“Un buen poema debe tener la fuerza suficiente para aguantar de todo”
Alberto Blanco ha ejercido múltiples oficios a lo largo de su vida: poeta, ensayista, narrador, traductor, artista visual, músico, profesor. Su producción literaria es muy variada y abundante, y abarca tres géneros: en primer lugar la poesía, seguida del ensayo y luego el trabajo de traducción. Ha publicado más de treinta libros de poesía en México y diez más en otros países; once libros y cuadernos con sus traducciones del trabajo de otros poetas y catorce libros de cuentos y poemas para niños. A la fecha, tiene más de 70 libros publicados y más de 20 traducidos, antologados o ilustrados. Sin embargo, insiste en decir que lleva una vida trabajando sólo en tres proyectos: un libro de poemas, uno de ensayos sobre artes visuales, y una poética. Dice el periodista y escritor Víctor Roura de él: pocos poetas en México como Alberto Blanco: transparente, dilucidador, con decenas de recursos formularios para abordar —siempre de manera distinta pero indudablemente conservando su nítida definición escritural— los temas que nos persiguen, o nos cautivan, o nos son esenciales en la vida. Nacido en la Ciudad de México, este 18 de febrero el maestro Alberto Blanco cumple siete décadas de vida; por tal motivo, le dedicamos nuestras páginas de poesía…
Un buen poema
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀A Wislawa Szymborska
Un buen poema
debe tener la fuerza suficiente
para aguantar de todo:
Ediciones caseras,
malas traducciones,
errores de ortografía, erratas,
machetazos a caballo de espadas,
cartas de amor,
bibliotecas olvidadas,
programas de televisión,
películas de arte,
películas de las otras,
ironías de la vida,
correcciones de última hora,
internet,
manifiestos,
revoluciones,
malos gobiernos,
conversaciones de café,
confesiones de media noche,
días con sol, días nublados,
buenas críticas,
malas críticas,
cero críticas.
Un buen poema
debe ser lo suficientemente fuerte
como para soportar
interpretaciones abusivas,
cursos escolares, tesis,
musicalizaciones,
antologías,
presentaciones,
lecturas colectivas,
homenajes, plagios,
epígrafes, dedicatorias,
obras completas.
Nostalgia
Allí está el cielo: ahora veo.
Allí está el cielo abierto
esperando por lo mejor de mí.
Atrás quedan los padres
los amigos, los consejos…
Los juguetes soñados en la infancia,
el árbol de los deseos,
la noche al fondo de la alberca,
el parque del primer beso.
Lo veo todo a la distancia
como un cuerpo que se despierta
al fondo de un paisaje.
Lo veo como si no fuera cierto.
Hemos venido a la vida
a despedirnos de todo lo que amamos,
de aquello que nos fue dado,
de todos los que queremos.
Pero justamente allí está el cielo.
Tú
Qué voy a hacer contigo, dime,
a dónde quieres que te deje,
si a donde quiera que voy
tú vas conmigo
y me recuerdas siempre
mi condición de hombre
atado al potro de la sangre
y al agridulce rastro del deseo…
Basta mirar
la suave curva del cielo
para sentirte entre mis manos.
Sólo tú sabes de cierto
que mucho más que el dolor,
el miedo o el amor
al conocimiento,
me movió la belleza
de un rostro
en su desigual perfección:
la proporción exacta
de un cuerpo real
equilibrado
a la sombra de unos ojos
y al borde de unos labios.
Tú lo sabes de cierto
y sin embargo callas…
Pero, mírate, pequeña,
y recuerda que en ti
todo lo grande duerme.
Espacio vivo
Aquí vivo.
Entre estas cuatro orillas vivo.
Éste es mi espacio, mi refugio,
mi medio, mi herramienta.
¿A dónde he de ir ahora?
¿Acaso hay algo más
que esta página en blanco
de mi vida?
Aquí te ves
y aquí te veo,
una vez más, lector.
Aquí se da el encuentro.
¿Hay algo más para ti
—por el momento—
que esta página
que el destino nos ofrece?
Entre estas cuatro esquinas
hemos de confirmar lo que somos:
¡hilos de luz en la neblina!
Encuentro en un elevador
Entramos los dos y nos quedamos solos.
Nos miramos en silencio
directo y a los ojos.
Vapor, sudor, perfume…
un aroma seductor que manaba
de su cabellera rubia,
su blusa azul, su falda blanca.
Ella siguió hasta el séptimo piso
aunque sospecho que iba al segundo.
No dijimos nada…
ni siquiera nos saludamos,
y es más que probable
que nunca nos volvamos a ver.
No pasó nada… o casi nada…
Antes que se abriera la puerta
la sombra de mi mano
acarició su pecho.
Principio de incertidumbre
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀A Beatriz Ezban
Al mirar un cuadro
realmente… ¿qué veo?
¿Lo que está pintado
o lo que yo creo?
¿Estoy viendo un mundo
o estoy viendo un plano?
¿Miro algo profundo
o no estoy mirando?
¿Y es que sólo miro
o realmente veo?
¿Creo lo que miro?
¿Miro lo que creo?
¿Lo que dice el cuadro?
¿La voz del pintor?
¿Lo que está pintado?
¿Lo que yo pienso?
¿Y de dónde parte
lo que se pintó?
¿Es una obra de arte
o sólo soy yo?
¿Y cuál es el juego
que juega el pintor?
¿Es tan sólo el ego
o el arte no es yo?
Fuere lo que fuere…
¿Qué quiere el pintor?
¿Lo que el pintor quiere?
¿Lo que yo quiero?
¿Colores y formas?
¿Conceptos? ¿Anhelos?
¿Serán sólo historias?
¿Serán sólo velos?
¿O será otra cosa
lo que dice un cuadro?
Un mundo de formas
que canta callado…
Ciudad interior
Amanece.
Sobre las losas brota
el musgo silencioso de la luz.
Ya los primeros
techos tocados por el sol
parecen despertar de su letargo.
Las sombras
van saliendo, apenas
queda algún rastro de la noche…
Los pájaros
con sus gritos
quiebran las úlyimas estrellas:
La muerte
canta cuando quiere
mantener la claridad en su dominio.
Del nuevo desorden musical
Nos quedamos solos, a medias y a ciegas,
nos vamos a ver en la música a oscuras;
la vida es distinta, pero si lo niegas
niegas el proyecto de ver las alturas.
Como el fuego nutre de luz sus figuras
y el fin de la historia parece lejano…
se escuchan las notas que llora ese piano,
las penas de un hombre, sus tristes locuras.
Los cables deshechos en el pentagrama,
las notas ardidas en cada detalle;
la noche en que el sueño nos tendió la trama
salieron las sombras a tomar la calle.
Se llenó de espanto la quietud del valle,
los montes temblaron con horror convulso:
¡se acaba la noche, se reduce el pulso!
Se desploma el cuerpo… ¡vivirá quien lo halle!
Para el que se acuerda de aquel esplendor
baste con la imagen que nos entretiene:
los íntimos rayos del transformador
son nuestra promesa del mundo que viene,
Por la puerta grande para el que no tiene
manera de verle la cara al amigo…
la tierra se queda sin sol, sin ombligo,
sin cielo se queda, mas no se detiene.
¿Cuál es el sentido? ¿Cuál será la escala?
si no queda nadie que escuche el concierto…
la vida era dura… la vida era mala…
también era todo lo que no había muerto.
Carros calcinados en este desierto
siguen de memoria la trágica serie…
nuestros dulces huesos son a la intemperie
todo lo que resta de lo que fue cierto.
Ya doran el polvo las mil construcciones,
ya ceden su peso los mil edificios,
y el ácido llanto de los saxofones
se riega buscando los vientos propicios.
Lo que sedimenta de los sacrificios
son las notas graves del sol en un charco,
sirenas que cruzan la noche sin barco
mientras la luz vela por los intersticios.
Señoras del cerca, señoras del junto,
las grandes ciudades cosechan locura
sin dar un respiro, sin dar contrapunto
ni bárbara música por añadidura.
Se apilan los cuerpos cual sucia basura
con ese tufillo de mosca y alcohol,
y el cielo se quita su viejo overol.
Los amos celebran al son de la usura.
Se queman las nubes y sangran los cielos
y trazan las sombras su línea discreta,
y alcanzan los años al rey de los hielos:
¡la música suena brutal y concreta!
Sobre la garganta su nudo se aprieta,
la corbata asciende por un haz de luz
y dicen los jueces que resta una cruz,
un rayo afinado que asoma en la grieta.
No puede acabarse sin pena ni gloria,
tampoco se acaba después del final;
nomás sobrevive la presente escoria
con aires heridos por algún metal.
Si la muerte dura, la vida es serial,
si la vida acaba, la muerte es el ruido:
la ciudad se pierde por aquel sonido
de su loco siglo con sol atonal.
Y están las paredes cuajadas de argot
sordas al conjuro de nuestra ciudad:
la arena del piano, la sal del fagot,
se quedan calladas por necesidad.
Aquí no hay misterios ni sobra piedad,
ni quedan preguntas ni quien las conteste;
los lívidos cuerpos de fama celeste
cobran su tributo a la mísera edad.
La llama de sueños después de la muerte
con toda su corte de pájaros lentos
se come al insecto de la mala suerte
mientras se refinan los conocimientos.
Y somos los hombres tal vez instrumentos
más fieles que el oro, más raros que el arpa
gimiendo en la noche de lúbrica carpa
cuando ya se han ido nuestros sentimientos.
Cenizas al fondo, que nadie promete
volver a los mundos abiertos del día
curados de espanto por un clarinete,
los pájaros grises de monotonía.
Reclaman el triunfo de nuestra afonía
con su sed brillante, con su hambre compacta
dando en los relojes la pasión exacta:
las horas hervidas con melancolía.
Y en la mesa negra pusieron un huevo
incubado sólo por el mar profundo,
declarando al punto que todo era nuevo
después del minuto, después del segundo;
Después de la sangre del bajo profundo
por calles desiertas y casas quemadas,
hoy que ya no quedan abiertas entradas
las salidas dicen que comienza el mundo.
Mi Tribu
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀And when you find a golden feather
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀It means you’ll never
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Loose your way back home
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀—Robbie Robertson
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀For if I live again, these hopes will never die
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀—The Band
La tierra es la misma
el cielo es otro.
El cielo es el mismo
la tierra es otra.
De lago en lago,
de bosque en bosque:
¿cuál es mi tribu?
—me pregunto—
¿cuál es mi lugar?
Tal vez pertenezco a la tribu
de los que no tienen tribu;
o a la tribu de las ovejas negras;
o a una tribu cuyos ancestros
vienen del futuro:
una tribu que está por llegar.
Pero si he de pertenecer a alguna tribu
—me digo—
que sea a una tribu grande,
que sea una tribu fuerte,
una tribu donde nada ni nadie
quede fuera de la tribu,
donde todos,
todo y siempre
tengan su santo lugar.
No hablo de una tribu humana.
No hablo de una tribu planetaria.
No hablo siquiera de una tribu universal.
Hablo de una tribu de la que no se puede hablar.
Una tribu que ha existido siempre
pero cuya existencia está todavía por ser comprobada.
Una tribu que no ha existido nunca
pero cuya existencia
podemos ahora mismo comprobar.
Tres haikus
I
La cuna
Cuarto creciente
un bote en altamar
y un bote en calma
II
Maternidad
Una por una
las nubes no se cansan
de ver la luna
III
Los ojos de mi hija
Me asomo y veo
lo mejor de mí mismo
en tus pupilas
Aforismos:
▪ El dibujo es la razón y el color es la locura.
▪ Se dice que el dibujo requiere de músculos tensos y que el color sólo necesita libertad de acción.
Poemas tomados de la página web del poeta Alberto Blanco https://www.albertoblanco.com.mx/, y del libro La hora y la neblina (Fondo de Cultura Económica).