Diciembre, 2022
En la contraportada de Qatar / Sangre, dinero y futbol, del periodista Fonsi Loaiza, los editores escriben: “El Mundial de Qatar 2022 es la competición deportiva de la historia con más obreros muertos en la construcción de infraestructuras (aproximadamente 7.000 trabajadores). Esta edición de la Copa del Mundo de futbol tiene por sede un país cuyo régimen somete totalmente a las mujeres a la tutela masculina, persigue y pena con prisión la homosexualidad, permite la tortura a presos y prohíbe los derechos sindicales y de libertad de expresión, de conciencia y de reunión”. Así, a golpe de talonario, estos jeques han comprado voluntades (políticas, deportivas y de los mercados) para blanquear su imagen. Precisamente en este nuevo libro, el también autor de Florentino Pérez, el poder del palco (Akal, 2022) nos muestra la podredumbre y corrupción que han posibilitado la celebración del que será recordado como uno de los eventos deportivos más infames de la historia. Con él es la siguiente entrevista.
Ricardo Uribarri
La pelota ya rueda en Qatar. Pero por más que haya quien prefiera centrarse en lo estrictamente deportivo, otras muchas personas no olvidan los oscuros antecedentes que arrastra el primer Mundial de futbol que se disputa en Oriente Próximo. Más allá de la anomalía de celebrarlo entre noviembre y diciembre para evitar las altas temperaturas del verano en la región, hay varios aspectos que ensombrecen su adjudicación y posterior preparación. De todos ellos habla Fonsi Loaiza (España, 1990) en su último libro, Qatar / Sangre, dinero y futbol (Akal), una lectura necesaria para comprender por qué estamos ante un gran evento deportivo que pasará a la historia manchado de corrupción, pérdida de vidas y ausencia de derechos humanos.
—¿Qué se va a encontrar la persona que compre el libro?
—Me centro mucho en los tejemanejes y las corruptelas que ha ido generando la tiranía de Qatar, no sólo gracias al futbol, con la compra de voluntades para llevarse este Mundial para lavar su imagen, sino también en cómo se ha hecho con un poder tremendo en mi país, el Estado español. Participa en grandes empresas del IBEX 35, en grupos mediáticos como Prisa, y tiene negocios con Mediapro a través de Bein Sports. Además, está el poder que ha ido tejiendo con la Casa Real española, que tan bien conocemos por los chanchullos de Juan Carlos I con los jeques árabes.
—Para conocer la historia de este Mundial hay que remontarse 12 años atrás, a la concesión por parte de la FIFA de su organización, una adjudicación plagada de intereses político-económicos y de casos de corrupción.
—Los nuevos actores dentro del deporte son los jeques árabes, que han entendido que para dominar el mundo deben dominar el futbol, comprando voluntades ante la hipocresía de los Estados occidentales. Yo señalo que mientras Nicolas Sarkozy nos decía que iba a hacer un capitalismo más humano, que había que reformar el capitalismo, estaba reunido con el emir de Qatar vendiendo la votación del Mundial junto a Platini, y presionando a otros países para que votaran a favor de los Qataríes. En esto no sólo han entrado los jeques de Qatar; también Arabia Saudí está peleando para llevarse el Mundial de 2030. El propio presidente de la FIFA, Gianni Infantino, en el partido inaugural de este Mundial, estaba sentado con Mohammed Bin Salman, el príncipe heredero de la monarquía saudí, que es el que mandó asesinar al periodista Khashoggi.
—Ni siquiera el hecho de incluir en sus estatutos el compromiso con los derechos humanos y la lucha contra la discriminación por la orientación sexual impidió a la FIFA premiar a un país con carencias claras en derechos humanos. El dinero pudo más que todo eso.
—La FIFA es una mafia, una organización criminal que ha ido vendiendo competiciones a los dictadores, como en los casos de Videla, Mussolini… y que tiene su sede en Suiza para lavar el dinero. Ya ha demostrado que vende estas competiciones al mejor postor.
—Este Mundial es el más caro de la historia y el más siniestro por el elevado número de trabajadores muertos en las obras relacionadas con el evento, un hecho ante el que la FIFA ha cerrado los ojos. Ni siquiera estudia indemnizar a las familias.
—Esto es un reflejo de nuestra sociedad. Mientras los obreros estaban trabajando en verano a 50 grados, se ha cambiado el calendario para que los futbolistas no jueguen a altas temperaturas. La paradoja es que hay varios jugadores que se están resfriando por el aire acondicionado de esas instalaciones que se han construido en mitad del desierto.
—¿Qué papel han jugado futbolistas, técnicos y federaciones en el proceso? Ha habido algunos gestos de protesta, pero llama la atención la renuncia a portar el brazalete de “One Love” ante la amenaza de tarjeta amarilla.
—Son mercenarios del balón. Muchos de ellos acaban sus carreras en estos países. Es el caso de Xavi, Raúl, Guardiola o Gabi, que se retiran en Qatar para ganar más millones y que han perdido toda conciencia de clase. Se ha visto también en las elecciones de Brasil, cuando Neymar y Robinho apoyaron a la ultraderecha de Bolsonaro, e incluso Donato alentó el golpe de Estado contra Lula. Lo reflejó bien el exfutbolista brasileño Juninho Pernambucano, quien dijo que se ponía enfermo al ver que gente que venía de lo más bajo, al final se ponía del otro lado. El propio Cafú, exinternacional brasileño, es embajador del Mundial de Qatar y hace alabanzas del régimen tirano.
—Alguna selección, como la alemana, se ha significado en la protesta. En España apenas ha habido gestos. Y los pocos han sido vetados por la Liga.
—Es tremendo que hace unos días les dijeran a los aficionados del Éibar y del Alavés que no podían sacar una pancarta de boicot al Mundial porque “manchaba el futbol”. Parece que mancha más el futbol una pancarta que los 6.500 obreros fallecidos. Como en el caso de la Cultural Leonesa, un club controlado por Qatar, en el que un aficionado sacó una pancarta a favor de los derechos humanos y fue retirada por la policía. Así opera el Estado represor español. Es cierto que hay que alabar a la afición alemana, pero también que las iniciativas españolas a favor del boicot que han hecho asociaciones como la FASFE o clubes de accionariado popular se han visto censuradas por no dejarles entrar con las pancartas para que no se vean en televisión. Tiene su explicación en que los dirigentes del futbol hacen grandes negocios con los Qataríes.
—En relación con los patrocinadores, ¿deberían haber pensado más en la responsabilidad social corporativa y menos en el negocio?
—Es verdad que ha habido alguna propuesta como el caso de Hummel con Dinamarca, aunque creo que también lo hacen porque mediáticamente les va a venir bien. Algunos artistas han renunciado o renunciaron a actuar en Qatar, como Shakira o Dua Lipa, debido a la presión social, y eso habla bien de la sociedad. Otra forma de luchar es hacer boicot a las marcas que han dado su apoyo a este régimen tirano, como Coca-Cola, Visa, o la plataforma de criptomonedas Crypto.com.
—La política tampoco ha dado ejemplo en este sentido. Hace pocos meses, el Gobierno español recibió al emir de Qatar con todos los honores.
—El cinismo de España se refleja en la masacre de Melilla. Se asesina a migrantes, y ni se abre una comisión de investigación porque el PSOE ha pactado con el PP y Vox que no se lleve a cabo. Sin embargo, cuando viene el emir de Qatar hay un gran recibimiento, le ponen medallas del Congreso y del Senado… Almeida dice que las monarquías de España y Qatar son el ejemplo de que las sociedades avanzan. Claro, tienen mucho dinero invertido en nuestro país, en Iberdrola, El Corte Inglés, en IAG [International Airlines Group, compañía resultante de la fusión entre Iberia y British Airways]. Cada vez acumulan más poder gracias a las inversiones en sectores estratégicos como la energía o las aerolíneas. También hablo en el libro de la hipocresía de Nadia Calviño, que se escudaba en el feminismo para no salir en una foto en la que solo estuvieran hombres, pero se fotografió con el emir de Qatar y sus colegas.
—No sólo el futbol ha sucumbido al dinero árabe. Golf, Fórmula 1 y muchos otros deportes también celebran grandes torneos en la zona. ¿Por qué estas teocracias han escogido el deporte para invertir en él su dinero?
—Por una parte, para lavar su imagen debido a que el deporte es intocable, dada la consideración de semidioses que tienen los deportistas en la sociedad capitalista, aunque lo cierto es que los atletas son más bien esclavos millonarios de un sistema en el que no tienen ni voz ni voto. Las monarquías del Golfo saben que para dominar el mundo deben dominar el deporte. Arabia Saudí tiene ahora la Superliga de golf y a Donald Trump como aliado en la competición. Además, la prensa deportiva es la que más incumple su deber de fiscalizar a los poderosos. En lugar de hacer más cultos a los aficionados, los embrutece con programas como El Chiringuito, tanto en España como en otros países.
—¿Qué opinión le merece que una televisión pública como TVE haya invertido 35 millones de euros en una competición como esta?
—Es vergonzoso que la televisión pública haya comprado a Mediapro una parte de los derechos audiovisuales de este Mundial sin pasar control democrático alguno. RTVE sigue funcionando como cuando gobernaba el PP. Paga a comentaristas como Iniesta o Casillas un sueldo que no creo que sea bajo. El dinero del contribuyente financia una televisión sin control alguno. Luego presumen de apoyar el deporte femenino. Nos encontramos ante una teocracia feudal que vulnera todos los derechos de las mujeres.
—En los últimos días hemos visto titulares de prensa que han querido dar una imagen positiva del Mundial.
—Es curioso cómo el grupo Prisa y el diario AS en concreto llegaron a tener una web que se llamaba AS Arabia y que bendecía todo lo que venía desde el Golfo porque están en su propio consejo de administración. Su entonces director, Alfredo Relaño, fue allí a hacer el paripé y a bendecir todo lo que se estaba haciendo en el Mundial. Hubo un artículo de Joaquín Maroto, que fue director de Comunicación de Florentino Pérez en ACS y el Real Madrid, que decía que los trabajadores tenían hasta piscinas, cosa que no se creían ni ellos. Lo hacían por el dinero que ponían los Qataríes en esos medios de comunicación. Al Jazeera también es Qatarí, y está el caso de Bein Sports, un antiguo canal de televisión participado por Mediapro y una empresa Qatarí. Así es cómo van entrando en los países occidentales.
—La polémica intervención de Infantino, en la que defendió su celebración en Qatar y arremetió contra Europa, ¿habría que enmarcarla en sus relaciones con las autoridades del país?
—Él mismo vive en Qatar. Está tejiendo muchas redes clientelares con ellos y quizá termine dándole también un Mundial a Arabia. Ha dejado que la FIFA haga lo que pide Qatar en este Mundial, con el tema de sancionar los brazaletes contra la homofobia con tarjetas amarillas. Es peor incluso que su antecesor, Joseph Blatter.
—¿Cree que Qatar logrará lavar su imagen con el Mundial o le puede salir el tiro por la culata?
—Esperemos que le salga mal, que los llamamientos al boicot supongan que no haya grandes audiencias. Ellos al final conseguirán lo que pretenden, que es que grandes inversores vayan al país y hagan negocios. En ese propósito están. La inmobiliaria Colonial, que tiene muchos intereses en España, también está controlada por los Qataríes. Es curioso que esa empresa estuviera controlada en 1992, cuando los Juegos Olímpicos de Barcelona, por Samaranch, y ahora en el Mundial está en manos de los Qataríes.
—El de Qatar no es el primer evento deportivo de la historia que se utiliza para blanquear un régimen. ¿Seguirá esta tendencia en el futuro?
—Si la FIFA sigue gobernada por la misma mafia, con los antecedentes que ya les conocemos, va a seguir de la misma manera. No soy optimista salvo que haya una gran revolución en el sistema capitalista.
—Supongo que no va a ver ningún partido del Mundial.
—No, no he visto y no voy a ver ninguno. Y hago un llamamiento de boicot a todos mis amigos y conocidos y a la gente en general para que no siga este Mundial y no sea cómplice de esta barbaridad, de esta infamia. Algunos periodistas dicen que los aficionados no tienen que pagar por lo que han hecho los dirigentes de la FIFA. Pero si no somos capaces siquiera de no ver el Mundial, apaga y vámonos.