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Guadalupe Dueñas es una deconstructora de mitos: Patricia Rosas Lopátegui

Diciembre, 2025

De tres cosas podemos estar seguros cuando hablamos de Guadalupe Dueñas: que falleció el 10 de enero de 2002, que es una de las más grandes cuentistas de México, y que dejó un puñado de relatos hoy ya clásicos en la historia de la literatura mexicana. Del día de su nacimiento, por otro lado, hasta ahora sigue la duda: una fecha señala que nació hace 115 años —en 1910—, y otra, proporcionada por la investigadora Patricia Rosas Lopátegui, señala que fue en 1907. Justamente ella es autora de un nuevo libro sobre la cuentista, poeta, ensayista, guionista y promotora cultural: Guadalupe Dueñas / Artífice de la palabra. Apuntan los editores en la contra: “La biografía inédita de la escritora, entrevistas, cartas y un acervo fotográfico son algunas de las primicias en este volumen”. Estefania Ibañez ha conversado con ella, con Patricia Rosas Lopátegui.

En 1943 enviaron a la escritora y poeta Guadalupe Dueñas de la Madrid a Los Ángeles, California, Estados Unidos, donde radicó hasta 1945: la instalaron en esa ciudad porque se enamoró, de lo que en casa se condenó como una pasión imposible: el sentimiento intenso lo experimentó por Juan Lerdo de Tejada, un empleado público que vivió en matrimonio.

A los siete años fue ingresada al Colegio Teresiano de Morelia porque su mamá, María Guadalupe de la Madrid Alatorre, no pudo hacerse cargo de ella y su padre, Miguel Dueñas Padilla, vendedor y seminarista, viajaba constantemente debido a su vocación.

A la fecha, el nacimiento de la también novelista y guionista sigue siendo una incógnita, debido a que se las ingenió para desaparecer todo rastro que delatara sus años: ese tema le parecía irrelevante, además le fastidiaba que cultural y socialmente se juzgue y se mida —porque aún existe ese estereotipo— a las féminas respecto a su edad.

Sin embargo, el natalicio más cercano o certero que se tiene de ella es el del 19 de octubre de 1907, en Guadalajara, Jalisco. Ese dato ahora se conoce gracias a la rigurosa indagación de la investigadora y maestra Patricia Rosas Lopátegui (Tuxpan, Veracruz, 1954), quien editó, prologó e hizo las anotaciones del libro Guadalupe Dueñas / Artífice de la palabra (Gedisa, 2025), el quinto de la serie InSurrectAs.

El ejemplar, que circula desde octubre en librerías, contiene textos inéditos y una amplia y fina selección fotográfica, no sólo de la artista, sino de su clan, de figuras públicas y de situaciones históricas. En algunas de las imágenes, Guadalupe posa para el escritor y fotógrafo Hans Beacham, y, en otras, se la ve en significativos momentos de su vida.

Charlamos con Patricia Rosas Lopátegui respecto al retó que significó reunir la información y curiosidades de la autora de las tres obras de cuentos y una de memorias: Tiene la noche un árbol (1958), No moriré del todo (1976), Antes del silencio (1991) e Imaginaciones (1977).

Sus obras son el mapa de su vida

Guadalupe Dueñas conocía muy bien los dolores provocados por el abandono, las despedidas, los enredos y los secretos, temas que representó con elegancia y muy buen humor en sus relatos y poemas. Sin embargo, esas características, en el mejor de los sentidos, colocaron en una situación difícil a Patricia, pues tuvo que dejar fuera de la edición varios textos relevantes.

—Todos los cuentos de Guadalupe son realmente fascinantes y fue un reto ver cuáles seleccionaba para representarla —dice Patricia—. No solamente quería incluir una selección de su cuentística, sino también de su poesía.

“Guadalupe Dueñas aborda temáticas distintas, estilos también muy diferentes. Hay algunos cuentos muy desgarradores donde ella manifiesta su soledad en la infancia, el dolor que padeció de nunca sentirse amada, como ese cuento de ‘La tía Carlota’. Por otro lado, quise incluir también relatos que mostraran ese sentido del humor que tenía y esa visión tan caústica de la realidad y de la condición humana”.

La investigadora y maestra Patricia Rosas Lopátegui. / Foto: cedida.

La escritora tapatía fue muy particular y celosa de su vida privada, no le apeteció contar detalles de ella e, incluso, alejó a su familia de algunas de sus intimidades. Siempre encontraba la manera de escabullirse, de salirse por la tangente para no argumentar sus pericias, sólo que, en sus obras, dejó un claro y amplio mapa para conocerla.

—Muchos de sus cuentos son definitivamente autobiográficos, y en la poesía igual. Ella comentó en una entrevista que el arsenal de sus relatos habían sido sus poemas, porque primero, antes que nada, quiso ser poeta. Y bueno, el padre Méndez Plancarte, que fue su guía espiritual y su guía también dentro del campo de la literatura, le dijo que no, que se olvidara de la poesía y que se dedicara a la narrativa.

“Me pareció muy revelador lo que le dijo Guadalupe Dueñas a una de sus sobrinas, a Luz María Díaz Dueñas, conocida en el mundo familiar como Luchita. Voy a parafrasear: ‘Pon mucha atención en lo que dice y no dice el escritor; y también pon mucha atención en qué estaba sucediendo en la vida del escritor o de la escritora en el momento en que narra equis anécdota en el texto’. Ya ahí nos está indicando obviamente lo que ella hacía”.

Amor y rencor: la relación con su padre

La artista vivió dualidades y claroscuros familiares. Con sus progenitores, especialmente con su papá, mantuvo una relación de admiración y rencor: el hombre fue a la par flexible y riguroso en la vida hogareña, ya que para él era importante inculcarle a su familia conocimientos respecto al catolicismo.

—Vivió unos sentimientos muy ambivalentes en torno a la figura paterna —reconoce la investigadora—. El padre fue un hombre muy estricto, iba a ser sacerdote, era seminarista, de pronto conoce a la madre de Guadalupe Dueñas, se enamora perdidamente de ella y “cuelga los hábitos”. Pero él seguía actuando como un sacerdote con sus hijas y con su esposa, era como si fuera el presbítero de la familia.

Miguel Dueñas Padilla poseía una mentalidad poco habitual y llevaba a cabo acciones excéntricas, rasgos que nutrieron la imaginación de la artista, pues inspirada en la realidad que vivió a su lado creó piezas escalofriantes.

—El padre era un ser extraordinario también, hacía unas cosa que eran completamente fuera de la realidad, como poner a su hija que muere recién nacida en el bote de chiles y que, con base en esa experiencia, Guadalupe Dueñas escribió uno de los cuentos más maravillosos de la literatura universal: “Historia de Mariquita”. Pero no sólo eso. Asimismo dice que su papá cazaba los gatos y que los cocinaba, que hacía muchas excentricidades.

En muchos aspectos de su vida, la poeta confrontó realidades emocionales y, aunque los sentimientos la tambaleaban, las letras fueron su mejor herramienta para dar salida a todo su afecto, su dolor, sus angustias y más estados anímicos.

—Cuando muere el padre, parece que ellas se sintieron liberadas de la rigidez en la que vivían, sin embargo, también hay unos poemas llenos de amor, muy conmovedores de lo que significó él para ella.

“Sí hubo esa ambivalencia. Por un lado, un profundo amor, un profundo respeto, un profundo cariño hacia su padre; pero, por otro lado, también quizás un resentimiento tanto hacia él, como hacia su madre”.

Portada del libro Guadalupe Dueñas / Artífice de la palabra.

Pese a los rechazos, se eligió

La escritora mexicana fue escudriñada por la soledad desde su niñez, realmente nunca se sintió respaldada por sus padres y más familiares, sólo que no retribuyó al mundo de la misma manera: ella amaba genuinamente, sobre todo a su clan, aunque también se permitió mostrar cariño sin restricción a sus parejas en diferentes épocas.

—Guadalupe era una mujer sumamente amorosa; tenía un gran corazón y amaba desencadenadamente —dice la investigadora—. En su adolescencia, obviamente tuvo novios; en su juventud, tuvo enamorados y a todos los atosigaba. Quizá por eso los chicos rompían la relación con ella, porque era sumamente encimosa, diríamos, quizá por la carencia que tuvo en la infancia de no sentirse totalmente amada, cobijada por una familia.

En su faceta adulta se enamoró con ilusión de dos varones que simplemente no le correspondieron con el mismo entusiasmo, pero esos sinsabores no la incitaron a renunciar a sus pasiones, más bien las alimentaron.

—Esa soledad que sintió desde niña quizá se refleje en esa manera en que ella trató de relacionarse con los novios —comenta Patricia Rosas Lopátegui—. Efectivamente, dos personajes son los que saltan a la vista de los que ella se enamoró ya en su edad madura: uno de ellos fue Juan Lerdo de Tejada, pero era un hombre casado, entonces ahí no podía fructificar esa relación.

“De hecho, no pudo fructificar ninguno de sus amores. Se enamoró, sí, pero ni con Juan Lerdo de Tejada ni con Fausto Vega logró que algo madurara. Pero ella siempre se levantaba, y creo que su gran santuario fue la escritura donde pudo volcar, analizar y expresar todos sus sentimientos, pero al mismo tiempo hacer una crítica muy caústica y muy acerba sobre la situación: la condición de la mujer en la sociedad patriarcal, sobre la maldad, sobre las intrigas, sobre las relaciones amorosas infructuosas, el desamor, la soledad, la muerte… Ella toca temas universales en toda su obra”.

Maternidad subversiva

Después del fallecimiento del patriarca Francisco Armida Cabrera, cercano del clan y apodado como Daddy (Papito), respaldó emocional y económicamente a la familia Dueñas de la Madrid; y como en todas las relaciones, hubo sabores agridulces.

Pese a que tuvieron ese apoyo, la escritora, que se autoproclamó como Mama Pita o Mampi —en algún período de su existencia—, decidió trabajar para aportar al hogar y también eligió ser la líder familiar, lo que deja en evidencia una de las rebeldías de la autora: si bien no fue madre biológica, el rol procuró cumplirlo de la manera más cariñosa y saludable con quienes le seguían los pasos.

—Ejerció la maternidad no solamente con sus sobrinas, también con sus hermanas, porque al morir el padre, como ella era la mayor, se hace cargo… aunque sus hermanas de igual forma eran mayores. Y, no obstante que su madre vivía, va a ser una especie de figura materna y paterna también.

“Y después, efectivamente con sus sobrinas y con sus sobrinos. Sí, va a ser una maternidad no biológica, pero sí una maternidad en donde ella volcó todo su amor, toda su generosidad”, puntualiza la investigadora.

Pita vestida toda de rojo, uno de sus colores preferidos (Ciudad de México, en el jardín de la casa de su hermana Lourdes, 1990). / Foto tomada del libro Guadalupe Dueñas / Artífice de la palabra.

Traición, desilusión y despedida

En la década de los años setenta, la guionista comenzó una odisea en la administración pública al lado de su amiga Margarita López Portillo, quien fue directora de Radio Televisión y Cinematografía (RTC), en la Secretaría de Gobernación, además coordinó el Teatro de la Nación.

Estar a su lado tuvo como consecuencia que Guadalupe, ya convertida en asesora de eventos culturales de la RTC y secretaria privada no oficial, eligiera abandonar las letras, las mismas que en su momento la apapacharon y la levantaron en los días de caos.

Patricia se imagina aquellos días:

—Debió haber extrañado muchísimo ese santuario, ese refugio que fue para ella la literatura. Primero se retira del mundo de las letras en 1977, a raíz de que llega a la presidencia José López Portillo. Ella era amiga de la familia por ser originarios de Guadalajara. Cuando Margarita le pide que trabaje con ella, que la ayude, pues Guadalupe deja la literatura y, lamentablemente, se dedica a viajar con Margarita durante todo ese sexenio. Obviamente su literatura va a padecer, pues no va a poder dedicarse a ella como lo había hecho antes.

En todos los ámbitos de su vida Guadalupe dejó el alma, se comprometió, sin embargo, en su paso por la política se encontró con una desgarradora decepción y traición: su amiga de toda la vida la acusó de hurto y la expulsó con agresividad.

—Margarita López Portillo únicamente la utilizó, por su puesto, porque no tenía la erudición, la imaginación, la creatividad, la fuerza, el poder, el carisma que tenía Guadalupe Dueñas; la utilizó para que le escribiera sus discursos, para que viajara con ella, para que la apoyara.

“Antes de que terminara el sexenio, a principios de los años ochenta es cuando la acusa de robo y ahí, claro, fue el golpe mortal para Guadalupe Dueñas. Ella decide retirarse de ese mundo caníbal de la literatura y de la política”.

No obstante, en 1991 la escritora sacó a la luz su cuarto libro, Antes del silencio, con la ayuda de su hermano Manolo, quien la motivó todo el tiempo. Sin embargo, lo que se pensó sería un retorno, realmente fue una rotunda despedida.

—Lo terminó, se lo publicó el Fondo de Cultura, pero el libro era para retirarse definitivamente del mundo de la literatura. Fue muy triste y muy doloroso.

Fama sí, pero también descrédito

Se debe destacar que Guadalupe posicionó su nombre en el medio cultural universal. Otros escritores y escritoras de diferentes países la admiraban y reconocían por su simpatía y sus capacidades artísticas e intelectuales.

—Guadalupe Dueñas en vida, en los años cincuenta y sesenta, fue traducida a otros idiomas, sus cuentos se publicaron en un sinfín de antologías. Además, constantemente aparecía en los suplementos literarios de la Ciudad de México, cobijada, celebrada, admirada, desde Emmanuel Carballo, Alfonso Reyes, Octavio Paz, Rosario Castellanos, Pita Amor… Muchos hablaban de ella.

“Vivió la fama como escritora, como intelectual, como promotora cultural, porque fue una de las fundadoras de la revista Kena, que se considera una de las revistas feministas de la época de los años sesenta; además de publicar en la Revista de la Universidad de México, publicó en el Fondo de Cultura Económica, fue becaria del Centro Mexicano de Escritores, del 61 al 62, cuando escribió su novela Memoria de una espera.

“Estaba en el candelero, era realmente una escritora muy bien establecida, pero lamentablemente lo que truncó esa carrera fue precisamente el sexenio de López Portillo: que ella se haya aliado a Margarita, eso yo creo que le afectó mucho, la manera en que la percibieron los escritores, los intelectuales, como una persona que pasa a formar parte del sistema”, reconoce la maestra.

La escritora no se salvó de las miradas y palabras hirientes de sus contemporáneos que no respetaban su intelecto y su creatividad, lo que culminó en una desilusión que marcó dramáticamente su vida personal y artística.

—Pero, además, hay que recordar que sufrió el descrédito por haber trabajado en Telesistema Mexicano, por haber escrito telenovelas —puntualiza Patricia—. Esos intelectuales que la criticaban, que no la aceptaban, que comenzaron a cerrarle las puertas o hacerle críticas negativas, finalmente terminaron o estaban coludidos con el poder, porque son los escritores del canon y ella, Guadalupe, nunca estuvo en ese canon literario precisamente porque nunca se vendió a ningún poder. Me parece muy hipócrita y muy injusto lo que hicieron. Creo que sí terminó decepcionada, desilusionada y por eso se retiró completamente y se refugió en su familia.

Guadalupe Dueñas en su casa de Puebla 247. (ca. 1967). / Foto tomada del libro Guadalupe Dueñas / Artífice de la palabra.

No es artista de un solo género

Guadalupe no escatimó en sus exploraciones y enfoques literarios, especialmente a sus relatos les otorgó algo de misterio, horror y ternura, al tiempo que pretendió mantener siempre su carácter divertido.

Y mejor no pretender y tratar de encapsularla a estas alturas, reconoce la investigadora:

—Es complicado definirla con una sola palabra, a pesar de que nada más nos dejó publicados tres libros de cuentos. Tenemos un cuento muy festivo como “Carta a una aprendiz de cuentos”, donde de una manera tan hilarante va a explicándole a esta aprendiz cómo debe de escribir un cuento y se está mofando en realidad del famoso Decálogo del perfecto cuentista de Horacio Quiroga… Es que Guadalupe Dueñas es ante todo una gran desmitificadora, es una deconstructora de mitos, de convenciones. Es totalmente anticonvencional, con un gran sentido del humor.

Aunque la mayoría de sus cuentos tienen desenlaces aterradores, logran conmover y provocar debates, pues los temas que aborda en ellos son de interés social, como los diferentes tipos de violencia que predominan en el país.

—Tenemos a una escritora que dices, por ejemplo, “esta es una máxima representante del gótico”. El cuento de las hermanas Moncada, “Al roce de la sombra”, que es totalmente diferente y con ese estilo tan difícil de llevar a cabo que es el gótico del terror y que culmina de una manera espeluznante.

“Y lo que es la decadencia de una familia, la decadencia de una sociedad, hace una crítica muy aguda. El clasismo es otro de los temas de Guadalupe Dueñas, siempre hay una crítica al clasismo, al racismo que persiste en las sociedades”.

No es necesario establecer a la autora de Guadalajara en una sola categoría, porque sencillamente fue libre en su quehacer artístico, en cualquiera de los géneros que dispuso, y ,en las estructuras que prefirió, plasmó honestidad, fuerza e intensidad.

—En fin, yo diría que es una escritora polifónica, que tiene muchas voces, que maneja diferentes temáticas y también extensiones, porque hay cuentos un poco más extensos como “Al roce de la sombra” y hay otros cuentos breves como “Digo yo como vaca”, que es media cuartilla, pero que tiene un poder de síntesis realmente extraordinario. Y no sólo eso: para mí plantea la nueva condición de ser mujer, es decir, cómo debemos de ser las mujeres.

¿En qué sentido lo dice? Patricia argumenta que en el pensamiento global, la vaca se ha visto como un animal que no agrada y que carece de belleza. Empero, el relato de Guadalupe es desmantelador y es una alegoría de las féminas que invita a cambiar de perspectiva, a observar y apreciar a este ser vivo con más compasión e inclusión.

—Ves a las vacas con otra mirada, con una mirada nueva, fresca, humana —finaliza Patricia Rosas Lopátegui—. Para mí, ella es una metáfora de cómo debemos de ser las mujeres, como esas vacas: meditar, soñar, contemplar, imaginar, ayudar a los demás, estar orgullosas de nuestra feminidad, de amamantar a nuestros hijos sin ningún prejuicio, como la vaca que amamanta a su becerro. Me encanta: es uno de mis textos más amados de Guadalupe Dueñas.

Nota bene: el video de la charla completa se publicó en el canal de Youtube de Patricia Rosas Lopátegui: enlace.

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