Julio, 2023
¿Cómo es el sonido de J. J. Cale?, le preguntaron en una ocasión. Él respondió: “Es casero. Soy técnico de sonido. Toco la guitarra y compongo, pero mi oficio de origen es técnico. Todos estos sonidos en mis discos los hice yo manipulando. En líneas generales, ése es el sonido de J. J. Cale. La mayor parte de mi obra se resume en yo mismo enchufando y desenchufando. Además de controlar los botones, compongo las piezas, canto, toco la guitarra, hago los arreglos, las cositas, realizo varias tareas al mismo tiempo”. De Johnny Cash a Eric Clapton pasando por Dire Straits, todo el mundo le debe algo a J. J. Cale: Bryan Ferry, Chet Atkins, Captain Beefheart, Deep Purple, Bashung, Lynyrd Skynyrd, los Allman Brothers, Santana, The Band, Starsky & Hutch, Eddy Mitchell, Phish, Jerry García, Waylon Jennings, John Mayer, Bobby Bare... Ahora que se cumple una década de su partida —J. J. Cale llegó a este mundo el 5 de diciembre de 1938 y falleció el 26 de julio de 2013—, Víctor Roura recuerda al legendario guitarrista, compositor y cantante estadounidense.
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Un año antes de que comenzara a rodar en los foros el cantante norteamericano John Weldon Cale —nacido en Oklahoma el 5 de diciembre de 1938— como compositor que dominaba diversos instrumentos como la guitarra, el piano y el bajo, en 1957 ya estaba en la escena roquera el británico, también vocalista, guitarrista, tecladista y bajista, John Davies Cale —quien viera la luz primera en el Reino Unido el 9 de marzo de 1942— como parte básica de Velvet Underground, la banda de donde emergiera Lou Reed, de manera que un agente de audiciones se vio en la necesidad de sugerirle al primero que se hiciera llamar J. J. Cale para evitar cualquier confusión con el segundo ya que ambos músicos, pese a sus distintos orígenes natales, se hallaban trabajando en Estados Unidos: J. J. Cale contaba con dos décadas de vida y John Cale apenas llevaba consigo tres lustros encima, en estos momentos con 81 años de edad mientras que J. J. Cale ya descansa en paz desde hace una década, fallecido en California el 26 de julio de 2013.
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Sin dejar dudas en su trayectoria, en el documental de Jörg Bundschuh, To Tulsa and Back: On Tour with J. J. Cale, el compositor planteó el verdadero acontecer del cambio en su nombre refiriéndose, con nombre y apellido, al responsable de su nuevo apelativo: Elmer Valentine, copropietario de la discoteca Whisky a Go Go de Sunset Strip, lo contrató a mediados de la década de 1960 nombrándolo J. J. Cale para que nadie lo relacionara con el otro John Cale que ya intervenía con el grupo del artista plástico Andy Warhol: Velvet Underground, modificando de una vez y para siempre el nombre del artista oriundo de Oklahoma, de quien el sin par Neil Young (Canadá, 1945) diría que, después de Jimi Hendrix (1942-1970), no había otro mejor guitarrista eléctrico que J. J. Cale.
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Si alguien me preguntara qué no me gusta de la música de J. J. Cale indudablemente respondería que, sí, una sola cosa: la corta duración de todas sus canciones, porque por lo demás es un compositor insigne, incluso padre musical de numerosos artistas que ignoran, o no quieren decirlo, su procedencia ilustre, aunque varios sí lo reconocen, entre ellos el inglés Eric Clapton (1945) quien prácticamente lo adoptara como maestro de su música reinterpretándolo en diversas ocasiones, creando una vaga sensación de ejecutar sus propias piezas cuando no son en realidad suyas: se cuenta, por ejemplo, que a principios de los setenta el sello Liberty ya había determinado desahuciar discográficamente a J. J. Cale de no haber otorgado Eric Clapton una nueva versión de la pieza “After midnight”, justamente compuesta por Cale en 1966, que vino nuevamente a impulsar la carrera musical de este magnífico autor del sonido Tulsa, una simplona etiqueta de los mercaderes de la música que gustaban encasillar con prontitud la música de Cale para poderla vender con ese título en las tiendas de discos. Clapton, en su primer álbum en solitario dado a conocer en agosto de 1970, incluyó la canción “After midnight” que resucitó a Cale de modo involuntario, pues la compañía que prácticamente lo había ya desechado volvió a confiar en él fijándose, sobre todo, en la vasta recuperación económica de aquel disco de Cale que yacía en la indiferencia de los consumidores.
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Con un solo gesto se muestra, a las claras, quién era este gran compositor cuya música, dicen los expertos críticos especializados estadounidenses, combina “relajadamente” el blues con el rockabilly, el country y el jazz, aunque con mayor entereza se pueda afirmar que la música de J. J. Cale gira maravillosamente en torno del country rock. El gesto: en el mismo documental To Tulsa and Back comenta Cale que la única vez que fuera invitado al popular programa televisivo American Bandstand “declinó la oferta cuando supo que no podía llevar a su grupo” porque era requisito esencial presentarse mediante playbacks para evitarse, la televisora, impredecibles desperfectos musicales o posibles yerros vocales, algo así como si Cale no hubiera aceptado la invitación al programa Siempre en Domingo de Televisa, emisora que decidía qué artista debía ser impulsado y cuáles otros no.
De igual modo es conocida la aversión de Cale por el estrellato, la fama, las giras largas y las grabaciones periódicas exigidas por los negociantes de la música, razón por la cual sólo posee en su haber un catálogo de decena y media de álbumes —comenzando con algunos sencillos en 45 rpm en los sesenta hasta conformar su primer álbum conceptual intitulado Naturally de 1971 y finalizando con el póstumo Stay Around, con canciones inéditas mezclado y producido por el propio Cale, publicado en abril de 2019— que aparecían luego de extensas ausencias. Por ello, pese a ser ampliamente reconocido por respetados roqueros y por diversas bandas como Jerry García, Phish, Clapton, Lynyrd Skynyrd, Waylon Jennings, John Mayer o Carlos Santana, J. J. Cale representa, sin vacilaciones, al ejemplar músico de culto cuyo mote ha sido adquirido (lo de culto), en bastantes ocasiones, por músicos conservadores y apegados a las normas mercenarias del comercio musical.
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Clapton nunca ocultó el asombro que le causaba musicalmente J. J. Cale al grado de que, en la práctica, materializara el estilo de su admirado maestro —siete años mayor que él— en su propia forma de personalizar las canciones, no en vano, a sabiendas de la reticencia de Cale por acceder a los privilegios que pudiera acarrearle su prestigio —y de sus complicaciones financieras—, lo contactó para grabar juntos un álbum compartiendo los créditos musicales y las regalías económicas, generosidad que no pudo ser rechazada por Cale dando, ambos, el sorprendente resultado discográfico en 2006 intitulado The Road to Escondido —premiado predeciblemente en los Grammy como el Mejor Álbum Contemporáneo de Blues sobre todo por la participación de Clapton—, disco que, de algún modo, catapultara a Cale con las generaciones que lo ignoraban, una de las benignas finalidades de Clapton al trabajar en este disco.
Y a su muerte en 2013 —la de Cale—, Clapton no dudó en absoluto en rendirle otro homenaje discográfico reuniendo a gente como Tom Petty (1950-2017), John Mayer (1977), Willie Nelson (1933) o Mark Knopfler (1949) para producir el álbum The Breeze: An Appreciation of JJ Cale en 2014, otra joya grabada con magníficas composiciones de Cale, quien interviniera en una ocasión, en 2006, en el Festival Crossroads que dirigía Eric Clapton.
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A pesar de su decisiva, y enorme, influencia musical en numerosas asociaciones roqueras (baste citar a Bob Seeger y a Dire Straits), J. J. Cale apenas pudo asomarse a los top ten populares financiados por los emporios de la música. No pudo pasar del lugar vigésimo sencillamente porque los ejecutivos de la música no confiaban a plenitud en las ventas, que no eran millonarias, de sus discos, argumento por el cual no se reñían por colocar en los primeros sitios una canción de un roquero que no generaba divisas extraordinarias para la industria: hacia mediados de los noventa precisamente se dio a conocer la corruptela en los ranking de la música con el asesinato, nunca esclarecido —u oscurecido por los magistrados que dieron pronto carpetazo a la circunstancia sobornadora—, de un nuevo encargado de elaborar el estatus de las canciones que eran más solicitadas por la audiencia para configurar así la clasificación de los artistas en la revista norteamericana CatchBox sin saber —asunto que le costara la vida al actuar con ética rechazando el dinero que le ofrecían a manos llenas para continuar tejiendo el “éxito” de artistas cuyas canciones en realidad no eran pedidas a raudales por los espectadores, tal como se hacía creer en dicha publicación—… sin saber que esta “popularidad” era costeada por los empresarios que aportaban dinero para que los nombres de sus empleados —músicos contratados— resaltaran en la contienda mediática.
J. J. Cale, en efecto, es el imponderable ejemplo del grandísimo creador que no cumple con las expectativas empresariales, quizás por eso mismo ocupa un lugar cimero, irrebatible, en mi corazón roquero.