
Olímpicas
Fatales consecuencias
La esposa, iracunda, le dice a su marido el atleta olímpico que deje de contonearse como si aún estuviera compitiendo en la caminata.
—¡Dios mío, qué bochorno, deja de moverte como mujercita, contrólate!
La mujer, harta, lo pellizca además para que no se adelante, para que no la rebase, para estar ella a su lado.