«Maestro»: demasiado Bernstein para un cineasta (aún) novato
Febrero, 2024
En la vorágine de biopics recientes encargadas de rescatar a estadounidenses notables, como Elvis, Oppenheimer o Priscilla, entre muchas otras, ahora el actor Bradley Cooper agrega una más al conglomerado dirigiendo Maestro, en donde encarna al reputado director de orquesta y compositor Leonard Bernstein. Con guión escrito en colaboración con Josh Singer, el segundo largometraje de Cooper es un retrato nostálgico y acucioso del más famoso director de orquesta estadounidense, escribe Alberto Lima en esta nueva entrega de ‘La Mirada Invisible’.
Maestro, película estadounidense de Bradley Cooper,
con Bradley Cooper, Carey Mulligan, Maya Hawke,
Matt Bomer y Sarah Silverman. (2023, 129 min).
En la vorágine de biopics recientes encargadas de rescatar a estadounidenses notables, como Talentos ocultos (Melfi, 2016), Elvis (Luhrmann, 2022), Oppenheimer (Nolan, 2023) o Priscilla (Coppola, 2023) entre muchas otras, ahora el talentoso actor Bradley Cooper agrega una más al conglomerado dirigiendo Maestro, su segundo filme —luego de su caprichoso y prescindible debut/remake Nace una estrella (2018)— en donde encarna al reputado director de orquesta y compositor Leonard Bernstein (1918-1990).
En noviembre de 1943 el joven Leonard Bernstein (Bradley Cooper) recibe la inesperada oportunidad de dirigir la Filarmónica de Nueva York en sustitución del director invitado Bruno Walter, quien enferma de gripe. A partir del exitoso concierto, la fama y el prestigio comienzan a acompañar al novel director mientras vive un amor homosexual con su roomie David (Matt Bomer). Sin embargo, en una fiesta ofrecida por su hermana Shirley (Sarah Silverman) conocerá a la guapa actriz chilena-costarricense Felicia Montealegre (Carey Mulligan), de quien quedará prendado para a la postre desposarla y comenzar no sólo una prolífica carrera en el mundo de la música clásica, cultivar una vida familiar con sus tres hijos —Jamie (Maya Hawke), Alexander (Sam Nivola) y Nina (Alexa Swinton)—, sino en los sótanos de su persona, continuar sus incursiones homosexuales que con el curso de los años cada vez se le dificultará más disimular.
Con guión escrito en colaboración con Josh Singer, el segundo largometraje de Bradley Cooper es una acuciosa y bien hecha biografía enfocada más en la esfera doméstica que en la pública del más famoso director de orquesta estadounidense. Un retrato nostálgico que deviene revelable pop a una figura polémica del mainstream gringo —como en su momento lo fue su abierto apoyo al grupo radical de las Panteras negras—, pero que el actor no se atreve a confrontar ni cuestionar con la misma disposición con la que se apropia de esa máscara prostática —creada espléndidamente por el maquillista Kazu Hiro— para igualar físicamente al personaje, pero nada más. Porque pese a la grata fotografía del aronofskiano Matthew Libatique, quien espectacularmente recrea las atmósferas de las cinco décadas (de 1940 al 80) de vida importantes del compositor con flujos de blanco y negro, y paleta cálida de color, los alcances de Cooper recalan en una historia de amor hasta cierto punto convencional, con tentativas homosexuales, etílicas y de drogas duras apenas sugeridas porque a final de cuentas la presencia del músico resulta demasiado grande y pesada para un director novato.
En el otoño de 1990, la revista Times Magazine publicó una lista con los 100 estadounidenses más influyentes del siglo XX. Algunos de los incluidos ya tienen una cinta dedicada: [Muhammad] Ali (Mann, 2001), Walt Disney con El sueño de Walt (Hancock, 2013), Bob Dylan con Mi historia sin mí (Haynes, 2007), Hoover con J. Edgar (Eastwood, 2011), Billie Jean King con La batalla de los sexos (Dayton/Faris, 2017), [Alfred] Kinsey, el científico del sexo (Condon, 2004), Pollock (Harris, 2000), Jackie Robinson con 42 (Helgeland, 2013) y Malcom X (Lee, 1992). Además de las cintas del científico Oppenheimer y el cantante Elvis Presley ya mencionadas más arriba, llegó entonces el turno de Leonard Bernstein y su cinta biográfica que, aun cuando el actor Cooper mejora su dirección al ostentar top shots en movimiento y no abusar de filmar en planos medios como en su ópera prima, Maestro carece de esa pulsión artística tan elocuente y evidente en Bernstein; por ejemplo, no se muestra el proceso de composición del musical Amor sin barreras (1957) y posteriormente el filme homónimo dirigido por Robert Wise y Jerome Robbins en 1961, que es su obra cumbre más allá del círculo culto, y que en el excelente documental para televisión The making of West Side Story (Swann, 1985) sí apreciamos.
Ya en la cinta Tár (Field, 2022), con esa complejísima y ficticia directora de orquesta, se presumía la poderosa influencia de Bernstein en la carrera de la directora, para dejar claro el peso de lo que significa este autor para la música clásica estadounidense, y, en este sentido, una película como la de Cooper siempre será oportuna para dimensionar el legado cultural de una figura como la de Leonard Bernstein, mientras en el filme goce su amor bisexual sin barreras.