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Los amores apresurados de Martin Amis

La muerte del escritor británico...

Mayo, 2023

Martin Amis, uno de los escritores británicos más prolíficos de los últimos tiempos, falleció el pasado 19 de mayo en su casa de Lake Worth, Florida, mientras dormía, víctima, a los 73 años, de un cáncer de esófago que padecía desde hace algún tiempo. Nacido el 25 de agosto de 1949, estudió en Oxford y debutó como novelista con El libro de Rachel, galardonada en 1973 con el Premio Somerset Maugham. Después llegarían otros libros como Dinero, Campos de Londres, Niños muertos, Perro callejero o Mar gruesa. Su última obra fue Desde dentro. En su obra, Amis llevó a cabo una radiografía, teñida de humor e ironía, tanto de su Inglaterra natal como de Estados Unidos, país al que se trasladó en 2011 fijando su residencia en el neoyorquino barrio de Brooklyn. Víctor Roura aquí lo recuerda.

El amor pareciera ya no tener importancia, y sus bestsellers así lo están notificando. Acaso porque, como decía José Ortega y Gasset (1883-1955) desde el año 1926, una cosa es hablar de “amores” y muy otra de “amor”. Las novelas hablan de amor; de ahí, tal vez, su desatención al amor mismo. Pero la buena literatura —o la que entendemos como tal, a fuerza de lectura numerosa— radica precisamente en que unos describan mejor que otros las profundidades de los sentimientos, capacidad de la que carecen, por lo común, los hacedores de bestsellers, dedicados a regodearse en asuntos menores, limitados incluso en sus propios pensamientos.

Los “éxitos” literarios son cada vez más ambiguos como bien lo retrata El libro de Rachel del recién fallecido británico Martin Amis (quien partiera de esta vida el 19 de mayo de 2023 a sus 73 años de edad), tal como hace Murakami con su Tokio blues —¡Murakami acaba de ser nombrado Premio Princesa de Asturias 2023, una designación que desfavorece al propio galardón que, con este reconocimiento, respalda a los hacedores de bestsellers dándole entonces la esperanza de obtenerlo por fin a un, digamos, Ken Follett—, inventándose, Amis, a Charles Highway para recorrer el orbe frivolizado (¿pueril?, ¿superfluo?, ¿indeciso?, ¿desconcertante?) de las mujeres que aceptan todo lo que sea por perseguir y finalmente atrapar al amor, o lo que conciben como tal estos autores, como Amis o como Murakami.

“Siempre he pensado que el sentido anal del humor —dice Amis que dice Highway— es algo muy corriente entre las personas de mi edad [las dos décadas de vida, al igual que el Watanabe de Murakami], aunque quizá me equivoque. Pero no hay duda de que lo bueno es aburrido y lo malo es divertido. Cuando más mala es una cosa, más divertida resulta”.

Rachel no sabe lo que quiere, pero tampoco Highway: “¿Sólo te has acostado con él o también con otros?”, pregunta Highway a Rachel sobre su novio, que lo tiene, mas eso no obsta para que sea liviana con Highway; “Sólo con él”, responde la muchacha; “no te preocupes”, concluye él, que también se acostará con otras chicas sin darle ninguna importancia a nada.

Martin Amis en una imagen de 2014. Foto: / Larry D. Moore (Wikimedia Commons).

—Los poetas jóvenes como yo—reflexiona Highway— sentimos siempre la tentación de escribir sobre temas acerca de los cuales ya no se puede decir nada en esta época tan irónica: atardeceres, belleza, rocío, todo aquello que tenga alguna relación, por mínima que sea, con el amor, la diferencia entre la realidad cósmica y lo que sentimos a veces en el momento de despertar.

Nada se puede decir ya acerca del amor, dice este joven también desalentado de la vida; de ahí, tal vez, sus frecuentes decepciones amorosas, su desapego a las personas, su apresuramiento por saber las claves del amor cuando todavía no ha aprendido a vivir, sus ahogamientos pasionales, su angostura a causa de los inciertos enamoramientos.

—¿Por qué el amor tarda tanto en venir y tan poco en irse? —pregunta Highway a su padre.

—Si supiera la respuesta a tu pregunta —contestó el progenitor—, sería un hombre feliz.

Los amores, como bien dice Ortega y Gasset, extravían al amor, lo demuelan, lo devastan, lo aniquilan, lo desmoronan, lo invisibilizan.

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