Febrero, 2023
Tomando como punto de partida sus propios recuerdos y vivencias como joven músico, Alberto Zuckermann reconstruye en su nuevo libro una cartografía cultural del incipiente mundo sonoro del jazz durante la década de 1960 en el entonces Distrito Federal. Bajo el título de «El jazz en la Ciudad de México, 1960-1969», este ensayo es también un retrato de la ciudad de aquellos días y de su vida nocturna, al mismo tiempo es una ventana a los compositores e intérpretes más emblemáticos, sus presentaciones más relevantes, los recintos que albergaron su florecimiento y los promotores que impulsaron el desarrollo de una comunidad musical que permitió acercar la esencia del género a un público más amplio y diverso. Víctor Roura ha conversado con el también pianista y difusor del jazz, don Alberto Zuckermann.
Alberto Zuckermann (Ciudad de México, 1946) no sólo es músico y escritor, o escritor y músico, sino también ha sido funcionario cultural en el mundo (durante su estancia en Polonia, por ejemplo, conoció, antes de ser la figura que luego fue, a Ryszard Kapuściński). Luego de permanecer en el Fondo de Cultura Económica en una fila que parecía interminable, por fin su libro El jazz en la Ciudad de México 1960–1969 ha salido de las imprentas del prestigiado sello del Estado mexicano. La conversación gira en torno, por supuesto, a su nuevo libro, el cual exhibe la década donde la música ha elevado sus alas de la manera más creativa posible, según nos subraya el pianista.
El descubrimiento del jazz
—La década de los sesenta fue fundamental en México para el conocimiento del jazz, nadie como tú para notificarlo. Sin embargo, muchos se preguntarán por qué nada más estos años sin contar los siguientes. Sólo tú tienes la respuesta. ¿Por qué resaltar específicamente los sesenta en un volumen sobre la música del jazz?
—Los sesenta fueron la década en que descubrí el jazz. En esos años florecían las carreras de algunos de los mejores músicos que ha dado el género tanto en el extranjero como en nuestro país, tal era el caso del saxofonista John Coltrane y del pianista Bill Evans o entre nosotros el saxofonista Juan Ravelo y los bateristas Tino Contreras y Leo Acosta. Una de mis novelas lleva el titulo ¡Ah, los 60’s, qué suerte de vivirlos!, el cual está tomado de una frase publicitaria que se usó entonces. Y pienso que realmente fue una suerte, ya que muchos jóvenes de entonces abrimos los ojos y nos rebelamos ante la realidad circundante. Buena parte del jazz que se hacía entonces era contestatario e innovador.
Menos vigor y creatividad en los setenta
—Independientemente de que el jazz modificó tu vida, convirtiéndote incluso en un pianista de esta corriente musical, ¿por qué escribir un libro sobre este género precisamente en los sesenta y no, digamos, en las décadas posteriores o notificar todo el jazz que se ha presentado en el Palacio de Bellas Artes, por ejemplo, catálogo que seguramente tienes apuntado y que tal vez termina con la presencia de Keith Jarrett?
—Hace nueve años, junto con Susana Ostolaza, salió un libro que hicimos sobre el jazz en Bellas Artes y ahí consigno, entre otros, al gran Keith Jarrett con su presentación en ese recinto. Por otro lado, ya en los setenta yo empecé a incursionar en nuestro medio como pianista de jazz y no soy de la idea de ser juez y parte, además de que me parece que a partir de esa década el jazz se fue contaminando demasiado con otros géneros y fue perdiendo algo de su esencia. A eso hay que agregar que el jazz fue volviéndose una música menos popular en la que varios de los grandes músicos padecieron menos empleo o desaparecieron del mapa, ya sea por su fallecimiento o porque les quitaron los reflectores. Para mí el jazz a partir de los setenta perdió parte de su vigor y creatividad, salvo algunas notables excepciones.
Las letras, encima del cine
—Antes de la música, el cine fue básico en Alberto Zuckermann, al grado de haber sido el primer jefe de programación de la Cineteca Nacional cuando ésta estaba ubicada en Tlalpan y Churubusco, antes del fatal incendio que la destruyera durante el lopezportillato. ¿Cómo entonces se fue definiendo el escritor, ya con media decena de libros en su haber, y el pianista de jazz?, ¿de veras influyeron tanto las audiciones jazzísticas en la Ciudad de México, como apuntas en el libro?, ¿realmente Bill Evans caló hasta el fondo de Alberto Zuckermann?
—El cine y la literatura han sido también mis pasiones. Con la primera trate de incursionar en la realización fílmica, pero pronto me di cuenta que ni en lo de la fotografía ni en lo de la edición era ducho y lo dejé optando por hacerlo en el plano administrativo. Mi incursión en las letras llegó más tarde, ya cuarentón, y es algo en lo que sigo persistiendo. De hecho estoy terminando mi sexta novela. Debo decir que siempre escribo acompañado de la música de jazz.
“Bill Evans ha sido mi pianista favorito desde los sesenta; pero con el tiempo, al adentrarme en su vida, he descubierto aspectos que no me gustan, como su dependencia a las drogas fuertes y que era un hombre de ideas políticas de derecha. Claro que al escucharlo, sobre todo en sus trabajos de los años sesenta, eso se me olvida, más bien lo paso de largo”.
Los sesenta, el último gran periodo musical de calidad y productividad
—¿Los sesenta entonces determinaron la atmósfera musical que hasta hoy concebimos como creativa fuera de los estratos comerciales? ¿Por qué no se ha vuelto a dar un alcance similar de altos vuelos en el territorio musical? ¿Qué fue lo fundamental, para Alberto Zuckermann, en los sesenta, por qué escribir un libro sobre esa década nada más, aparte de que personalmente te determinara como músico donde, por cierto, no figura tu nombre en el diccionario del jazz mexicano realizado por Malacara Palacios?
—En los años sesenta todavía dominaban la escena los músicos que se habían formado en la brega siendo parte de agrupaciones de grandes líderes y que en esa década emergieron con sus propias bandas y grabaciones. Eran intérpretes originales y en su gran mayoría no eran producto de universidades o conservatorios, lo que sí vino a ocurrir después. Para mí ese periodo fue el último de gran calidad y productividad.
“Tal vez Antonio Malacara Palacios no me conocía entonces, sin embargo ya me incluyó en su más reciente publicación (la enciclopedia fonográfica, tomo I)”.
Hasta futbolista de joven
—No te asumes como juez y parte, dices, de la música, pero tampoco Federico Arana, gran crítico del rock, se asumía como juez y sin embargo no deja de crear canciones con la banda Naftalina. De igual modo, tu condición de escritor no te ha arredrado a la hora de componer jazz. ¿No hace más falta que las artes se fusionen entre sí para el bien de la cultura en general?
—Creo que son caminos aparte y aunque en varias de mis novelas aparece el jazz es complementario. Lo central es la historia que hay en ellas. En la vida uno asume varios roles y ese ha sido mi caso. He sido funcionario cultural, intérprete de jazz, escritor y hasta futbolista de joven.
Las experiencias
—¿Diferencias los procesos de creación cuando compones música o escribes un libro? ¿Cuál de estas tramas de la imaginación te absorbe más? ¿Qué mira Alberto Zuckermann en el momento de tener en las manos un libro o un disco suyo?
—Son diferentes, aunque me absorbe más la escritura literaria ya que es algo de mayor calado al ser novela. La satisfacción de por fin haber concluido algo que deseaba hacer y que me llevó un buen tiempo de trabajo, si bien a veces pienso que pude haberlo mejorado o hacerlo de otra manera, pero hay un punto en que a veces el tiempo te hace ver que quedó de acuerdo a tus expectativas.
El otoño varsoviano
—De tus libros o de tus discos, ¿ha habido uno que haya sido más exhaustivo que otro o todos te merecen un capítulo especial? Se dice que en la obra siempre hay uno o dos procesos significativos, ¿es cierto en tu caso?
—Pienso que la novela que estoy concluyendo, la sexta, es la más exhaustiva y la más ambiciosa. Tentativamente se llama Otoño varsoviano y en ella combino la confesión personal con lo epistolar. A mediados de año espero tenerla lista.
El compacto musical, pasado de moda
—Yo hubiera pensado lo contrario, Alberto, que la música giraba más en tu entorno; pero, vamos, es menos complejo para ti crear composiciones que escribir, lo que nos habla, de muchos modos, de una comprensión mayor al ejercicio de las partituras, ¿por qué entonces hallamos menos discos en tu catálogo personal que libros?
—La creación literaria ha sido para mí más ardua y en ella ha intervenido menos lo que podría llamarse la inspiración o algo que de repente se me ocurra y lo desarrollo. Mi trabajo musical no sólo está presente en los pocos discos que he grabado, también cuento con un par de dvd y cintas y cassettes de varias de mis presentaciones, sin embargo actualmente la venta de discos compactos parece haber pasado de moda y además para sacar un disco hay que invertirle ya que casi nadie lo patrocina en este género musical en nuestro medio.
Luz verde en este sexenio
—Así como es arduo grabar ahora música es también complicado editar libros, o que lo editen a uno. Rafael Acosta, el baterista de Los Locos del Ritmo, publicó hace poco su autobiografía con dinero suyo porque nadie quiso publicarlo. ¿Fue difícil editar en el Fondo de Cultura Económica tu nuevo libro sobre la música en los sesenta?
—Un libro de las características y del tema que abordé no era fácil que me lo editaran, así que me empeñé en hacerlo llegar al Fondo de Cultura donde ya había algunos antecedentes al respecto. El libro lo tuvieron ahí desde finales del sexenio pasado y ya en el actual me dieron luz verde. Sin embargo, había otros libros por sacar antes del mío y luego se atravesó la pandemia. El libro finalmente vino a salir hasta finales del año pasado.
La autobiografía musical
—Finalmente, me queda la inquietud de preguntar si aún quedan dispersas anotaciones, apuntes o subrayados tuyos sobre la música posterior a los sesenta, porque supongo que, salido ya el libro, has desechado todos los papeles que te apoyaron en la hechura del nuevo volumen. ¿Ya no valdría la pena hablar sobre la música realizada después de los sesenta?
—Una vez que concluya la novela en que estoy empeñado, contemplo la posibilidad de escribir un libro de corte autobiográfico sobre mi trayectoria musical. No porque crea que ésta sea de gran relevancia, sino porque en ella habría un testimonio de lo que experimenté y conocí en el transcurso de la misma. Pienso que eso puede ser interesante y contener información adicional a lo que ya he dado a conocer en mis libros anteriores sobre el tema. Desde luego que he conservado algunos apuntes, recortes, programas y entrevistas que hice en mis colaboraciones para tu sección en El Financiero y en la Fonoteca Nacional a algunos notables jazzistas de nuestro país. Todo lo cual abarcaría hasta nuestros días.