prevalencia entre las variantes circulantes, y por supuesto en India, donde se identificó inicialmente en diciembre de 2020. Y es previsible que se convierta en mayoritaria pronto en más países, tomando el relevo de la Alpha (anteriormente conocida como británica B.117). En Estados Unidos ya supone alrededor de un 20%.
Sin duda, Delta se está globalizando. En las próximas semanas, lo más probable es que, mirando la imagen de abajo, todo será rojo. Y esto da idea del poder de propagación de esta variante.
Lo que dicen los números
Aunque se desconocen los mecanismos, es un hecho objetivable que, por lo que sabemos a día de hoy, esta variante es más transmisible que la Alpha (entre 40-60%) según datos de la agencia europea de control de enfermedades (eCDC).
Su Re o número reproductivo básico efectivo se estima un 55% mayor que la variante Alpha y en Reino Unido llega al 1.44 (intervalo de confianza: 1.2-1.73). Hay datos también que apuntan a un mayor riesgo de hospitalización ligado a esta variante, pero las certezas aún están por llegar. Tampoco sabemos con seguridad aún si se relaciona con una mayor virulencia.
Datos estatales en Escocia mostraron un riesgo de hospitalización de casi el doble respecto a la variante Alpha. Y algo similar se deduce de los datos del servicio de salud pública británico.
Incluso han salido a la luz cifras relativas a una menor eficacia a nivel profiláctico de la combinación de monoclonales casirivimab e imdevimab de REGENERON según la FDA, un tratamiento que parece mejorar el pronóstico en pacientes hospitalizados.
Adicionalmente y no menos importante, las vacunas actuales parecen ser menos efectivas contra la variante Delta después de una sola dosis. Según un estudio del PHE (Public Health England) reciente, la vacuna de Pfizer-BioNTech fue sólo un 33% efectiva contra la enfermedad sintomática causada por la variante Delta tres semanas después de la primera dosis.
¿Hay motivos para la alarma?
De momento, no. Recordemos que ha habido (y habrá) bastantes más variantes del SARS-CoV-2. Y que con todas se habló de capacidad “de escape vacunal”, pero al final con ninguna se materializó tal cosa.
Por el contrario, sabemos que las vacunas funcionan bien con pauta completa para absolutamente todas las variantes conocidas. Se ha visto en Reino Unido, donde la Delta es mayoritaria. Tras 2 dosis (+14 días) la efectividad asciende al 96% en el caso de la vacuna de Pfizer y al 92% en el caso de AstraZeneca.
Hemos visto incluso que vacunas que aún están terminando sus ensayos clínicos en fase 3, como la de Novavax muestran eficacia alta incluso contra la, hasta hace unos meses, “apocalíptica” variante sudafricana. Y datos de hace unos días sugieren que espaciar en el tiempo las dosis de la vacuna de AZ podría ser una estrategia válida para aumentar la generación de anticuerpos neutralizantes contra el SARS-CoV-2, incluyendo la variante Delta.
Por tanto, la prontitud con la que vacunemos al mayor número de personas, incluyendo los más jóvenes, es vital para evitar fallecimientos por la variante Delta y por cualquier otra, ya que las vacunas de las que disponemos, con pauta completa en el caso de aquellas de doble dosis, ofrecen una alta protección.
Además, vacunar reduce la circulación de virus. De hecho, datos recientes confirman que el hecho de no vacunarse duplica el riesgo de contagio dentro de los hogares. Es más, proporcionan una inmunidad que parece a día de hoy muy duradera en el tiempo.
Repunte en Reino Unido
Dicho esto, no se puede obviar que en el Reino Unido los casos están aumentando (70% la semana pasada), aunque sólo se observa un pequeño aumento (10%) en las hospitalizaciones, debido fundamentalmente al alto ritmo de vacunación que llevan, con cerca del 85% de adultos con una primera dosis y un 62% completamente vacunados.
A pesar del repunte de casos británicos, los datos oficiales muestran que el crecimiento está siendo impulsado por los grupos de edad más jóvenes, con una tasa cinco veces mayor de positividad de entre niños de 5 a 12 años y adultos de 18 a 24 años. Además, la tasa entre las personas menores de 50 años fue 2,5 veces mayor que entre las de 50 años o más.
Por si fuera poco, parece que el ritmo de ascenso se está desacelerando., y que el número de hospitalizaciones no ha parado de bajar.
En Israel, donde Delta se está convirtiendo en dominante y las vacunas se han administrado a más del 80% de la población adulta (> 60% de la población total completamente vacunada), hay un aumento de casos, pero sin aumento de hospitalizaciones o muertes.
¿Debemos relajarnos?
No. Obviamente, no hemos de relajarnos. En una situación en la que la susceptibilidad global es elevada aún, sobre todo porque el porcentaje de población vacunada aún es insuficiente, la circulación de una variante así debe ponernos en alerta, pero no en alarma.
Probablemente conforme la presión selectiva sobre la transmisión aumente, ya sea por una seroprevalencia mayor o por tasas de vacunación mayores, el riesgo de aparición de variantes o serotipos de escape sea menor.
Necesitamos secuenciar mucho, rastrear, y sobre todo vacunar de forma completa al mayor número de personas. ¿También a adolescentes? Probablemente vacunar a menores nos ayudaría a alcanzar más rápidamente la inmunidad de grupo pero, en un mundo en el que en muchas zonas hay millones de vulnerables sin vacunar, cabe preguntarse si es ético.
Circunstancias de especial cuidado
Hay situaciones concretas en las que, por existir aún ciertas dudas en lo relativo a su pronóstico y a su respuesta inmune tras la vacunación, las precauciones han de extremarse. Éstas serían personas vacunadas con una sola dosis, personas que no se vacunan, o pacientes inmunodeprimidos o con enfermedades previas que predisponen a un peor pronóstico, o con posible pobre respuesta vacunal.
Lo prioritario es mantener la calma. No debemos enviar un mensaje de alarma. Las hospitalizaciones en personas vacunadas de forma completa son raras.
Además, recordemos que las vacunas son muy eficaces aunque no al 100%. Puede haber un pequeño número de pacientes que puedan contagiarse, especialmente aquellos que, por su situación individual, pueden no tener una respuesta adecuada. Pero la vacunación completa ha demostrado cobertura para absolutamente todas las variantes identificadas hasta el momento.
Tenemos las herramientas para combatir a esta variante y a la pandemia, así que usémoslas. Mientras el virus tenga huéspedes que infectar, seguirá cambiando de una forma que no podemos predecir por completo. Solo vacunando con pauta completa al mayor número de personas y de forma global acabaremos con esta pandemia.
Antonio Gutiérrez Pizarraya. Investigador, doctor y epidemiólogo. Hospital Universitario de Valme (Sevilla, España).
Fuente: The Conversation.