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Chipre: 50 años de ocupación militar turca

La tercera isla más grande del Mediterráneo está dividida en dos partes desde 1974, año en que Turquía invadió el norte en respuesta a un golpe de Estado respaldado por Grecia

Agosto, 2024

El conflicto armado apenas duró unas semanas, pero sus consecuencias han marcado el statu quo de la isla hasta el día de hoy. Chipre conmemora el 50 aniversario de la invasión turca de 1974, que dejó muertos, desaparecidos y desplazados; pero, sobre todo, que terminó con la división de la isla y del país en dos territorios. Además de la invasión, los chipriotas recuerdan también los 50 años del golpe de Estado contra el presidente Makarios por la entonces junta de los coroneles de Atenas. En el siguiente texto, Guadalupe Flores Liera nos acerca a este pedazo de historia, pues, como ella misma lo señala: “A la población afectada le queda sólo la memoria como acto supremo de resistencia.

Primero fue la traición y, a continuación, la tragedia. Desde entonces han pasado cincuenta años. Cincuenta años de violaciones al derecho internacional por parte de Turquía y de omisiones por parte de los organismos internacionales. A la población afectada le queda sólo la memoria como acto supremo de resistencia. Y la esperanza que, dicen, muere al último.

El 15 de julio de 1974 la junta griega —que había establecido una dictadura en Grecia mediante un golpe de Estado efectuado el 21 de abril de 1967 por los coroneles—, en colaboración con los fascistas chipriotas, el consentimiento de la CIA y el beneplácito del entonces todopoderoso Consejero de Seguridad y, poco después, ministro de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, Henry Kissinger, llevó a cabo su plan de derrocar al arzobispo y presidente legítimamente electo de Chipre: Makarios III, con el objetivo final de anexar la isla a Grecia y, así, reivindicarse ante los ojos de la opinión pública. El 20 de julio, con el pretexto de proteger a la minoría turcochipriota (18 % de la población), Turquía cumplió con su amenaza de invadir, ocupar, partir a la isla en dos y anexarse la parte Norte; su objetivo era hacerse del control del Mediterráneo oriental, comenzando por la ocupación de esa región estratégica. Con este fin, desplegó el plan bautizado como “Atila I”, preparado para su ejecución desde al menos 1960, cuando Chipre acababa de obtener su independencia del yugo colonialista británico y se había constituido en república independiente.

Desde 1960, Turquía había intensificado sus proyectos secesionistas y había amenazado claramente en al menos tres ocasiones con invadir a la isla, en una de ellas había realizado un bombardeo desde el aire para mostrar sus intenciones. Con el apoyo y asesoramiento británico, el llamado líder histórico de la minoría turcochipriota, Rauf Denktash, había formado en 1957 la organización terrorista TNT (Organización Turca de Resistencia) —que había sucedido a la anterior, Volkan, declarada ilegal. Su labor consistía en organizar a la población turcochipriota extremista y realizar todo tipo de actos violentos, en pocas palabras, impedir que la joven república pudiera funcionar institucionalmente. El sabotaje, los atentados contra sindicalistas, periodistas y uniformados, la exaltación de los ánimos que condujeron a enfrentamientos con la mayoría grecochipriota (80 % de la población), el asesinato selectivo de quienes buscaban la concordia entre los habitantes de la isla, la formación de células autónomas turcochipriotas rebeldes a obedecer la constitución, así como conducir a discusiones estériles los debates parlamentarios no tenían más fin que crear en la opinión pública la convicción de que la convivencia entre grecochipriotas y turcochipriotas era imposible, además de una campaña mediática que presentaba a la población minoritaria como víctima de maltrato y adjudicaba a los fascistas chipriotas y griegos infiltrados en la isla por la junta de Atenas la responsabilidad de todos los daños.

Gran Bretaña, Estados Unidos y Turquía habían encontrado en Denktash y su organización terrorista al sujeto ideal para llevar a cabo sus planes y ayudarse mutuamente a la hora de defender sus intereses en la región. Finalmente a todos los unía la animadversión al arzobispo Makarios, a quien tachaban de “rojo” al servicio de la Unión Soviética, además de obstáculo para llevar a cabo sus planes, en vista del apoyo arrollador de que gozaba en la isla. No necesitaban una Cuba en el Mediterráneo, era la opinión de Estados Unidos y para impedirlo habían impulsado el golpe de los coroneles en Grecia. Los golpistas helenos, junto con los grecochipriotas opositores a Makarios (que usufructuaron el título de EOKA II, es decir Organización Nacional de Combatientes Chipriotas II, con el fin de despertar en la opinión pública la simpatía que había tenido durante la lucha antocolonialista el movimiento de Unión-Autodeterminación del mismo nombre) iban a ser la mano griega que el mismo Makarios se negaba a creer que existía y que podría abrir los pellejos de Eolo de la catástrofe de Chipre.

Makarios había sobrevivido al atentado en su contra el 15 de julio y había conseguido trasladarse primero a Pafos, después a una de las bases británicas de la isla y desde allí a la sede de Naciones Unidas en Nueva York en cuyo foro denunció los actos de la junta griega y alertó sobre los peligros que se cernían sobre la isla. El 22 de julio de 1974 Naciones Unidas ordenó el cese de las hostilidades e impuso una tregua. Turquía hizo caso omiso y continuó desembarcando tropas, desplegando sus fuerzas por ciudades y poblados que tenían como centro a la ciudad-puerto de Kerynia, sus soldados y muchos turcochipriotas afines se consagraron a la rapiña y a cometer todo tipo de abusos y atrocidades, expulsaron a la población nativa, cometieron violaciones y asesinatos masivos, bombardearon por tierra, mar y aire, envenenaron pozos, destrozaron ganado y huertos.

El 23 de julio cayó la junta en Grecia; en Chipre Glafkos Kleridis, presidente del Parlamento, asumió la presidencia temporal de la república; el 24 de julio se restableció la democracia en Grecia, cuando juró como primer ministro Konstantinos Karamanlís, quien había regresado en la madrugada de su autoexilio en París y quien es sabido que había pactado con la junta y con Estados Unidos ser él el eslabón entre la dictadura y el restablecimiento de la democracia cuando llegara el momento. Restablecidos, en fin, el orden y la democracia esto debía haber bastado para que Turquía retirara sus tropas, pues sus argumentos para invadir la isla quedaban invalidados, por el contrario, continuó ignorando la legalidad. Cuando el 13 de agosto naufragaron las conversaciones en Ginebra —en donde participaron Turquía, Grecia y Gran Bretaña como países garantes del orden en Chipre, de conformidad con los acuerdos de Zurich-Londres de 1959, además de Estados Unidos—, Turquía puso en práctica el plan “Atila II” y continuó con la invasión de Morfou, Famagusta, la mitad de Nicosia, la península de Karpas y otras regiones, hasta completar el 37 % del territorio invadido y establecer el 15 de agosto la llamada “Línea Verde de Atila” que, dicho sea de paso, habían ideado sus antiguos camaradas británicos 20 años antes. Al mismo tiempo, Kissinger declaraba al recién electo presidente Ford que no había razones para Estados Unidos por las cuales Turquía no pudiera ocupar la tercera parte de la isla de Chipre.

El presidente Makarios regresó a Chipre el 7 de noviembre de 1974, con lo cual, de nuevo, el orden constitucional quedó totalmente restablecido en la isla. Desde entonces una serie de infructíferas negociaciones, en las que la parte invasora y ocupante lleva la sartén por el mango, se suceden, sumando ya 50 años en que 200 000 desplazados se ven impedidos a regresar a sus lugares de origen, 2500 asesinados esperan que se les haga justicia y los familiares de 1619 desaparecidos esperan conocer qué fue de ellos. Sin contar con el saqueo y destrucción de un patrimonio cultural de más de tres mil quinientos años. De acuerdo con el derecho internacional Turquía, fuerza invasora y ocupante, que ha cometido todo tipo de atrocidades y abusos no debería sino obedecer las resoluciones de los organismos internacionales.

Las propiedades de los grecochipriotas fueron arbitrariamente adjudicadas por la fuerza de las armas de los invasores y los dirigentes turcochipriotas a colonos y miembros de las tropas de ocupación, aunque muchos extranjeros procedentes de los países llamados democráticos y cultos han “adquirido” propiedades o pasan allí vacaciones doradas; la edificación anárquica ha destruido y transformado por completo la geografía de la zona ocupada. En 1975 Turquía trasladó a la isla el primer paquete de 22 375 colonos llevados de Anatolia, en 1989 éstos sumaban al menos 80 000, en la actualidad son al menos 160 000. Aparte, 43 000 soldados de ocupación se encuentran establecidos permanentemente en la parte Norte de la isla. Los grecochipriotas que por diferentes motivos no se encontraban en sus hogares en las hoy regiones ocupadas no son considerados refugiados y, en consecuencia, no tienen derechos ni siquiera de participar en los plebiscitos ni de reclamar sus propiedades, mientras los colonos gozan de plenos derechos y son tomados en cuenta en las negociaciones. Éstos son solamente algunos de los abusos y sinrazones que la población afectada ha tenido que soportar, incluyendo la imposición de tratados que favorecen al invasor, como es el engendro llamado “federación bizonal bicomunal” conocido también como Plan [Kofi] Annan, heredero de los acuerdos que intentaron imponer los británicos, y que no es sino la oficialización de la arbitrariedad, mientras los ciudadanos verdaderamente afectados esperan pacientemente a que la comunidad internacional y los organismos constituidos para este fin vuelvan hacia ellos la mirada y restablezcan la justicia.

El problema de Chipre no es un conflicto regional entre dos comunidades antagónicas, es un caso de invasión, ocupación militar por tropas extranjeras, neocolonialismo, revisionismo geoestratégico y violación flagrante y vergonzante del derecho internacional, situación que afecta por igual a la totalidad de los habitantes legítimos de la isla.

Los siguientes textos, escritos por las mejores y más representativas plumas de Chipre, son sólo una muestra de la cotidianidad de la isla a lo largo de estos cincuenta años.

Michalis Pasiardís
(Tseri, 1941-Nicosia, 2021)

Somos griegos

No es la primera vez que nos vendisteis.
lo habéis hecho antes, hace años, en otros siglos,
cuando nos malvendisteis a los persas[1].
Sin embargo vivimos. Y soportamos esclavitudes y desafíos,
conseguimos vencer a la sequía y la langosta.
Somos griegos. No esperamos nada.
Esta vez nos arrojasteis a los turcos,
la sangre regó la tierra
y aherrojaron con fuerza al Pentadáctilos[2].
Somos griegos. No esperamos nada,
nada de Atenas. Somos griegos,
griegos del tiempo amargo
y de la desesperación.

Rina Katsellí
(Kerynia, 1938-Nicosia, 2021)

Consejo

No hablen a sus hijos de héroes y heroínas,
de actos que ocurrieron cuando estalló la guerra.
Investiguen y háblenles de las causas que produjeron
el conflicto y enséñenles cómo evitarlo.
Los actos heroicos son inevitables en la guerra
y en héroe se convierte el hombre más ordinario
si lo imponen las condiciones.
Mejor que la lógica convierta
cada heroísmo y cada sacrificio en algo superfluo.

Niki Ladaki-Filippou
(Nicosia, 1937-Atenas, 2003)

Pentadáctilos, Díkomo, Kithrea

Pentadáctilos, Díkomo, Kithrea
Morfou, Belapáis, Vasilia, Karavás
San Hilarión, Karpasia, Salamina
Nombres que recordamos
en nuestras oraciones.

Señor del Mar
Señor de los Prisioneros
Señor del Instante
Señor del Siglo de los Siglos
Señor de la Palabra Divina
Señor del Sacrificio
Nosotros los eternamente heridos
los eternamente vapuleados
los traicionados por los amigos
los arrojados de nuestros hogares
en mitad del Piélago
Te rogamos.

Kostas Montis
(Famagusta, 1914-Nicosia, 2004)

Yergue tu espalda

Yergue tu espalda
y sacúdetelos, Pentadáctilos mío.

Yergue tu espalda
y sacúdetelos.

Chipre dividida. / Imagen: ΟΝΝΕΔ

Achilleas Pyliotis
(Ormidia, 1923-Nicosia, 1998)

Así viviremos
(fragmento)

Así viviremos en adelante en esta tierra devastada
sin sueño, sin respiro,
doble y triplemente traicionados —por extraños y propios—
deambulando insomnes en la oscuridad espesa
deambulando despavoridos entre los destrozos
buscando desesperadamente a nuestros hijos
por entre los cadáveres deformes
entre los nombres desgastados de las listas.

Así viviremos en adelante en este país desgarrado.
Con el rostro deforme por el dolor inmenso
enajenados por las incontables heridas de nuestra alma
buscaremos entre las ruinas
para hallar las tumbas ocultas
para excavar con las uñas
para encontrar a nuestros deudos
para encontrar un rastro suyo —una prenda
un zapato, un papel con sus nombres—
y después en silencio —con qué fuerza los hemos de llorar—,
así simplemente, así a hurtadillas
para cubrirlos con tierra una vez más.

(Más tarde vendrán los séquitos,
las ceremonias, los discursos fúnebres
y las misas en memoria.)
[…]

Nikos Kranidiotis
(Kerynia, 1911-Atenas, 1997)

Ciudad natal
III

En las corresponsalías de la prensa
leímos acerca de la simpatía ajena
a causa de nuestra catástrofe.

A continuación rompimos los periódicos
e hicimos trizas la simpatía.

¿Quién tomará los andrajos de Job
para cubrir nuestra paciencia?

¿Quién hará sonar la trompeta del deber
para que caigan las murallas de Jericó?

Kleri Anguelidou
(Famagusta, 1932-Nicosia, 2021)

Nostalgia

La nostalgia comienza en una calle con granados,
cuelga de un poste de electricidad
y acaba en un escalón medio roto.
Acaricia algunos libros en los anaqueles
y escucha con atención los susurros de una mariposa.
Los sueños parten del corazón
y llenan por completo la casa.
No espero a que les den permiso.
El mundo alrededor les pertenece.
Igual que la tierra y el mar y el viento.
Semejan grullas inmensas
que viajan sin detenerse,
hasta llegar a la meta.
Y habrán de llegar.

Vasos Lyssaridis
(Léfkara-1920-Nicosia, 2021)

Morir sin arrodillarme

¡No! No acepto arrodillarme.
¡No! Los compañeros me aguardan en la alambrada
y los muertos en el Pentadáctilos. ¡No!
¡Morir, sí! ¡Arrodillarme nunca!
Claro está, con la muerte ajustó las cuentas hace ya tiempo.
No le teme. Se topó con ella repetidas veces y sobre ella opina:

“Su máscara es ridícula y no espantosa
y yo ni aún de joven le volví la espalda;
ella cobardemente perdió el aspecto terrible
y evitó el encuentro.”
La falta de temor a la muerte, el parecer elevado,
la combatividad, la disponibilidad para la lucha,
consecuencia todo del patriotismo ardiente,
le refuerzan la pasión con la cual
continúa alimentando sueños sobre el Pentadáctilos.

Yo no andaré
como un caminante extraño
por Kefalóvryso[3] seco
o por Kantara[4].
Les debo una visita
sin amos
y sin cautivos.

[Selección de poemas, traducción del griego y notas de Guadalupe Flores Liera]

Grecia, julio de 2024.

Notas al pie

[1] Cuando el rey de Persia Artajerjes II hizo firmar al general lacedemonio Antálcidas la “Paz de los Reyes” en 387 a. C. y éste aceptó la capitulación total de Grecia.

[2] “Cinco dedos”. Cadena montañosa de 90 km de largo y cinco de ancho íntimamente relacionada con la historia, mitos y leyendas de Chipre, hoy en la zona Norte bajo ocupación.

[3] Hontanar que regaba los campor fértiles de la ciudad de Lápithos, hoy bajo ocupación.

[4] Bosque de la cordillera del Pentadáctilos, hoy bajo ocupación.

Nota bene: las imágenes que ilustran este texto han sido tomadas de la exposición 50 años de invasión y ocupación turca, de la Dirección General de la República de Chipre, a partir del archivo fotográfico de la Oficina de Prensa e Información. Está disponible el cuadernillo en PDF: aquí el enlace.

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