Julio, 2023
Se puede decir que es socióloga de profesión, y guitarrista y cantante de oficio (y por vocación). De hecho, era una chavita cuando oyó el llamado de la música. De aquellos días a ahora, han pasado más de tres décadas. Sí: Tere Estrada está celebrando 35 años de trayectoria, y lo festeja con un concierto en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris que, ella promete, será único e irrepetible. Hemos conversado con ella, con la Sirena Hechicera, para sumarnos también a la celebración. Como dice en esta entrevista: “Nunca he sido alguien a quien programen en la radio, y sin embargo existo”.
A Tere Estrada se le ve feliz, se le ve jovial. Razones no le faltan: en este 2023 está celebrando sus 35 años de trayectoria musical. Toda una vida.
—Disculpa el retraso —me dice mientras toma asiento en el lugar donde nos hemos citado—. Tuve un desmadre con el internet y eso, hoy, es una catástrofe —agrega y suelta una carcajada.
Aunque el paso de los años ya es notorio en su rostro —corrijo, en nuestros rostros, pues han pasado por lo menos veinte años desde que la conozco y la entrevisté por primera vez—, sigue siendo, Tere, una mujer atractiva, juvenil, jovial, alivianada, y, contenidamente desmadrosa —si se me permite la expresión.
—¿Treinta y cinco años son muchos o son pocos, Tere? —le pregunto en cuanto comenzamos la conversación formal.
Ella sonríe y se toma unos segundos en responder.
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Hagamos un paréntesis para contextualizar la pregunta: cantante, guitarrista, compositora y socióloga nacida en la Ciudad de México, Tere Estrada se ha consolidado en estos 35 años como una de las artistas más consistentes en la escena musical de nuestro país.
Socióloga egresada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Tere estudió música en el Sindicato de Músicos y en la Sociedad de Autores y Compositores, además de tomar clases particulares de canto y guitarra.
Oficialmente, Tere comenzó en la música en julio de 1988, cuando recibió su primer pago por un concierto que dio en el Foro Tlalpan, que dirigía el fallecido videoasta Sergio García Michel (1945-2010). En sus inicios, desfiló por diversos grupos de rock como Follaje, Entenados del Enjambre y Esquina Bajan. También participó en (y, en algunos casos, fundó) proyectos alternos como el cuarteto de compositoras Mujeres en Fuga, el trío de jazz Yax, y recientemente es una integrante muy activa del coro femenil El Palomar.
En estas tres décadas y media, Tere ha publicado ocho discos, el primero en 1990 bajo el título Azul transitando en violeta, al que le siguieron Túneles desiertos (1992) con el grupo Esquina Bajan, Viaje al centro de tu ser (1994) acompañada del pianista Héctor Islas, Encuentros cercanos conmigo (1997), Lotería de pasiones (2003), En vivo (2006), Compositoras de México (Un viaje por la lírica y la música en 100 años de historia) (2012) y Un blues en la penumbra (2018), este último un álbum que se originó a partir de su primera novela publicada en 2018, con el mismo título, en donde narra la trayectoria de una cantante ficticia de rock.
En solitario y con bandas —con apoyos o sin apoyos—, en todo este tiempo Tere ha recorrido varios de los escenarios más importantes de México; también ha tocado en países como Noruega, Dinamarca, Italia, España, Alemania, Nepal, India, República Checa, Colombia, Argentina y Perú.
Paradójicamente, su faceta de socióloga le ha robado presencia mediática a la de músico. Ello a partir de la publicación de un libro esencial e imprescindible: Sirenas al ataque / Historia de las rockeras mexicanas, editado primero en 2001 por el Instituto Mexicano de la Juventud (donde abarcó de 1956 al 2000), y después en 2008 por Océano (actualizado de 1956 a 2006). Esta investigación fue producto de diez años de trabajo y más de 100 entrevistas a cantantes y rockeras mexicanas.
A partir de esa experiencia, Tere no ha dejado de publicar textos y ensayos sobre rock y cultura. Por ejemplo, en 2004 junto con Julia Palacios escribió el artículo “A contra corriente: A History of Women Rockers in Mexico”, que forma parte de la antología Rockin’ Las Americas / The Global Politics of Rock in Latin/o America, editado por la Universidad de Pittsburgh. También sus escritos han aparecido en periódicos como Reforma, El Financiero, La Jornada o el desaparecido El Nacional.
Cerremos el paréntesis y regresemos a la pregunta…
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—¿Treinta y cinco años son muchos o son pocos, Tere?
—¡Son un chingo! —me responde y suelta otra carcajada.
Luego, de manera más seria, casi formal, se sincera:
—La verdad, ¡sí que es toda una vida…!
—No sólo es toda una vida —le digo a Tere—, también parece ya una vida lejana, otra época, casi una vida irreconocible. Me refiero a que, si bien falta aún camino por recorrer para la mujer, aquellos años eran el salvaje oeste. Tú te iniciaste en un momento en el que la mujer en el rock era bastante menospreciada…
—Si te soy sincera, no me di realmente cuenta del papel que jugaba en ese momento; sólo sabía que tenía que aprender no sólo a ser líder, sino a ser líder de un proyecto siendo chava, siendo guitarrista, siendo compositora… ¡siendo mujer!
—¿Cómo valoras estos 35 años cumplidos, en qué momento de tu carrera estás? Perdona que insista: 35 años se dicen fácil, pero de ninguna manera lo son; y menos cuando te ha tocado ir siempre a contra corriente…
—Pienso que me ha pasado un poco como les ha sucedido a las rockeras cuando han visto su historia en Sirenas al ataque. Es decir, empiezan a verse con otros ojos porque ven qué es lo han hecho realmente… En definitiva, algo así me pasó cuando me di cuenta que son 35 años de carrera.
“Pero además, también me sentí así por algo que me ocurrió justo en la pandemia. En la segunda mitad de 2020, de pronto me buscó Sue Foley. Ella es como la Tere Estrada de Canadá. Sue lleva varios años trabajando en un libro sobre las mujeres guitarristas en el mundo. Yo la conocí por Myspace, así que, como te darás cuenta, nos conocemos desde hace algunos años. Durante la pandemia, cuando todos estábamos buscando nuevas fuentes de ingreso para sobrevivir, ella propuso parte de su libro a la revista Guitar Player. Le dicen que sí, que va, y entonces me busca para actualizar mi ficha. Imagínate…”
—Uf, qué alucine…
—En serio que sí. Yo me quedé como, ¡guau!, ya que de chavita, cuando empezaba a tocar la guitarra, compraba la Guitar Player. En aquel momento veía la revista con mucha devoción. Así que, de pronto yo aparecer en ella fue… fue maravilloso. Es algo que jamás me hubiera imaginado, ni entonces ni ahora. Fue un regalo que no espera. Y lo mejor: no fue algo que yo buscara; la vida me puso. Y sí, dije “gracias vida”.
“Eso sí, aclaro esto para que no haya confusión. Yo no soy una guitarrista virtuosa, en lo absoluto. Salí en un especial de Guitar Player por trayectoria. Es decir, si aparezco es por una especie de homenaje a una carrera, de resistencia, de lucha; o sea, por el cúmulo de todo lo que uno ha hecho. Por ser, digamos, una rockera integral. Es un homenaje a esa visión, a esa forma de ejercer el oficio de la música”.
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En algún momento de la conversación, le pregunto a Tere Estrada si se considera la ‘Madre del Rock’, como algunos la han llamado.
—¡No! —exclama rotundamente—. Para eso tenemos a Gloria Ríos.
Más bien, me explica, se ve a sí misma como un puente entre generaciones.
La razón le asiste: como socióloga de profesión, su investigación sobre las mujeres en el rock en México la llevó a conocer a las rockeras de antaño, a las pilares, a las que estuvieron antes que ella; como guitarrista, cantante y compositora de oficio, Tere ha seguido en el mundo de la música, lo que le ha permitido conocer a las nuevas generaciones, que ahora la buscan y la citan a ella como un referente.
—Por eso estoy vigente —me dice—. Por un lado, las viejas generaciones conocen mi trabajo, y, por el otro, las nuevas generaciones ya me conocen o empiezan a conocerme, y ven que sigo haciendo ruido.
“Es cierto —aclara Tere—, no grabo un nuevo sencillo cada mes, pero sí trato de publicar algo de música cada año. Mi último álbum, Un blues en la penumbra, por ejemplo, así salió: fui compartiendo sencillos, seis de ellos primero, y luego publiqué el disco completo. Y así haré con Nube volcán, que será mi noveno álbum, que estoy preparando ahora. El cd saldrá acompañado de un cómic, sobre la historia de Nube volcán. Como estoy formada a la vieja usanza, sigo creyendo en el álbum como objeto. Por eso lo sigo haciendo así. Lo que yo he visto, por lo menos en mi caso, es que la gente me sigue comprando discos”.
—Te pregunto lo de ‘Madre del Rock’ por algo que hace poco escribió Madonna en su perfil de Instagram. (Nos guste o no su trabajo, es un hecho que es un parteaguas para las mujeres en la industria de la música). Escribió Madonna: “Hace treinta años publiqué un libro llamado S.E.X. que incluía fotos de hombres besando a otros hombres, mujeres besando a mujeres y yo misma besando a todo el mundo. En él, también escribí sobre mis fantasías sexuales y compartí mi punto de vista sobre la sexualidad de forma irónica. Me pasé los años siguientes siendo entrevistada por gente estrecha de miras que intentaba avergonzarme por empoderarme como mujer. Me llamaron puta, bruja, hereje y diabólica. Ahora Cardi B canta sobre su coño, Kim Kardashian puede aparecer en cualquier portada enseñando el culo y Miley Cyrus puede correrse como una bola de demolición. De nada, perras”.
—Ja-ja. ¿Eso escribió?
—Sí-sí… A lo que voy es: ¿cómo te ves, o cómo valoras el papel de Tere Estrada, con respecto al camino que has dejado? Son 35 años de abrir caminos…
—Definitivamente, lo de Guitar Player hizo verme con otros ojos, hizo verme desde una nueva perspectiva. Me permitió hacer un recorrido, hacer un ejercicio de introspección. Entre otras cosas, me di cuenta que en efecto éramos muy pocas guitarristas de rock, y más aún con guitarra eléctrica. Estaban las Mary Jets, las Chic’s, las Panther’s Pinks, Carmín, y con guitarra acústica Margarita Bauche o Laura Avitia, por citar algunas. Entonces, en el momento en que empiezo a hacer este recorrido, me digo: “guau”. Es cierto: éramos muy pocas. Con razón un día que fui al programa de Vlady Hernández, Banda Rockera, una vez alguien, no recuerdo quién, dijo: le voy a decir a Pepe Návar [periodista y comentarista de rock] y no lo va a creer. Y es que, cuando vieron que yo componía, que tocaba la guitarra, que tenía mi propio proyecto… Fue como, “¿una chava tocando la guitarra eléctrica, cantando sus rolas, con una banda, y liderando esa banda? Por favor, ajá”. Y así era en casi todos lados.
—Lo que decíamos hace un momento, Tere, eran otro tiempos… Y ni tan lejos, eh, apenas los noventa…
—Sí. Eran otros tiempos. Era una época, los noventa, en la que si veían a un mujer en una banda de rock era sencillamente porque se trataba de la novia de alguno de los integrante del grupo. Así que te puedes imaginar mi caso, que además era yo la líder de la banda. Los músicos de entonces (no digo todos, pero sí una gran mayoría de ellos) no se explicaban qué hacía una mujer ahí si no era la novia de alguien. Era una época en la que (según ellos, los músicos) sólo podías estar ahí en la música si alguien era tu dueño, si uno de ellos era tu novio. Hoy es triste y horrible decirlo, pero es verdad. Sus caras eran: ¿una mujer que toca? ¿Cómo?
“Pero, además, era en todos lados. Por ejemplo, cuando empecé la investigación para el libro Sirenas al ataque, en el Chopo más de una vez me vieron y me trataron de hombros para abajo. Algunos decían: por aquí anda una psicóloga dizque haciendo un libro (ni siquiera me llamaban socióloga, que es mi carrera, sino psicóloga). ‘Pero qué va a hacer, a quién va a entrevistar, ¿a cuatro, cinco, seis mujeres? No hay más en toda la historia.
“Lo más lamentable es que, treinta y cinco años después, todavía sigue pasando. Desde luego, ya no es la norma como en ese tiempo, pero sí sigue habiendo esa falta de credibilidad hacia la mujer como músico. Y sí, en algunos casos te ven todavía desde esa postura de superioridad, en el rollo de ‘es que no saben’, ‘son tontas’, ‘no tienen experiencia’. En esa onda de ‘yo sí sé’, ‘yo te voy a decir cómo hacerlo’. Entonces, como te decía, por fortuna ya no es la norma, pero sí son coletazos de esa manera de ver a la mujer en la música”.
—Con todo esto que pasabas, ¿nunca dudaste de que este era tu camino, de que la música era tu destino? ¿Nunca quisiste claudicar, renunciar a todo esto?
—Es que siempre he tratado de disfrutar todo esto. No lo veo desde el punto de vista de las dificultades o sufrimiento, lo veo desde el lado de me la paso increíble. Pero sí, como cualquier carrera u oficio tiene sus pro y sus contra, tiene sus alegrías y sufrimientos. Por ejemplo, soy una artista independiente, por lo que a veces te contrata una institución gubernamental (estatal o federal, da lo mismo) y se tardan meses en pagarte. Entonces, cuando te llega la lana ya la debes toda. Pero el disfrute y goce de tocar, eso es mágico. Suena a cliché, lo sé, pero es totalmente cierto.
“Entonces, la gestora Tere hace todo lo que esté a su alcance para que brille en el escenario la Tere artista. A veces la gestora Tere se las ve negras, porque tal o equis cosa no se pudo… Es complicado y duro el trabajo de picar piedra, pero qué otra tenemos. Mandas carpetas a todos los festivales y no te llaman, no te contratan. En México, para ser artista independiente uno debe de tener una gran tolerancia a la frustración y a los ‘no’. Es decir, no te puedes rendir al primer ‘no’ que digan. En estos 35 años, yo tengo toneladas de ‘no’, pero lo que más valoro son los ‘sí’, porque, obvio, han sido los que me han hecho avanzar y abrir puertas. Eso me decía mucho una amiga, Claudia Mancera: bueno, ya te dijeron que no, ahora ve por el sí. O sea, pasar página. No te quedes atorada en el no, en el chale, en el por qué no, en el enojo… No te enojes. Si te enojas y te quedas ahí en la rabia, no avanzas nada, te cargas de mucha frustración y eso no te ayuda a avanzar. Es cierto: te das una tarde para gritar, enojarte, mentar madres, pero al otro día a la página en blanco, y a seguir. Así es como yo he avanzado. Por el amor a lo que haces. Por la pasión por el oficio”.
—En ese sentido, ¿cuál es tu opinión de la mujer actual dentro de la música? ¿Cómo ves a la mujer en esta industria?
—Obviamente, sí han cambiado mucho las cosas. No sólo alrededor de, sino ellas mismas también: las mujeres han cambiado y avanzado mucho. O sea, hoy las veo mejor preparadas… Muchísimo mejor preparadas. Claro, el acceso a las herramientas y recursos se ha vuelto más sencillo: hay tutoriales en YouTube, hay más escuelas de música… Escuelas en donde además se les enseña a las chavas desde un inicio cosas como ingeniería de audio y producción. Antes sólo era la cuestión musical, la parte del instrumento; hoy es más integral la enseñanza: hechura, producción, incluso también te enseñan la parte de difusión, cómo promocionar tu trabajo.
—En ese “abrir caminos” del que te hablaba, muchos no saben que tú fuiste también pionera organizando (y formando parte de) diversos festivales, como Yo rockera (1991) , Féminas en el rock (1992) o Primer Festival Nacional de Compositoras (2001)…
—Es cierto. Ahora hay muchos colectivos hablando del papel de la mujer no sólo en la música, sino en todos los ámbitos. Cuando yo empecé, eso no existía. No había colectivos ni nada. Estaba, como dices, mi esfuerzo de Yo rockera o Féminas en el rock, pero no había este rollo de vamos a juntarnos para hacer cosas, no pasaba eso o difícilmente pasaba eso. Hoy, las chavas están más preparadas. Con esta ola del nuevo feminismo, traen otro chip. Ahora veo a las chavas con más conciencia de su cuerpo, de sus habilidades, más seguras, más libres, con más información.
“Otro gran cambio es que ahora se habla más abiertamente de las diferentes formas de agresión hacia nosotras las mujeres, algo que antes no sucedía. Aunque empezó en el cine, cuando el #MeToo llegó a la música ayudó mucho a visibilizar eso. A las mujeres en la música nos permitió contar cosas, decir ‘esto es lo que ha pasado’. Era algo que no se hablaba. Eran cosas que no se decían. Fue un gran salto. Era un secreto a voces cuando un manager te hostigaba, cuando un periodista te hostigaba. A mí me pasó ambas, que un manager y un periodista me hostigaron. El acoso era algo de lo que no se hablaba. Por eso, hablar de ello hoy ha sido un gran avance”.
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—Musicalmente, en qué momento está Tere Estrada. ¿Ya es más fácil escribir canciones?
—En lo absoluto. Cada álbum sigue siendo un reto. Me refiero a hacer un buen álbum. Porque, primero, es saber de dónde parto. Tengo claro que más o menos cada seis años edito un álbum. Ya estoy consciente de que ése es el lapso que necesito, pues tampoco quiero, ni necesito, convertirme en una máquina que produzca canciones, canciones, canciones. Eso no es lo mío ni me interesa. Lo mío es como una especie de hibernación, en el que voy poco a poco gestando el álbum… Eso: gestar. Es como cuando tienes un hijo: el parir un álbum requiere su tiempo. Cuando hago un nuevo disco, reviso las canciones que he ido escribiendo y que están ahí esperando; reviso si hay un hilo que las hermana, cuál queda, cuál se sale del conjunto.
—¿Cuáles son los intereses que mueven ahora a Tere, en términos líricos, temáticos?
—Cuando escuchen las letras del nuevo disco, que ya estoy trabajando y se llamará Nube volcán, verán que están marcadas por la experiencia que nos dejó a todos el covid, la pandemia, de la libertad que nos arrebató y del enclaustramiento, de cómo la vivimos. Por ejemplo, hay una canción que habla de las pequeñas cosas que teníamos y que durante la pandemia se nos arrebataron. Me refiero a detalles, pequeñas cosas que cobraron un significado mayor durante la pandemia, que parecen cosas intrascendentes como salir a caminar, echarse unos tacos… Hablo de cosas sencillas que en la pandemia obtuvieron un mayor valor ante el encierro. Otra canción se llama “Reclusa de mi hogar”, en donde intercalo frase que hablan de caminar en el parque, sentir el viento en el rostro, sentir el sol en el cuerpo, tesoros que de pronto parecían algo lejano.
“Musicalmente, por otra parte, también he expandido mi paleta sonora. Sigue estando el blues, el jazz, el funk, el soul, el rock, pero ahora también estoy incursionando en otros géneros. Por ejemplo, acabo de grabar mi primer corrido, un género que nunca había hecho. Conste: la canción, la letra, así lo pidió. Estará en el nuevo disco. Entonces, sigo explorando, no me detengo ni trato de encasillarme”.
—¿Me intriga saber cómo han evolucionado tus viejas canciones, te sigues identificando con ellas?
—Lo que sucede es que mis canciones son retratos de mi vida, son también retratos de la época que me ha tocado vivir. “Oye chava” la compuse en 1988, con el temblor de 1985 todavía en la memoria y en el cuerpo, pues nos dejó marcados a todos. El trasfondo de la canción habla de eso, de los derrumbes externos e internos, de cómo a veces necesitas temblar en tu interior, derrumbar paredes, para cambiar o para avanzar. Por eso creo que la canción es actual.
—Déjame cambiar la pregunta: ¿las canciones también se cansan?
—No lo creo. A mí me parece que, más bien, van encontrando un público nuevo. Me refiero a que en diferentes momentos la gente, los nuevos escuchas, se las van apropiando. Es cierto que la Tere de 25 años no es la misma que la Tere de 45, o la de 35. Por ejemplo, para cada una de ellas “Oye chava” ha significado algo distinto, o la ha apreciado de diferente forma. La Tere de 55 años la ve con añoranza, porque la escribí siendo una chavita. Yo creo que esa chavita estaría muy contenta de ver en lo que ahora se ha convertido, en lo que ahora ha logrado.
—Perdón por la expresión, pero, entonces, ¿no les metes mano?
—Ja-ja. No, no les meto mano a las canciones. Lo escrito, escrito está. Representan lo que era yo en algún momento; representan un espíritu de lo que tú eras. Cada álbum es una foto de cómo estás emocionalmente, de cómo estás en tu visión de vida. De cierta forma, y si uno lo quiere ver así, es una foto de tu alma. Entonces, me toca respetar esa foto. Ahora bien, por su puesto todos los discos son perfectibles, porque los grabaste con la energía, con la ilusión y con las herramientas del momento. Pero eso, es otra cosa.
Una última reflexión, me dice Tere:
—¿Sabes? En estos 35 años de carrera la Tere escritora ha sido la que ha tenido más presencia mediática, porque los escritores son visto con este halo de intelectualidad y son mejor recibidos en los medios. Antes, una rockera era algo así como “y ésta qué transa”, y menos era apreciada si eras rockera independiente. Yo nunca he sido alguien a quien programen en la radio, y sin embargo existo. Con 35 años cumplidos. Y existo porque tengo público que aprecia mi trabajo, que reconoce el esfuerzo, que compra mis discos. Nunca he estado en una compañía transnacional, por lo que nunca he tenido apoyo mediático como músico. Sin embargo, en este momento de vida me siento ya sin miedo. En esa etapa estoy. Sin miedo. Si les gusta mi trabajo, qué bien, qué buena onda; si no, tampoco hay problema. Hay cosas para todos.
Concierto de festejo
Me dice Tere Estrada que comenzó a festejar el aniversario de su trayectoria musical al cumplir 20 años. Fue en la Ollin Yoliztli. El segundo festejo fue en el Centro Nacional de las Artes, en el Auditorio Blas Galindo, en el 25 aniversario. Los 30 años de carrera los celebró en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, recinto en el cual también festeja ahora su 35 aniversario.
La cita es el 9 de julio, a las 18 horas.
La Sirena Hechicera —o como escribió un periodista: la Sirena de las Letras y la Música— asegura que será un concierto único e irrepetible. “Y si digo único e irrepetible, es por la dotación instrumental que me acompañará”.
Además de su banda conformada por Joel Mújica (bajo), Gustavo Vergara (sax), Fabián Flores (violín), Cristian Lizama (batería) y Javier Méndez (teclado), Tere Estrada contará con el apoyo de María Balvina en el trombón, Ángel Viquez en la trompeta, Maxym González en el sax alto, Ricardo Augustus González en las percusiones, Cristina Arista en el violonchelo, Ana Arnal en la viola y Taisha González en el violín.
Estarán como artistas invitados la cantante Cecilia Toussaint y el coro El Palomar, del que Tere ha formado parte desde sus inicios.
Por cierto: citada en un comunicado, Tere Estrada comenta sobre esta presentación: “Nunca sabemos cuando será nuestro último concierto. Vivirlo y sentirlo a todo pulmón es lo que me toca. Tocaré con una banda extendida, es como una big band y eso me emociona mucho. Es un formato que no había experimentado y la experiencia ha sido muy enriquecedora. Les aseguro que la gente se irá muy contenta. Además, el pasado 18 de mayo la comisión de Equidad de Género del Congreso de la Ciudad de México me entregó el premio Hermila Galindo, por mi contribución a la cultura. Es un buen momento para celebrar”.