Entrada y Salida

Un diálogo íntimo y desconocido


Sancho le decía a Don Quijote que para tener éxito con Dulcinea debía afeitarse el rostro para ser otra persona.

—¿Quieres que sea quien no soy? —reviró el Quijote—. Es como si te pidiera a ti que crecieras y guardaras el estómago en casa.

Sancho no lo escuchaba, su imaginación estaba en la Isla Barataria pues con ella, y de eso no le cabía ninguna duda, podía conquistar, sin tanto arrojo verbal, a la bella Dulcinea. “Aunque me dejara inundado de barbas”, se decía muy dentro de sí, ilusionado como una veleta de molino.


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