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Idea Vilariño o la memoria de mañana

En este 2020 se cumple un siglo del nacimiento de una de las autoras más importantes de nuestro continente americano: Idea Vilariño. Hija de padre anarquista —el olvidado poeta Leandro Vilariño—, y de madre lectora —de ahí su nombre: Idea—, la escritora uruguaya fue una de las grandes —grandes— voces poéticas del siglo XX en lengua española. Nacida en Montevideo el 18 de agosto de 1920, donde también fallecería el 28 de abril de 2009, Idea fue, además de poeta, crítica literaria, compositora de canciones, traductora y educadora. “No sé qué es la poesía para mí. Es una forma de ser, de mi ser. Todo lo demás de mi vida son accidentes… La poesía no fue accidental. Mi poesía soy yo”, explicaba en una de las pocas entrevistas que dio en su vida, a la periodista y escritora Elena Poniatowska. Pesimismo, sensibilidad, existencialismo, empatía, confesión… son algunos rasgos que marcan los versos despojados y desnudos de la poeta uruguaya, uno de los máximos exponentes de la Generación del 45 donde brillaron de igual forma la lírica de Mario Benedetti, Ida Vitale o Carlos Maggi, entre otros. Un grupo que tenía como referente al también uruguayo Juan Carlos Onetti (1909-1994), con quien la poetisa mantuvo una turbulenta relación, una historia de amor y desencuentro de varios lustros. Considerada una escritora clásica de las letras hispanoamericanas, recuperamos estas (bellas) palabras escritas por otro de los grandes poetas del continente, Juan Gelman*, como homenaje en su centenario natal de la poetisa.


La poesía de Idea Vilariño es única en la lengua castellana por su temblor austero. Y mucho más. Hay quienes la dividen en etapas, pero su voz desde el inicio ha convocado a la memoria y la esperanza. Insiste en el arte de no dejarse morir, ese vértigo que sabe que va a morir.

Ha vagado por los arrabales en ruinas del amor para encontrarlo en cada piedra. ¿Con qué comparar esa lealtad a lo que no se sabe y no se puede negar?

Su poesía nos deja entrar, pero no salir. No hay trucos ni espejismos, hay espejos. Hace la memoria de mañana y funda un destino en la lengua. No informa, encuentra y logra que el otro participe en el encuentro. Internarse en ella es como tocar en vez de oír o ver “las materias desgarrantes”. Más que comunicación, hay comunión. El otro descubre en ella un espacio ignorado de sí mismo, ya bautizado para siempre con las palabras de Idea que lo develaron.

Despierta lo que dormía en cada quien, le abre tierras que no sabía que tenía y por eso no sabía tener. Las inunda empujada por un hambre feroz e inexplicable en movimiento perpetuo. Es decir, tiene confianza en avenidas posibles de infinito.

Buscar lo que ha muerto para que no se muera es una ética de la memoria. Es la ética de esta poesía. Es la estética de una escritura impecable que emociona y “hace brotar la fuente de la roca”, como quería Reverdy. Una escritura que sueña y por eso está perfectamente despierta.

En la búsqueda de sus vértigos busca a todos y a cada uno de nosotros. ¿Somos sus vértigos? ¿Así le somos?

¿Qué nos mueve esta poesía? No enseña, nos hace ver lo que no está allí.

Las mujeres al descender de su espejo antiguo
te dan su juventud y su fe
y una claridad, el velo que arrastra
a ver secretamente el mundo sin ti

⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Paul Eluard

Así es esta poesía. Lleva las palabras a la verdad y nos arrastra a ver el mundo sin nosotros.

El fulgor que nace de la cicatriz de sus palabras aleja la desdicha. Es una hazaña del dolor.

El envés indeseado y terrible del amor, esa bestia negra que aparece en sus vacíos es derrotada en esta poesía. Mata a esa bestia una desesperación en estado de delirio. ¿No alumbra acaso el dolor del amor? ¿Y qué otro cielo que el amor tiene la poesía? Amor y poesía se dan mutuamente razón de su existencia.

¿Y ese extraño misterio de ser en la palabra y ser fuera de ella al mismo tiempo porque la realidad? ¿Sobre cuánto valor y dignidad esta poesía se levanta? Idea Vilariño da todo sin conservar nada. Esto que algunos llamarían martirio es heroísmo, no el heroico —más supuesto que real— de los campos de batalla, sino el humilde de un hacer que quien lo hace sabe inexpresable. Perseguir la palabra para dar sin pedir.

Como toda gran poesía, ésta abre puertas nunca dichas. El poeta crea lo que no es, lo saca del vacío donde flota y así da forma a lo que no tiene voz. ¿Pero qué voz es la de Idea? No está rota: es una pese a todas las rupturas porque crea otras nuevas y les da palabra. “Nombrar alcanza”, dice. Y nombra con rigor, con una difícil sencillez que entraña el despojo más extremo. Esta poesía es una palabra de hueso a la intemperie, calcinada por los soles del amor y del dolor. ¿O es un único sol?

Llama a la palabra más pobre, más escueta, más desprovista de peso material para convertirse en materia ella misma. Materia de belleza.

Tiene un no que da fuerza al sí contra la precariedad de la vida y de lo vivo. Crea relaciones desconocidas antes, versos que no se habían escrito nunca. Da de nacer.

¿Sostener la palabra para atravesar el dolor? ¿Sostener el dolor para atravesar la palabra? “Verdad habla quien sombra habla”, sabía Paul Celan.

“Los abismos me nombran”, dice Idea. Sí. Pero también siega “las mieses que el frío dejó intactas”. “Haberse muerto tanto y que la boca/ quiera vivir un poco todavía”, dice. La palabra quiere a esa boca viva. “Este fardo sombrío/ que me he echado a la espalda”, dice. ¿Será también la poesía, el demonio de las tradiciones árabes que monta al poeta para obligarlo a decir lo que en la lengua no existe? “El amor… ah, qué rosa, qué rosa verdadera”.

Poesía lujosa de silencios cargados de sentido y de otro sentido, es decir, de más poesía. “Hoy me hundo en la nada”, dice. Y de la nada, de lo más deshumano y del “aire más duro”, extrae canto de la lengua para cerrarles el camino. Habla de la vida perdida en “tareas sin luz”. Entonces desgarra las entrañas de la sombra para que la luz entre y las abrigue. Ha quemado “los candores más íntimos”.

Idea Vilariño. / Ilustración de Nino Fernández.

Esta poesía calla sus palabras para que hablen y pone su cuerpo a lo que va a venir. No existe como territorio sino como tiempo interior y del deseo, atisbo de un mundo que hasta ahora han negado todos los sistemas. “Por qué soportamos esta historia”, esta “basura acumulada de los días”, dice.
Los animales del amor tienen prohibido llorar. La poesía de Idea Vilariño da cuenta del enigma.

Poesía que convierte a una pequeña habitación en todo el mundo. En este tiempo de la despasión muestra, clara, que sin pasión no hay palabra verdadera. Sólo la palabra sucia de pasión sabe vivir, puede vivir.

“Soledad como una sopa amarga”, dice, y se alza contra el discurso del Amo que decreta la inexistencia del Otro. Es un habla de alteridad posible en su imposible, llena de viajes y contradicciones, de ascensos y descensos al infierno personal, que sabe que el otro participa de uno sólo para diferenciarse. Posee tal deseo y fuego de diamante que su mensaje se torna en total ausencia de mensaje para dar en sustancia de palabra, ese lugar necesario para que la palabra nazca nuevamente. Cesa el lenguaje para darle paso otra vez. Trae vísceras profundas de la lengua.

Gaspara Stampa, la gran poeta italiana del Renacimiento, quería “vivir ardiendo sin sentir el mal”. A Idea Vilariño sólo le fue concedido lo primero.

*El presente texto ha sido tomado de Idea Vilariño: la vida escrita (2007), coeditado por la Academia Nacional de Letras (de Uruguay) y el sello Cal y Canto. Se trata de un libro-álbum hecho de palabras privadas y de imágenes íntimas: su vida y su poesía a través de páginas de su diario, las cartas que intercambió con Juan Ramón Jiménez y Pedro Salinas, con Rodríguez Monegal, Rama y Megget; el diálogo histórico con Benedetti, así como fotografías de su álbum familiar. Incluye escritos de, entre otros, el ya citado Juan Gelman, Elena Poniatowska, Eduardo Galeano, Hugo Achugar o Antonio Muñoz Molina.

Poemas recobrados

Los aniversarios “redondos” de los grandes escritores dan pie a la revisión de aspectos poco conocidos de su vida y obra. Ahora que se cumple el centenario natal de Idea Vilariño, la Biblioteca Nacional de Uruguay ha puesto en circulación Poemas recobrados, un proyecto —a cargo de Ana Inés Larre Borges y un equipo de investigadores— que se propuso rescatar todos los poemas que Idea Vilariño escribió y dejó fuera de su Poesía completa. Eso incluye los poemas que quedaron inéditos, los que fueron publicados en revistas o diarios, los que copió en su diario personal y los que habiendo sido publicados en libro fueron luego excluidos. La edición digital puede consultarla aquí.

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