«Crímenes del futuro»: intervenir el cuerpo humano para sublimarlo
Agosto, 2022
En esta película, David Cronenberg retoma, en principio, algunas constantes fílmicas de su primera época como autor, en donde el regusto por la perversión clínica, la sexualidad sanguinolenta o el aparejamiento entre la ciencia ficción y el horror predominan en cintas iniciáticas como Parásitos asesinos, Rabia o Los engendros del diablo. Sin embargo, la película del universo Cronenberg que mayor concomitancia tiene con Crímenes del futuro es Crash: Extraños placeres.
Crímenes del futuro (Crimes of the Future),
película coproducida por Canadá, Reino Unido y Grecia,
dirigida por David Cronenberg, con Viggo Mortensen,
Léa Seydoux, Kristen Stewart y Scott Speedman. (2022, 107 min.)
En Crímenes del futuro, el distópico vigesimosegundo largometraje del canadiense David Cronenberg, sucede que en un futuro muy, muy, pero muy lejano el cuerpo humano se ha desarrollado a tal punto que es capaz de erradicar el dolor por sí mismo, además de generar órganos novedosos, extraños, para dar pie a que cualquier individuo pueda efectuar “operaciones de escritorio”. En este contexto, el artista del performance Saul Tenser (Viggo Mortensen), agobiado por problemas digestivos, en colaboración con su asociada Caprice (Léa Seydoux), realizan performances cuyo proceso consiste en, precisamente, la gestación de nuevos y desconocidos órganos (tumores) creados por el propio cuerpo del artista, para posteriormente ser tatuados en las entrañas del artista y al final ser extraídos por Caprice, valiéndose de un sofisticado y legendario aparato denominado unidad Sark, fabricado originalmente para practicar autopsias. Además de ser soplón encubierto del detective Cope (Welket Bungué), adscrito a la unidad de crímenes corporales Nuevos Vicios, y trabar relación con los peculiares Timlin (Kristen Stewart) y Wippet (Don McKellar), encargados del aún ilegal Registro Nacional de Órganos, pronto la ruta de producción de Tenser se verá afectada cuando el traficante de tóxicas barras sintéticas Lang Dotrice (Scott Speedman) lo aborde cierta noche para proponerle realizar un performance con sorpresas garantizadas, consistente en la práctica de una autopsia pública con el cadáver de su hijo pequeño Brecken (Sotiris Sozos), muerto por asfixia a manos de su propia madre Djuna (Lihi Kornowski), ahora presa y ufana por el infanticidio cometido.
La película de Cronenberg retoma, en principio, algunas constantes fílmicas de su primera época como autor, en donde el regusto por la perversión clínica, la sexualidad sanguinolenta o el aparejamiento entre la ciencia ficción y el horror predominan en cintas iniciáticas como Parásitos asesinos (1975), Rabia (1977) o Los engendros del diablo (1979). Sin embargo, la película del universo Cronenberg que mayor concomitancia tiene con Crímenes del futuro es Crash: Extraños placeres (1996). Y lo es porque fundamentalmente incorpora el discurso y ejercicio del arte como la posibilidad de intervenir el cuerpo humano para sublimarlo hasta el paroxismo, donde la última parada sería el encuentro con la muerte. En Crash: Extraños placeres —basada en la perturbadora novela homónima del británico J. G. Ballard, publicada en 1973—, el oscuro y dionisíaco personaje de Vaugh, quien realiza performances nocturnos que recrean el choque mortal de James Dean al igual que cultivar un apetito sexual en heridas y cicatrices surgidas de accidentes automovilísticos, viene a ser el áspero símil anterior del más pulcro y apolíneo artista del futuro Tenser, cuyas acciones vitales como el comer, sus dolorosos performances y cópulas acontecen gracias a la mediación de máquinas. En Crímenes del futuro Cronenberg examina el vértice entre el arte y el dolor del cuerpo intervenido, porque ya desde M. Butterfly (1993) hay atisbos de ese interés por un arte de choque cuyo ariete es el cuerpo humano, con aquel diplomático destruido emocionalmente que se maquilla de manera burda antes de suicidarse durante esa representación cuasi teatral vuelta performance.
Desde las celebérrimas videollamadas en 2001: odisea del espacio (Kubrick, 1968), los mini teléfonos montados en la oreja de Minority report: sentencia previa (Spielberg, 2002) o los trodos de realidad virtual en Días extraños (Bigelow, 1995), la inventiva tecnológica en la ficción cinematográfica siempre es una prerrogativa. En Crímenes del futuro hay una serie de mobiliario doméstico híper inteligente, con camas y sillas tentaculares de diseño óseo capaces de integrarse al cuerpo y adaptar, leer, procurar y diagnosticar las necesidades y afecciones del usuario; o las prácticas cámaras del tamaño de un anillo usadas para documentar no nada más las acciones performáticas, sino también sus preparativos y pormenores.
Dada la naturaleza del filme, el body art predomina en todo momento. Reminiscencias de la obra de la francesa Orlan o del italiano Franko B subyacen en un mundo donde las modificaciones o añadiduras corporales a voluntad como acto artístico son posibles e integrales, tal como lo prueban esa artista Odile (Denise Capezza) de rostro en jirones o el performancero Klinek (Tassos Karahalios) con cuerpo de múltiples orejas, acompañados con música techno del compositor incondicional cronengberiano Howard Shore. La proyección que el cineasta lanza en la película es que el cuerpo humano, tal y como lo conocemos, evolucionará, por ende esos nuevos órganos procreados y vueltos objeto artístico por Tenser y Caprice son una manera de intentar comprender esos nuevos derroteros de la evolución. No obstante, asimismo coexiste otra evolución humana, artificial y clandestina, en ese grupo de seres liderados por Dotrice, consumidores de la barras violeta que alteran el metabolismo hasta volverlos capaces de alimentarse solamente con materia plástica, y más allá de ellos, aquel niño asesinado habría nacido con ese metabolismo particular. Cuatro décadas después de sus primeros filmes, las obsesiones de Cronenberg acerca de la intervención violentada del cuerpo se devuelven y actualizan.
Crímenes del futuro (Crimes of the Future) continúa en salas: Cineteca Nacional y Cinemex Casa de Arte. También está disponible en la plataforma de streaming Mubi.