Diciembre, 2024
En los bosques del norte de Perú, científicas y ambientalistas luchan por salvar a uno de los primates más amenazados del planeta: el mono choro de cola amarilla. Su extinción, indican las investigadoras, sería devastadora para este ecosistema que provee agua a millones de personas.
Desde hace 17 años, Fanny Cornejo recorre los bosques de nubes andinos. No importa que haga frío en este rincón de Perú, que llueva todo el tiempo o que sea un territorio accidentado, empinado y con pronunciadas pendientes, ubicado entre los 1400 y los 2700 metros sobre el nivel del mar. Esta bióloga y antropóloga siempre mira hacia arriba.
Entre las copas de los árboles, Cornejo busca divisar a un animal tan esquivo como hermoso, una especie en peligro crítico de extinción que únicamente vive en este país sudamericano: el mono choro de cola amarilla (Lagothrix flavicauda).
“Es difícil de encontrar, pero cuando lo ves es maravilloso”, reconoce esta conservacionista peruana, fundadora y directora de la asociación civil Yunkawasi. “Ves los pelos blancos en el hocico, las distintivas manchas amarillas en la punta de la cola, adviertes comportamientos que te generan ternura: estos animales juegan, se cuidan, se pelean y, al final del día, se juntan en una bolita para dormir todos abrazados. Te dan ganas de seguir mirándolos”.
Catalogado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza como uno de los 25 primates más amenazados del planeta, es de los monos más grandes del Nuevo Mundo: llega a pesar 10 kg y a medir 54 cm de largo. Solo su cola alcanza 63 cm. Su pelaje lanudo, denso y de color cobrizo lo protege del frío, así como también del sol, la lluvia y las picaduras de insectos. Y nunca está solo. Más bien, se mueve en grupos de 20 a 30 individuos que saltan de rama en rama.
“Cuando yo estaba en la universidad, era un animal mitológico, como un unicornio”, cuenta Cornejo. “Nadie sabía nada de este mono. Había muy pocas publicaciones”. Hoy, gracias al trabajo de esta bióloga y su equipo en alianza con comunidades amazónicas y andinas, el mono choro de cola amarilla es todo un emblema de Perú, un ícono de su asombrosa biodiversidad: está en uno de los sellos postales de este 2024 y en la moneda de un Sol peruano. Hay estatuas, peluches, obras de teatro y también recurrentes campañas que buscan desesperadamente salvarlo de la extinción.
“Es para nuestro país lo que el oso panda es para China”, explica esta primatóloga, quien en 2023 recibió el Indianapolis Prize, el principal reconocimiento mundial a la conservación de la vida silvestre. “Los peruanos somos muy nacionalistas. Decimos que la papa, el ceviche y el pisco son nuestros. También lo es este mono. Si desaparece, será enteramente nuestra culpa”.
El fantasma del bosque
Si bien Alexander von Humboldt nunca vio un ejemplar vivo en su travesía por Sudamérica, este explorador y naturalista alemán lo describió por primera vez para la ciencia en 1812 a partir de pieles que observó sobre la montura de una mula. Lo llamó Simia flavicauda.
No se supo más de este mono —conocido también como pacorrunto, quillirrunto o tupa— hasta 1926, cuando el ornitólogo Russell W. Hendee capturó tres individuos y llevó sus restos al Museo de Historia Natural de Lima. En mayo de 1974, el primatólogo estadounidense Russell Mittermeier y Hernando de Macedo —por entonces director del Departamento de Ornitología y Mastozoología del Museo de Historia Natural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú)— organizaron una expedición para encontrar rastros de este ‘animal fantasma’ en el departamento de Amazonas, al noreste del país.
Primero se cruzaron con un cazador que tenía un cráneo y pieles disecadas. Diez días después, cuando estaban a punto de darse por vencidos, vieron a un soldado con una curiosa mascota en brazos. Era un mono de cola amarilla. Habían ‘redescubierto’ a este animal, considerado hasta entonces extinto.
Desde ese momento, científicos y ambientalistas buscan protegerlo, evitar que corra el mismo destino que tantas otras especies amenazadas. No es tarea fácil: la caza ilegal, la construcción de carreteras, la tala indiscriminada de los bosques impulsada por la expansión de la agricultura en los departamentos de Amazonas y San Martín, los incendios y el cambio climático lo desafían día a día, ponen en jaque su forma y lugar de subsistencia. Se calcula que más del 80 % de su hábitat ha desaparecido.
Su extinción, indican los científicos, sería devastadora. “El mono choro de cola amarilla desempeña un rol crucial: es el jardinero del bosque”, explica Cornejo. “Es quien dispersa las semillas, el que siembra. Si estos bosques pierden animales como este mono, el oso andino o el venado colorado, nos quedaremos sin bosque. Y si nos quedamos sin bosque, nos quedamos sin agua para beber, agua para cultivar y para las industrias. De estos bosques sale el agua que alimenta a los millones de hectáreas cultivadas de arroz, de cacao, de café”.
Santuarios naturales
Para impulsar su conservación, en los años ochenta se crearon áreas naturales protegidas, como el Parque Nacional del río Abiseo, el Bosque de Protección de Alto Mayo y el Santuario Nacional Cordillera de Colán. A estos santuarios naturales se le sumaron en 2013 áreas de conservación privada: Pampa del Burro, Hierba Buena-Allpayacu, Copallín y Bosque Berlín. La bióloga Leyda Rimarachín y su familia son los protectores de estas 100 hectáreas de bosque nublado y ríos de la Amazonía peruana.
“Es un nicho para muchas especies endémicas. No sólo primates sino aves y plantas”, dice Rimarachín, quien impulsa el ecoturismo como forma de difundir el cuidado de la naturaleza. “Cada día hay algo que aprender. Bosque Berlín es una enciclopedia que no voy a poder ‘leer’ en lo que me resta de vida. Aún falta descubrir muchas especies únicas”.
Gracias a la reforestación de los bosques en este sitio, esta especie de monos regresó a la zona después de más de 20 años. “Ha sido muy difícil su estudio por el hecho de estar en bosques montañosos de muy difícil acceso”, señala. “No conocemos el movimiento de estos grupos de animales. Cómo los individuos terminan siendo aceptados o rechazados. Nos gustaría tener un sistema de monitoreo electrónico. Quizás ponerles unos chips debajo de la piel u otra modalidad para saber exactamente dónde están”.
Es una lucha contra el tiempo y también contra el desconocimiento. En especial, porque el mono choro de cola amarilla sigue siendo todo un misterio. “Por empezar, no sabemos cuánto individuos existen”, indica Cornejo.
Así, los científicos se propusieron realizar un censo. Los miembros de la ONG Yunkawasi impulsaron la formación de comités en diferentes comunidades y han entrenado a las poblaciones locales. “Ahora utilizan GPS y binoculares y toman datos”, señala Cornejo, cuyo equipo de biólogos empezó en los últimos años a usar en el campo drones termales. “Esta tecnología va a permitir en los próximos meses o un par de años saber realmente cuántos monos quedan”.
Unidos para proteger esta especie
Y, también, ayudará a comprender un poco más su comportamiento: este año dio inicio un estudio en el que voluntarios de las comunidades nativas siguen a varios grupos durante 15 días al mes para saber exactamente qué comen estos animales y cómo son sus relaciones sociales. “Hacemos investigación participativa”, aclara la primatóloga. “Queremos que las personas locales sepan perfectamente qué es lo que se está haciendo y que eventualmente ellas puedan ser parte o liderar los procesos. Es una manera de empoderarlas para que protejan sus bosques”.
En 2018, científicos de Yunkawasi, la Universidad de Boston y la organización ambiental Rainforest Partnership se llevaron una sorpresa: descubrieron una nueva población de mono choro de cola amarilla en los Andes centrales de Perú. El hallazgo fue realizado en el departamento de Junín, a una altitud entre los 1400 y 1750 metros y a 200 km del registro más al sur hasta ahora conocido de esta especie.
Año tras año, cada vez son más las personas que descubren a este animal y ansían protegerlo. En 2023, Yunkawasi promovió en escuelas y festivales la campaña ‘Achórate por el mono choro de cola amarilla’, que busca llamar la atención sobre un ecosistema usualmente invisibilizado y posicionar a esta especie como un animal emblemático y reconocido por todos los peruanos, además de recaudar fondos para la continuidad de las iniciativas de conservación. “En Perú, ‘achorarse’ es una expresión que se emplea cuando ocurre algo malo y hay que reaccionar, hacer algo”, explica la investigadora.
El esfuerzo y el lobby tuvieron sus frutos. En julio de este año, se aprobó un proyecto para la protección y conservación del mono choro de cola amarilla: la ley 32100 incluye la creación de nuevas áreas protegidas y el fomento de actividades sostenibles como el ecoturismo en las zonas cercanas al hábitat de la especie. “Me he entrevistado con más de 40 congresistas”, recuerda Cornejo. “Conseguimos algo que hasta hace unos años parecía imposible: que en el Congreso de la República diputados hablen de este tema”.
Desastre ecológico en el Amazonas
Sin embargo, en septiembre se desató el infierno en el Amazonas. El fuego avanzó vorazmente en los bosques de Brasil, Bolivia, Ecuador, Paraguay y Perú. El incendio forestal más importante y descontrolado de los últimos tiempos arrasó zonas arqueológicas peruanas y gran parte de la flora y fauna de al menos nueve regiones. Fue un duro golpe contra el hábitat del mono choro de cola amarilla.
“Hay grupos de monos que han quedado totalmente aislados”, asegura Rimarachín. “No sabemos qué va a pasar con estas poblaciones”. En pocos días se perdieron más de 15 mil hectáreas de ecosistemas productores de agua que alimentaban a los afluentes del río Amazonas.
“Aún no sabemos la magnitud de los impactos. Ha sido un desastre ecológico cuyas consecuencias vamos a ver en el futuro”, se lamenta Cornejo, quien no planea dejar de visitar lo que queda de estos bosques, siempre cargados de nubes y lluvias constantes, y allí perseguir con la mirada a estos animales únicos.