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La paradoja de la transparencia: el caso de la pornografía

Noviembre, 2024

Ningún otro lema domina hoy tanto el discurso público como la transparencia. Transparencia por aquí, transparencia por allá. El problema con ella es que la pornografía responde a la misma proclama: la exhibición sin sombras. Lo que nos coloca en el vórtice de una gran paradoja, nos dice Juan Soto en esta nueva entrega: que no podemos concebir un buen Gobierno sin transparencia, pero sí emprendemos cruzadas alocadas contra la pornografía. El asunto se complica más cuando, en nombre de la transparencia, el mundo se ha hecho cada vez más desvergonzado, más pornográfico y obsceno; los reality shows lo certifican.

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Sí, existen tres temas de debate sobre la libertad de expresión que dominan buena parte de la discusión pública en la actualidad, como lo advirtió Owen M. Fiss, el jurista estadounidense y profesor emérito de la Facultad de Derecho de la Universidad de Yale. Estos son: las expresiones de odio, el financiamiento de las campañas electorales y la pornografía.

Según su punto de vista, son importantes porque confrontan, entre otras cosas, valores y contravalores. Y aunque su bonito libro La ironía de la libertad de expresión es más bien una reflexión crítica sobre la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, no deja de ser sugerente en términos de lo que a los tres temas señalados se refiere. Es cierto, una de las paradojas de la libertad de expresión es que tiene límites. Pero gracias a sus reflexiones podemos preguntarnos lo que los progresistas no suelen preguntarse: ¿cuál es la libertad de expresión de alguien que no puede hacerse escuchar?

Es necesario entender que libertad de expresión no es meramente decir lo que a uno le venga en gana. Ya que, tarde que temprano, la libertad de expresión topa con la pornografía. Y pone en evidencia que una sociedad democráticamente utópica que pretenda darle cabida a todas las voces, no es posible. Y no es posible porque tendría que abrir sus puertas a la pornografía, a todas sus formas de representación, a su industria en general, y debería esmerarse por tratar bien a todos sus consumidores. Pero eso no podría defenderse de ninguna manera.

Una sociedad democrática donde quepan todas las voces, como la han imaginado los incultos progresistas, es imposible. Sin situación de por medio, esos clichés atrapabobos siguen y seguirán convocando a las masas. El problema de la pornografía está ligado con la transparencia.

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Ningún otro lema domina hoy tanto el discurso público como la transparencia. Y sí, eso lo ha dicho el filósofo de la Universidad de Friburgo (quien es más odiado que leído por sus ‘críticos’), Byung-Chul Han. En muchas sociedades donde la transparencia se ha convertido en un fetiche y refiere tan solo a la corrupción y a la libertad de información, no sólo se ha transfigurado en una especie de coacción y renuncia a cualquier forma de negatividad, sino que se ha consolidado en un estándar o, como lo ha dicho el autor de La sociedad de la transparencia, en un infierno de lo igual.

Sin embargo, detengámonos un poco.

Recordemos que, aproximadamente una década atrás, el periodista y escritor español, Vicente Verdú, ya había llamado la atención sobre el tema en un texto titulado “Transparencia y vigilancia”, incluido en el libro El estilo del mundo. En este breve y provocador texto había dicho sugerentemente que, con el capitalismo de ficción, la visión alrededor se había hecho transparente en las carcasas de las computadoras, en los edificios, en los relojes, en las blusas y hasta en los tirantes de los sujetadores.

Y, al parecer, esto no se detuvo ahí: hoy se diseñan desde bolsas hasta puentes con diversos materiales con los cuales parece rendírsele culto a la transparencia. Por ejemplo, Chanel no sólo diseñó, sino que se atrevió a vender, bolsos de PVC. Marcas como Burberry, Michael Kors y Uterqüe, hicieron lo propio. Recientemente Coperni presentó, en su último desfile, su ‘Air Swipe Bag’ hecha con un nanomaterial de sílice aerogel de la NASA (que pesa sólo 33 gramos…y es semitransparente), etc. En las ciudades cosmopolitas los restaurantes de la denominada cocina abierta están de moda, son ejemplo de la transparencia culinaria —no hay que tomarse en serio esta última denominación, es una ironía. Y, el colmo de todos, parece ponerlo las universidades públicas últimamente (porque las privadas ya lo habían hecho mucho antes), con sus remodeladas oficinas de paredes y puertas de cristal, adoptando el fetiche de la transparencia para no quedarse fuera del pelotón de moda del progresismo cosmopolita planetario. Transparencia por aquí, transparencia por allá. Llevamos tantos años invocándola que, en nuestro país, hasta se volvió instituto.

El problema con la transparencia es que la pornografía responde a la misma proclama, lo dijo Verdú también: la exhibición sin sombras. Al parecer, no podemos concebir un buen Gobierno, ni una oficinita universitaria, sin transparencia, mientras se emprenden cruzadas alocadas contra la pornografía, que puede ser considerada como el icono de la transparencia sexual. ¡Sí a la transparencia, no a la transparencia sexual!

En las sociedades transparentes lo arcano parece extinguirse. El derecho al secreto puede considerarse como algo sospechoso, anormal, amenazante, desviado, disfuncional, objeto de vigilancia, etc. Y, como lo dijo Byung-Chul Han, en nombre de la transparencia el mundo se hace cada vez más desvergonzado y desnudo. Más obsceno, sí, pero donde la pornografía no es bien recibida. Una sociedad más expuesta, es decir más transparente, es más pornográfica y obscena; los reality shows lo certifican. Pero no reconoce ahí su obscenidad, sino en la pornografía.

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¿Por qué es importante discutir la pornografía más allá del sentido común, los clichés y la perorata panfletaria? El filósofo francés Ruwen Ogien, en su libro Pensar la pornografía, nos recordó que en Estados Unidos se echaron a andar dos investigaciones de gran alcance. Una en 1967 bajo el mandato de L. Johnson y concluida durante la presidencia de R. Nixon. Y otra en 1984, encargada por la administración de R. Reagan. Para tal efecto se formaron dos comisiones —la Johnson y la Meese— encargadas de evaluar distintas hipótesis en torno a la exposición a la pornografía.

Cito tres hipótesis. El efecto negativo: que la exposición a la pornografía aumentaba la tendencia a la violación y a otras agresiones sexuales. El efecto cero: que no existe ninguna relación significativa entre la exposición a la pornografía y las agresiones sexuales. Y el efecto positivo: que la exposición a la pornografía disminuye la tendencia a la violación y a otras agresiones sexuales.

La Comisión Johnson pretendió confirmar las dos últimas hipótesis mientras que la Comisión Meese pareció llegar a confirmar la primera. Pero debe tomarse en cuenta que, como lo recordó Ogien, 11 miembros de esta comisión eran adversarios declarados de la pornografía.

De acuerdo con estos resultados, debe decirse que se esperaría que en países donde la pornografía está prohibida los crímenes de orden sexual no existiesen o fuesen muy bajos, y que en países donde la pornografía se convirtió en industria de entretenimiento para adultos, los crímenes sexuales fuesen muy altos. Nada de esto es cierto. Sin embargo, al no haber estadísticas precisas sobre dicha correlación, cualquier argumentación en favor o en contra podría tener tintes ideológicos muy marcados que se moverían entre actitudes ‘pornófobas’ y ‘pornófilas’.

Al no poderse probar la efectividad de la primera hipótesis, los ‘pornófobos’ han tratado de defender la idea de que la difusión masiva de pornografía no tiene incidencia causal directa en los «crímenes sexuales», pero contamina la atmósfera moral, infectando a las sociedades al instaurar un clima de ausencia de respeto a los otros, de destrucción de las relaciones humanas significantes, de degradación de los seres humanos y de la valorización de la bestialidad.

Es decir, construyen a la pornografía como una amenaza (exterior) para las sociedades y su moral. Lo cual tiene eficacia simbólica en tanto que, al construirla así, habrá que luchar en contra de ella en favor de la paz y el bienestar social y moral. Argumento que justificaría no sólo su regulación, sino su censura, así como la persecución de los pornógrafos y algunas ‘clases’ de sus consumidores.

Colocando a la pornografía en el centro de la obscenidad, algunos reality shows como La Casa de los Famosos y su escatológico predecesor Big Brother, ciertos géneros musicales como el ‘reggaeton’ y algunos subgéneros de música como los denominados ‘corridos tumbados’, seguirán gozando de la aprobación empresarial, mediática y popular en tanto que, a pesar de ser industria, la pornografía no puede declararse patrimonio cultural de nada ni de nadie.

Sin embargo, toda esa porquería que aparece en pantalla en forma de reality show o en forma de industria con alto poder de convocatoria, pero con ínfimo valor musical y cultural, es más pornográfica que la pornografía. Y pocos se inmutan por ello. Ni los empresarios que se soban las manos por los millones de dólares que se embolsan con esos sacos de excremento cultural, ni los públicos que se regodean con tal inmundicia mediática y musical. Coloque a la pornografía en el centro del debate moral de las sociedades y olvídese de la obscenidad de los medios y la industria musical. Las sociedades sin pornografía, indudablemente, no fueron mejores que las actuales. Pero tampoco lo serían sin ella. Y que quede claro, este texto no es una disertación pornofílica.

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One Comment

  1. Estos Temas son polémicos, pero realmente si dices que la industria la pornografía, es una industria, es lo que sabemos porque son parte del capitalismo o sea es una industria en busca de plusvalía y todo lo que es sexo: el sexo explícito, de todas las posturas, todas las edades, las aberraciones, todas las actividades y las fantasías y todo eso son parte de convertir al cuerpo humano en una mercancía. Es algo que varios filósofos consideran como una parte de la enajenación y como tú lo dices algunos lo mencionan como una bestialidad que el ser humano vaya hacia arriba no hacia abajo. Atrás de la industria porno hay mucha criminalidad, trata de personas, drogas, abuso sexual, paidofilia, bestialismo…Aunque bien dices no eres un apologeta de esta “industria”.

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