Tras un año de pandemia, poco a poco comienzan a celebrarse recitales en interiores, aunque por el momento no hay muchos estudios que confirmen su seguridad. Por lo pronto, en España habrá un concierto con 5.000 personas en el Palau Sant Jordi de Barcelona para validar si las medidas de control pueden frenar los contagios.
Hace poco más de un año, escuchar música en directo en recintos cerrados era una actividad cotidiana. Sin embargo, la llegada de la pandemia transformó por completo nuestro día a día. La expansión del nuevo coronavirus ha supuesto el mayor reto sanitario y científico, pero también económico y social, al que se ha enfrentado la humanidad en décadas.
Y eso incluye el impacto en nuestra vida cultural, un sector que se ha visto afectado enormemente por la covid-19. Desde los meses de pleno confinamiento, cuando se cerraron todas las actividades no esenciales, poco a poco se han vuelto a organizar varios tipos de espectáculos. Pero poco se sabe aún sobre la posibilidad de disfrutar con seguridad de un concierto en una sala.
En marzo del año pasado, el ensayo de un coro en Washington supuso uno de los primeros casos de supercontagio en Estados Unidos. Dado el alto volumen de voz y la gran afluencia de gente, en estos meses la asistencia a estos eventos se ha considerado una de las actividades de riesgo, y las autoridades sanitarias redujeron su aforo o incluso anularon muchos de ellos.
Esto ha supuesto la cancelación de muchas funciones y festivales. El último de ellos ha sido el Sónar Barcelona, cuya organización se ha visto obligada a cancelar el encuentro previsto para junio “por causas de fuerza mayor” relacionadas con la pandemia: “Los datos sanitarios, las restricciones de movilidad y la falta de una normativa que regularice a día de hoy la constitución de grandes eventos hacen inviable la celebración del festival en las condiciones deseables”.
De Leipzig a Barcelona
Por el momento, no hay muchos estudios que avalen su seguridad. En agosto de 2020, expertos de la Universidad de Halle (Alemania) organizaron tres recitales de música en Leipzig a los que asistieron 1.500 participantes. El objetivo era recrear tres escenarios: mismas condiciones que antes de la pandemia; con mayor higiene y cierto distanciamiento social; y otro con la mitad de asistentes y distancia de 1,5 m.
Las principales conclusiones a las que llegaron sus autores, publicadas en octubre en la revista Pollstar —una publicación comercial para la industria de los conciertos—, son la importancia de una buena ventilación y uso de mascarillas para lograr un evento seguro, así como el control de los flujos de asistentes a la entrada, durante los descansos y a las salidas para evitar aglomeraciones, y en los puestos de bebida y comida.
Otro ejemplo. En España, el pasado 12 de diciembre se celebró un ensayo clínico —en forma de concierto con música en vivo en la Sala Apolo de Barcelona— con el objetivo de validar las medidas de seguridad necesarias para celebrar un evento multitudinario y en un recinto interior a pesar de seguir en pandemia.
Organizado por Primavera Sound, la Fundación Lucha contra el Sida y las Enfermedades Infecciosas (FLS) y el Hospital Universitari Germans Trias i Pujol de Badalona, los resultados del llamado estudio PrimaCoV son optimistas: no se detectó ningún contagio entre los 463 asistentes.
Conciertos a prueba de covid-19
Para los investigadores españoles, estos resultados —aún sin publicar en ninguna revista científica— demuestran la utilidad de las medidas de seguridad implementadas. Estas incluyen el cribado con test de antígeno antes de la asistencia a un evento, mascarilla homologada N95 obligatoria, optimización de la ventilación y los flujos de aire y monitorización de la calidad del aire y la temperatura, pero sin distanciamiento físico ni prohibición de cantar o bailar.
“Los resultados son muy positivos, ya que demostramos que el cribado con test de antígeno, previo a la celebración de un concierto es una herramienta eficiente para evitar contagios y detectar a prácticamente todas las personas infectadas por SARS-CoV-2 que son contagiosas”, explica en entrevista Josep María Llibre, experto del Germans Trias i Pujol y coinvestigador del proyecto junto con Boris Revollo.
Además, la zona de fumadores y la de consumo de bebidas estaba delimitada y con control de afluencia, y los asistentes sólo podían quitarse la mascarilla bajo estas premisas. Los flujos de movimiento dentro del edificio estaban marcados y controlados por personal de seguridad.
Asimismo, se implementaron también medidas específicas para evitar colas en aseos y entrada y salida del concierto.
Los organizadores sostienen que el éxito también radica en que la experiencia de los asistentes no se resintió, a pesar de las limitaciones. En un cuestionario autoadministrado, quienes asistieron al concierto manifestaron haber disfrutado de las actuaciones, haberse comportado con normalidad y no sentirse controlados o limitados por las normas establecidas.
Los autores confían en que estos datos ayudarán a la celebración de conciertos seguros durante la pandemia de covid-19. “Si se logran replicar las condiciones de este ensayo a la celebración de eventos, cabe pensar que los resultados serán similares”, apunta Llibre. “Hay varios estudios en curso en otros países europeos, basados en los hallazgos del estudio PRIMA-CoV, que generarán datos adicionales de seguridad”.
“Al reducir aforos, quitar barras y mantener distancias de seguridad, se pueden y se deben hacer conciertos con seguridad en salas o teatros”, cuenta Sergio Picón, organizador del festival de música AMFest y técnico en la sala Vol. “En el caso de los sitios abiertos, espero que haya cuanta más música en directo, mejor. Ya quedó demostrado el año pasado que la profesionalidad del sector y su compromiso con la seguridad en plena pandemia fue un ejemplo para todo el mundo”.
Un experimento con 5.000 personas
Con la época de festivales de verano cerca, en estos días está por realizarse en España otro concierto experimental para confirmar el papel clave de las medidas en la seguridad de este tipo de eventos. En esta ocasión, el evento —organizado por el denominado Consorci Festivals per la Cultura Segura, la FLS y el mismo hospital catalán— se celebrará en el Palau Sant Jordi.
Las entradas llevan agotadas semanas, por lo que se espera contar con la presencia de 5.000 personas que no tendrán que guardar distancia social, pero usarán mascarillas FFP2 facilitadas a la entrada y que se habrán realizado el mismo día una prueba de antígenos con resultado negativo. También se habrá realizado una optimización de la ventilación de los espacios interiores del Palau.
“Los análisis estadísticos son claros y dicen que no hay más riesgo de contagio por el hecho de ir a un concierto siempre que se sigan las medidas de seguridad. Dicho esto, el evento es un concierto comercial y no un ensayo clínico como el de la Sala Apolo”, puntualiza Llibre. “En esta ocasión no existe una rama de control ni un testado a todos los participantes al cabo de 10 días, sino que posteriormente haremos un control riguroso de los casos de infección por SARS-CoV-2 notificados al sistema de salud para confirmar que las medidas en el concierto fueron efectivas”.
Los organizadores creen que esta prueba puede suponer un punto de inflexión para todos los actos en directo y podría permitir acoger a más personas. No obstante, es probable que las medidas implementadas en estos conciertos no sean viables para todos.
“Estoy muy a favor de demostrar científicamente que se pueden hacer conciertos llevando la seguridad a su máximo exponente, pero los estudios para tanta gente no son la realidad de la música en directo. La mayoría de la escena se vive en bares pequeños, salas con capacidades menores (entre 100 y 500 personas) que son siempre las grandes olvidadas”, asegura Picón.
“Festivales grandes o conciertos multitudinarios, con ayudas y patrocinadores, pueden hacer frente a PCR, test de antígenos y mascarillas de calidad para todo el mundo. Es evidente que eso ayuda a aumentar la seguridad del evento, pero dudo que sea posible en una sala pequeña, que programa cada día, por el elevado coste que significa”, continúa.
Reinventarse tras la covid-19
Muchas de las actividades culturales han tenido que transformarse con la covid-19. El desarrollo de nuevos formatos y experiencias —más digitales y menos presenciales—, junto con las medidas de seguridad más eficaces, puede ser una de las claves para reactivar el sector.
“El objetivo de nuestros estudios es precisamente que el mundo de la cultura y el deporte puedan celebrar actos en recintos exteriores e interiores con gran asistencia de público bajo estrictas medidas de seguridad y cribado. Es ciertamente más laborioso y costoso realizar eventos en estas condiciones, pero la alternativa de no poder hacerlos no parece mejor”, indica Llibre.
“Serán los promotores los que deberán valorar la relación coste-beneficio. Desde la ciencia seguiremos aportando el conocimiento necesario para que esta decisión se tome con la mejor información disponible”, añade. “Eso sí, a medida que la población esté vacunada y se generen datos definitivos sobre el riesgo de contagio y transmisión en inmunizados, es posible que cambie la necesidad de cribar a los asistentes”.
Mientras tanto, seguiremos soñando con esa vuelta a la ‘antigua normalidad’. Porque, como cuenta Picón, que en 2020 consiguió mantener su festival pese a las numerosas dificultades y ya prepara la edición de 2021, “hasta que no vuelves a tu primer concierto, no te das cuenta de lo mucho que echas en falta la música en directo”.
Fuente: Agencia SINC.