Artículos

La Ciudad Cenicienta de Antonio Luquín

El lugar donde reina la “atmósfera enrarecida de la ira desenterrada”

Marzo, 2024

Primero fue el músico, luego el escritor, después el pintor… Sí: los diversos rostros de Antonio Luquín siguen manifestándose, siguen surgiendo y saliendo a la luz. Vea si no: Luquín (el músico) está ultimando un nuevo disco con su banda Kushíyava —tentativamente llamado Crystal KID—; Luquín (el escritor) está a la espera de la edición de una novela suya, Misa de cuerpo presente; mientras tanto Luquín (el pintor) —convertido ya en uno de los más interesantes artistas visuales mexicanos de la actualidad— regresa con una nueva exposición: Ciudad Cenicienta, la cual será inaugurada este 10 de abril en la Fundación Sebastián. Víctor Roura ha conversado con él.

Antonio Luquín (Guadalajara, 1959, aunque capitalino desde antes de elegir su camino artístico) no sólo es el líder de la banda roquera Kushíyava, cuyo nuevo álbum intitulado Crystal KID está ya en sus últimos toques sonoros (siendo el grupo, derivado de La Sagrada Familia, de esta corriente musical con el mayor número de discos grabados en la actualidad —más de centenar y medio de placas editadas—, aunque muchos denominados críticos roqueros desconozcan esta proeza), autor de la novela Misa de cuerpo presente, firmada como José Luquín (escrita en abril de 1988 y finamente revisada y supervisada en febrero de 2023), en la espera de su pronta publicación, es —Antonio Luquín—, asimismo, un relevante artista plástico, a punto de inaugurar su nueva exposición pictórica Ciudad Cenicienta —el miércoles 10 de abril, a las 19:30 horas, en la Fundación Sebastián situada en la Avenida Patriotismo 304 en la colonia San Pedro de los Pinos en la Ciudad de México.

Y a propósito de esta muestra conversamos con el destacado pintor.

El músico, escritor y pintor Antonio Luquín.

“La cremación de decenas de miles de difuntos”

—¿Por qué la Cenicienta en la nueva exposición? Es una palabra con significados, sobre todo, despectivos. Y Antonio Luquín siempre dice algo social en su actividad plástica.

—Efectivamente, Víctor, La Cenicienta nos remite a los estudios Disney. Fin del parecido. En el caso de Ciudad Cenicienta hablo de la ciudad de la ceniza volcánica, de las alarmas sísmicas, pero también de la cremación de decenas de miles de difuntos y de las cenizas de proyectos inconclusos. Hablo de una ciudad de pulmones congestionados a la que le ha sido arrebatado todo atisbo de grandeza, allí donde reina esa atmósfera enrarecida de la ira desenterrada.

“Los románticos contemplaban el pasado para restaurar el mundo que los asfixiaba, Ciudad Cenicienta, como el ave fénix, percibe su fin (uno más en su milenaria historia) y lo enfrenta con serenidad y con la confianza de que habrá de resurgir de sus cenizas después del fin. De ahí, algunos títulos de la muestra: Funerales para un tiempo perdido, La paz (es el reino de los muertos)…”

“La obra del artista es una estatua inacabada, permanentemente en construcción”

—Como artista plástico, ¿Luquín vivió alguna transformación estimulante durante este sexenio?

—Los sexenios son calendarios caprichosos y con fecha de caducidad, la obra del artista por el contrario es una estatua inacabada, permanentemente en construcción.

“El polvo removido a diario por el insidioso plumero de los gobiernos y los líderes políticos, pretendidamente carismáticos, son el accidente inevitable y objeto de reflexión para los creadores. Mientras el artista trabaja recorriendo, traspasando en realidad las fechas, aquéllos baten furibundos la ceniza y nos obligan a respirar su polvareda.

“Me gustaría agregar que no podemos confiar más que en nuestro trabajo y esfuerzo personal, nunca de programas asistenciales y becas; además, no creo en ninguna transformación social o personal, cuando es sólo degradación”.

Funerales para un tiempo perdido, obra de Antonio Luquín.

“El incendio del artista no es el de Nerón, es el del ave fénix”

—Pintura y música son los ejes de Antonio Luquín, si bien ya está en la espera de edición una novela, ¿dónde te concibes mejor como artista, en cuál papel puedes decir más que en otras zonas?

—Los incendiarios mueren calcinados en su propia hoguera. El artista, a su modo, es un incendiario, un fuego de múltiples recursos. En el caso de Luquín el pintor, al igual que el músico, ambos trabajan en favor del otro. El primero nos deja ver lo que el segundo nos permite escuchar. El literato es aquel que nos ayuda a comprender lo que vemos y oímos, pero, ironías de la vida, el artista trifásico permanece en buena medida un misterio para sí.

Ciudad Cenicienta es, en medio del enorme cementerio y ruido en el que vivimos, una esperanza, promesa de resurgimiento, porque el incendio del artista no es el de Nerón, es el del ave fénix”.

“La música interior sobrevive en medio del estruendo”

—A pesar de las burocracias oficiales, que tratan de impedirle a uno su existencia, Antonio Luquín no ha dejado de crear: esta Ciudad Cenicienta, como en numerosas muestras suyas, es una presencia irrefutable, un grito en esta oscuridad simulada, una barrida a la ceniza cotidiana.

—Ese grito en la oscuridad que dices me recuerda el cuadro de Edvard Munch: la llamada de auxilio en medio de la indiferencia, la música interior que sobrevive en medio del estruendo. Esa es la identidad del artista, debería serlo, el trabajo a contracorriente. ¿Cómo suspender o cancelar aquello que nos mantiene vivos? Las burocracias intentarán detenernos, los autócratas callarnos, pero lo único que sería capaz de inhibir nuestro quehacer es el miedo a ser, el miedo a la libertad. Porque no es fácil tomar las riendas de nuestro destino y muchos prefieren que alguien o algo tome el control de sus vidas. Llámese un dictador o las drogas que tanto hacen ambos por proporcionarnos un paraíso ficticio. Thomas Mann abandonó la Alemania nazi, Aleksandr Solyenitzin padeció el Gulag. Ellos fueron un grito en la oscuridad.

Área 33, pintura de A.L.

“Cada nuevo cuadro es un duro combate ajeno a recetas”

—Insisto en que tu pintura va más allá de los cánones formales de la técnica del dibujo, sino la acrecientas con embrujos estratégicos como el de la fotografía o el del diseño informal para decirnos cosas que apenas visibilizamos…

—Esos cánones formales son como todo estudio académico, un recurso valioso en manos del talento, pero pueden convertirse en una camisa de fuerza en ausencia del mismo. ¿Qué pasa cuando te formas solo?

“Lo único que puedo decirte, Víctor, es que he aprendido a enfrentar y superar las limitaciones del autodidacta con mucho esfuerzo y fe en lo que estoy haciendo. Observando atentamente todo lo que me rodea. Una vez que tienes la visión, la sigues con fidelidad. Cada nuevo cuadro es un duro combate ajeno a recetas; comenzar de cero una y otra vez, que no es poca cosa.

“La estrategia del inventor es desarrollar una nueva lengua, extraer de sí mismo algo que no existía antes de ti. Ahí tenemos a Rafael Cauduro, Arturo Rivera y tantos otros con diccionarios propios”.

“Las mafias culturales son como todas: una monarquía donde debes aprender a ponerte de rodillas y lisonjear a los príncipes”

—¿Cuántos años en la pintura, fuera de los círculos de la mafia cultural, han signado tu camino del arte? Curiosamente, contrario a lo que pudiera suponerse, en Antonio Luquín primero fue el músico, luego el escritor, después el pintor…

—Alrededor de 40 años, Víctor. Las mafias culturales son como todas: una monarquía donde debes aprender a ponerte de rodillas y lisonjear a los príncipes. Nunca he sido del tipo cortesano, ni me acomoda la vida palaciega. Y, sí, cuando llegó el pintor, el músico y el escritor ahí estaban ya para ayudarlo a afrontar la página en blanco. La urgencia de plasmar la visión del artista es lo que me llevó a la tela en un principio y, al poco tiempo, los primeros vocablos de esa lengua nueva fueron apareciendo frente a mí.

La sonda a Venus, cuadro de A.L.

“El artista es también aquel que, a su manera, debía denunciar la injusticia”

—¿Cuál es el papel, de haberlo, de un pintor de arte en la sociedad contemporánea? Ciudad Cenicienta, por sí misma, dice mucho en su solo título: no sólo le cae, como ahora, la ceniza del impredecible Popo sino, asimismo, la ceniza, que es decir el daño colateral, de lo peor de las decisiones políticas, de los embrujos de la siempre presente corrupción, de la demagogia, del vil burocratismo…

—El artista no sólo es el testigo de la época que le toca en suerte vivir, es también aquel que, a su manera, debía denunciar la injusticia. Los mejores lo hicieron. Ejercer la crítica de una sociedad acomodaticia y amodorrada es un recurso que supone rigor y honestidad. Víctor Hugo hizo la crítica de la pena de muerte en la Francia del siglo XIX y fue criticado. Emile Zolá defendió al capitán Dreyfus.

“En México, por ejemplo, Juan O’Gorman realizó el demoledor retrato de Nuestra maravillosa civilización mientras que Octavio Paz denunció con valor al Estado mexicano con su Ogro Filantrópico. Pero no sólo son los artistas, ahí está la prensa valerosa y la gente de a pie.

“Lo que vuelve insoportable la injusticia es también la demagogia y esa suerte de alegre cinismo con la que se expresa. El artista, el hombre de conciencia, tiene entre otras tareas barrer la ceniza y despejar la polvareda que ha cegado a tantos y eso, lo vuelve irremediablemente impopular, un grito en el desierto, una luz en la oscuridad”.

Related Articles

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Back to top button