Amor, desde la sombra, desde el dolor, te estoy llamando
Idea Vilariño fue (es) una de las voces más poderosas de la poesía hispanoamericana y, acaso también, una de las más desencantadas. Desde su revelación en 1945 escribió muchos de los poemas más intensos y más duros y sombríos en la espiral de la poesía universal. Algunos de los temas que plasmó en sus versos son el sinsentido de la vida, la naturaleza humana o el amor: esa fuerza incontrolable que todo lo anega y que le hizo dedicar algunos de sus poemas más descarnados al escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, con quien mantuvo un vínculo pasional. Solitaria y reservada, reivindicó la figura de la mujer tanto en sus escritos poéticos como en sus otras producciones. (De ahí que sus poemas amorosos, ampliamente celebrados, nombren con valentía inédita el sexo, trazando una comunicación honda entre el éxtasis del amor y un erotismo delicado y audaz). Montevideana de siempre —nació y falleció en esa ciudad en 1920 y 2009, respectivamente—, Idea formó parte de la generación del 45 uruguaya, junto con Ida Vitale o Mario Benedetti. En algún momento, Vilariño confesó: “Escribir poesía es el acto más privado de mi vida realizado siempre en el colmo de la soledad y del ensimismamiento, realizado para nadie, para nada”. Directa y sin artificios, así es la poesía que cultivó. Dejamos esta selección* de su obra como homenaje por su centenario natal…
Eso
Mi cansancio
mi angustia
mi alegría
mi pavor
mi humildad
mis noches todas
mi nostalgia del año
mil novecientos treinta
mi sentido común
mi rebeldía
mi desdén
mi crueldad y mi congoja
mi abandono
mi llanto
mi agonía
mi herencia irrenunciable y dolorosa
mi sufrimiento
en fin
mi pobre vida.
El desdén
Arcángel de ala negra
de ala cerrada que
de boca pura y desdeñosa
de hambre
de frío y de desdén
de galón de dolor
de estopa sollozante
arrastrado
sin luz
partido en dos
arcángel.
El miedo
Es amarillo afuera
ay dios
es amarillo
como un pájaro seco
hiriente y desplumado
como qué
doloroso.
Tiene miedo la tarde
tiene horror la mañana
el día que lastima
o se afila los dientes.
La noche hace una casa
negra pura y de todos.
La noche hace una casa
pero el terror golpea
y la llena de ojos.
Es amarillo afuera
ay dios
es amarillo
como un pájaro muerto
como una aguja de oro
de hielo
como un grito.
Es amarillo afuera
y adentro es amarillo.
Ven
Si fuera un ángel negro
o una madre
si se pudiera hablarle
convocarla
como hacían los poetas
ven muerte ven que espero
si fuera un dios voraz
alguien que oyera alguien
que comprendiera
toda esta noche toda
estaría invitando
estaría ofreciendo
estaría clamando
rompiendo el aire el techo el cielo
con mi voz
ven muerte ven
que espero.
Toda esta noche
toda
hasta que al fin
oyera.
El encuentro
Todo es tuyo
por ti
va a tu mano tu oído tu mirada
iba fue
siempre fue
te busca
te buscaba
te buscó antes
siempre
desde la misma noche en que fui concebida.
Te lloraba al nacer
te aprendía en la escuela
te amaba en los amores de entonces
y en los otros.
Después
todas las cosas
los amigos los libros
los fracasos
la angustia los veranos las tareas
enfermedades ocios confidencias
todo estaba marcado
todo iba
encaminado
ciego
rendido
hacia el lugar
donde ibas a pasar
para que lo encontraras
para que lo pisaras.
El amor
Amor amor jamás
te apresaré
ya no sabré cómo eras.
No habré vivido un día
una noche de amor
una mañana.
No conocí jamás
no tuve a nadie
nunca nadie se dio
nada fue mío
ni me borró del mundo con su soplo.
Lo que hubo fue dolor
lo solo que hubo
que fue colmado
atestiguó
fue cierto.
Pero dónde quedó
qué consta ahora.
Hoy el único rastro es un pañuelo
que alguien guarda olvidado
un pañuelo con sangre semen lágrimas
que se ha vuelto amarillo.
Eso es todo.
El amor
dónde estuvo
cómo era
por qué entre tantas noches
no hubo nunca
una noche un amor
un amor
una noche de amor
una palabra.
Te estoy llamando
Amor
desde la sombra
desde el dolor
amor
te estoy llamando
desde el pozo asfixiante del recuerdo
sin nada que me sirva
ni te espere.
Te estoy llamando
amor
como al destino
como al sueño
a la paz
te estoy llamando
con la voz
con el cuerpo
con la vida
con todo lo que tengo
y que no tengo
con desesperación
con sed
con llanto
como si fueras aire
y yo me ahogara
como si fueras luz
y me muriera.
Desde una noche ciega
desde olvido
desde horas cerradas
a la paz
en lo solo
sin lágrimas ni amor
te estoy llamando
como a la muerte
amor
como a la muerte.
Ya no
Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme.
Nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tú ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.
Ahora soy una mano
Ahora soy una mano,
una mano tendida,
una mano vacía,
abierta, azul y helada.
Para qué las violetas
y para qué la vida.
Para nada.
Ahora soy unos ojos,
unos ojos sin llamas
que se alargan vacíos
en la luz desolada.
Para qué los jazmines
y para qué la vida.
Para nada.
¿Y las claras estrellas
y las hojas caídas
y los libros azules
y las cuerdas del arpa
y los brazos en alto
y las manos transidas
y los gritos del cuerpo
y los gritos del alma?
Ah, no sé, ya no sé.
He quemado mi frente,
he quemado
los candores más íntimos,
la más alta esperanza,
he quemado mis panes
y he quemado mis trigos,
he quemado mi tierra
y he quemado mi agua.
Y ahora qué.
Ah, los ojos,
estos ojos sin nada.
Oye, te hablo a duras penas
Oye,
te hablo a duras penas,
con la voz destrozada.
Hace frío, estoy vieja
y nada vale nada.
Yo tenía un rosal lleno de rosas
y un vaso de miel clara
pero pensé pensé pensé,
y no me queda nada.
Yo me hundí en los días hondos, cálidos,
en mi alma perfumada,
en las noches absurdas y serenas.
Hoy me hundo en la nada.
Yo era tanto, tan bien, tan plenamente,
tan armoniosamente modelada,
y me deshice en piezas sin sentido
y casi no soy nada.
Ya no soy yo ni nadie.
Estoy deshecha, muerta,
no soy nada.
Pensé pensé pensé
y hoy ya no queda
más que esta pobre cosa destrozada.
Hoy tengo el corazón frío y azul
Hoy tengo el corazón frío y azul,
los ojos de neblina
y las manos heladas.
Ah, madre,
qué cansada estoy,
qué cansada.
Si ya no puedo más con este fardo
este fardo sombrío
que me he echado a la espalda.
Y estos que van conmigo
y que me escuchan
se miran y preguntan
¿De qué fardo nos habla?
Ah, madre,
no sabes cómo estoy
de cansada.
La tarde es una inmensa gota gris
La tarde es una inmensa gota gris
de un licor imposible que sobrepasó el ámbar.
Hundida en la penumbra yo quisiera decir
la tarde es una inmensa flor azul. Pero
la tarde es una inmensa gota gris
y yo no puedo nada.
La tarde cae y cae sobre mí
desde una inmensa cúpula de plata.
Entre la sombra espesa con olor a jazmín
soy una sombra espesa con olor a jazmín
que ya no espera nada.
La tarde es una inmensa gota gris
y es una inmensa cúpula de plata,
y yo qué
La tarde es una inmensa gota gris
y es una inmensa cúpula de plata,
y yo qué soy, qué soy en la tarde sin fin.
Sólo la sombra espesa con olor a jazmín
de una sombra, de nada.
*Los poemas aquí publicados han sido tomados de Material de Lectura de la UNAM —sitio web de libre acceso en el que la Universidad Nacional Autónoma de México comparte literatura mexicana y universal—, así como de Me gusta leer de la editorial Penguin Random House, que publica Poesía completa de Idea Vilariño bajo su sello Lumen.