Marzo, 2023
«Los reyes del mundo» es el tercer largometraje de la directora colombiana Laura Mora Ortega, tras Antes del fuego (2015) y Matar a Jesús (2017). Se trata de una road movie sobre la desobediencia, la amistad y la dignidad que existe en la resistencia. Rá, Culebro, Sere, Winny y Nano. Cinco chicos de la calle de Medellín. Cinco reyes sin reino, sin ley, sin familia, emprenden un viaje en búsqueda de la tierra prometida. Un cuento subversivo a través de un clan salvaje y entrañable, que transita entre realidad y delirio. Ganador de la Concha de Oro, máximo premio del Festival de San Sebastián 2022, entre varias otras distinciones, el filme ha aterrizado en Netflix para casi todos los países de América Latina. Jesús Cuéllar Menezo ha conversado con la directora colombiana.
Jesús Cuéllar Menezo
Con tan sólo tres películas, y multitud de participaciones como directora en series tan importantes como El patrón del mal (2012), la colombiana Laura Mora Ortega (Medellín, 1981) se ha labrado un nombre en el cine de su país. También en el mundial, corroborado por la Concha de oro obtenida en el pasado Festival de San Sebastián por su más reciente película, Los reyes del mundo.
Pero el nombre de la directora ya había sonado discreta, aunque contundentemente, con su película anterior, Matar a Jesús (2017), una arriesgada indagación en el dolor de una joven que ve cómo un sicario asesina a su padre, algo que tenía mucho que ver con su propia experiencia.
“Matar a Jesús fue un acto muy liberador”, explica la realizadora colombiana. “Al liberarme me dio la posibilidad de pensar cosas que venía dejando a un lado por esa obsesión. Y muchas de esas cosas tenían que ver con la tierra, que es como el punto neurálgico del conflicto en Colombia”. Durante el casting de esa película, para el que entrevistó a más de noventa chicos, todos expresaron el deseo unánime de tener “un lugar donde estar a salvo en el mundo”. Y eso es lo que la llevó a su siguiente largometraje, Los reyes del mundo, donde ha querido expresar cómo unos chavales abandonados por el Estado y por la sociedad de Colombia tratan de “reclamar el mundo”, de “vengarse de él”, de ser “sus reyes”. Rá, Culebro, Sere, Winny y Nano, que se buscan la vida solos y como pueden en las peligrosas calles de Medellín, deciden ponerse en camino hacia unos terrenos que el primero ha heredado de su abuela y que le corresponden en virtud del programa de restitución de tierras auspiciado por el proceso de paz. Sin embargo, al abandonar la ciudad y adentrarse en zonas rurales que desconocen por completo, los cinco muchachos emprenderán un dantesco descenso a los infiernos de impredecibles consecuencias.
Para su nueva aventura cinematográfica, y después de dirigir episodios en series como Frontera verde (2019) o El robo del siglo (2020), Mora abandona el clasicismo narrativo de Matar a Jesús y opta por rodar con mayor libertad formal y conceptual. “No estaba en deuda con nadie ni con nada, eso me dio una libertad tremenda para indagar en cuestiones estéticas, espirituales, políticas”, afirma la directora. De manera que eligió un estilo más personal, onírico, a veces alucinado, plagado de imágenes de gran impacto visual y simbólico. “Para mí es una peli de fantasmas”, subraya Mora, y aclara que el propio largometraje le “fue diciendo claramente que esto ya no iba a ser una película dentro de un registro enteramente realista”. Ese enfoque responde al hecho de que esos cinco muchachos apaleados por la vida “del único lugar de donde nunca van a ser expulsados es del lugar de la imaginación”. Se podría decir que los cinco chavales, convencidos íntimamente de que nunca alcanzarán sus sueños, están muertos desde el principio, que viajan por los caudalosos ríos colombianos en la barca de Caronte.
El hilo conductor entre estas dos películas, tan diferentes y tan fascinantes, es “la obsesión con la idea de justicia” por la que luchan jóvenes arrojados, a su pesar, a jugarse el todo por el todo. Jóvenes que están ante tragedias (la violencia, la desposesión, el racismo, el abuso de poder), cuyos últimos responsables “no tienen nombre, no tienen rostro”, nunca van a dar realmente la cara. En la última película de Laura Mora se palpa la misma combinación de pesimismo y vitalismo que la directora transmite en la entrevista. Por una parte, cree que el mundo es un “lugar muy horrible, hostil y tremendamente cruel. Que el capitalismo es un sistema agresivo y violento”. Sin embargo, la vida le parece hermosa. “La única revancha que tenemos ante el mundo es esa, la alegría… así al final nos venzan”, añade. Y aún necesita explicar que, a pesar de todo, apuesta por la esperanza: “Si yo no tuviera esperanza, no haría cine y no haría este tipo de cine. La esperanza implica la espera, y la espera implica la utopía. Y en ese sentido me gusta la esperanza. Porque si la esperanza contiene la utopía, también contiene la posibilidad de la derrota”.
Esa esperanza, esa posibilidad de la utopía, aunque sea mínima, está en los chavales de Los reyes del mundo, que, aun siendo violentos, son capaces de mostrarse tiernos entre ellos, de crear un vínculo indisoluble ajeno a los lazos de sangre, de recibir ternura de los personajes que se van encontrando por el camino hacia una tierra prometida que no llegará a acogerlos. “La película es una pequeña oda, no sólo a los sin tierra, sino a esos pequeños brotes de bondad que ellos se van encontrando” en personajes como la mujer trans que regenta un hostal en Medellín, en las maternales prostitutas de un burdel de carretera o en una especie de ermitaño al que los violentos no molestan porque lo creen loco.
En Matar a Jesús, Laura Mora otorgaba el protagonismo a la joven Lita, un cierto trasunto de ella misma tras el asesinato de su padre; mientras que Los reyes del mundo se centra en la masculinidad quebrada y torturada de cinco jóvenes de la calle. “A mí me interesa mucho el mundo de los hombres como mujer y me interesa mucho la relación de la violencia y la masculinidad, porque realmente siento que la violencia es una herencia profundamente masculina y que también los hombres son unas víctimas del patriarcado”. Para la directora colombiana, los hombres “son cuerpos que no lloran” y, en esos muchachos privados prácticamente de compañía femenina, Mora Ortega quería indagar en “la ausencia de la mujer y la añoranza de la mujer, que no es sólo la añoranza de la madre, sino también la añoranza de la patria y de la matria”. Para ella, “el Estado, en la película, se presenta casi como un padre que te abandona y de repente aparece con una carta que dice: este es tu nombre y esta es tu tierra”. Aunque esa tierra no te la llegue a dar. Sin embargo, según la cineasta, Colombia también puede ser como las mujeres del burdel, como la mujer trans que atiende el hostal, “es un poco como una mujer que sobrevive a décadas y décadas de conflicto, que está aporreada, dañada, pero que te va a dar comida y te va a dar afecto. Me interesaba esa búsqueda de la patria y de la matria que tiene que ver con la tierra”.
En los tres largometrajes que Laura Mora Ortega ha dirigido hasta el momento (los dos citados y Antes del fuego, su ópera prima, de 2015) tienen una gran presencia géneros clásicos como el thriller. Además, en Los reyes del mundo hay elementos tanto de las películas de carretera como incluso del cine de terror, combinados con el arraigado interés de la autora en la realidad social de su país. Mora explica que este legado del cine clásico tiene que ver con su “educación sentimental», que aparece de “maneras muy inconscientes”, aunque le “gusta alterarlo”. Por ejemplo, apunta, ella “no era tan consciente de que Matar a Jesús era muy thrilleriana”. Sin embargo, en Los reyes del mundo sí lo fue de que quería “responderle a las películas con las que había crecido”. Al pensar en filmes como Los Goonies, que veía de adolescente, comprendía que eran “imposibles en el contexto nuestro… Tanta felicidad, tanto tesoro, tanto pirata falso, un pirata acá es otra cosa. Yo creo que quería responder un poquito a eso y desobedecer a ese género”.
El odio fluye por las venas de los personajes de Mora (“¡Qué fuerte soy cuando odio!”, llega a proclamar uno de los desesperados protagonistas de Los reyes del mundo), pero esa alegre desobediencia ante los códigos parte de una concepción del mundo y de la realidad de su país que está llena de “grises, grietas, contradicciones”. En su película anterior, Matar a Jesús, la directora llegó incluso a imaginarse la posibilidad de que la hija de un asesinado, como lo es ella misma, pudiera llegar a entenderse con el asesino de su padre, o al menos a comprenderlo, en línea con lo que se conoce como “justicia restaurativa”, alternativa a enfoques más punitivos. Del mismo modo que los hijos de una mujer secuestrada por la guerrilla llegaban casi a “hermanarse” con uno de los captores de su madre en el desgarrador documental Del otro lado (2021), del también colombiano Iván Guarnizo o como la esposa de un asesinado por ETA se acercaba a su verdugo en Maixabel (2021) de Icíar Bollaín.
La conversación con Laura Mora, cuyo cine es tan eminentemente político, nos lleva a la situación del joven gobierno progresista colombiano que preside Gustavo Pedro. “Para mí ha sido increíble porque yo no pensé que me fuera a tocar ver un presidente progresista o que el candidato al que voto gane. Para mí era inédito. Los meses previos a las elecciones fueron de los momentos más apasionantes que yo he vivido como ciudadana, porque había una alegría, un entusiasmo y cuando ganó fue increíble”. Sin embargo, Mora tampoco se deja engañar por esa sensación de euforia. “Eso no me hace tampoco una persona ingenua políticamente. Muchas cosas no van a cambiar”. Pero le gusta “ver otras caras, ver otros relatos, ver la diversidad también ahí en el gobierno, no ver sólo hombres, digamos blancos. De repente tener una presidenta afrocolombiana es un poema. Pero [la situación] está difícil”.
Cuando el ritmo imparable de la promoción de la película está a punto de poner fin a nuestra entrevista, Mora nos habla de sus próximos proyectos. “Voy a hacer tres capítulos de Cien años de soledad. Es una demencia. Pero es muy interesante”. Además, nos habla de un proyecto más personal: “Estoy empezando a escribir un proyecto nuevo con María Camila Arias”, coguionista de Los reyes del mundo, con quien Mora afirma que le gustó mucho trabajar. “Tenemos dos ideas andando, pero hay una que está cogiendo cada vez más fuerza. Sólo sabemos que tiene que ver con la Conquista”. Y añade riendo con cierta picardía: “Nos gusta hacerle preguntas a la masculinidad. Entonces hay que ir a la Conquista a ver ahí qué pasó”.