Septiembre, 2022
A sus 87 años, Vivian Gornick (Nueva York, 1935) sigue siendo una de las figuras del movimiento feminista más influyentes del mundo. Aunque su obra llegó a México con un preocupante retraso, es ahora cuando se están recuperando las ideas de esta activista que comenzó a militar en los años setenta y que ha sido todo un referente en Estados Unidos. Periodista, escritora y activista, Vivian Gornick está en México. Aquí ha participado en la IV Feria Internacional del Libro de las Universitarias y los Universitarios (Filuni/UNAM), y también lo hará en el Hay Festival Querétaro 2022 (el domingo 4 de septiembre). Vanessa Job ha conversado con ella: “Quiero ver un mundo en el que las mujeres estén centradas en sí mismas. Eso se consigue con el trabajo, no a través del amor”, dice aquí la escritora y activista…
Vanessa Job
El mundo avanzó y al mismo tiempo retrocedió. Por cada dos pasos que se avanza, el siguiente nos hace ir para atrás. Así es como la escritora y activista Vivian Gornick describió los últimos 50 años del movimiento feminista en una charla durante su visita a la IV Feria Internacional del Libro de las Universitarias y los Universitarios (Filuni).
La autora nos compartió su mirada respecto a la actual ola de feminismo que recorre buena parte del mundo occidental, así como las diferencias que percibe entre esta y otras generaciones, la importancia de alzar la voz y la necesidad de seguir luchando por conseguir la igualdad entre hombres y mujeres.
—¿Qué piensas del feminismo actual?
—¿Cómo te sientes tú sobre el feminismo? Yo me siento esperanzada. En cierto sentido el movimiento MeToo, que empezó en 2017, fue una gran sorpresa para las feministas de mi generación, porque pensamos que se había alcanzado un poco más. El acoso sexual laboral fue una gran sorpresa, creíamos que estaba erradicado, ha sido ilegal —¡ilegal!— por 50 años, desde que era una mujer joven, nunca se había hecho cumplir. Era una ley que se ignoraba de manera rutinaria; ellos seguían haciendo lo que hacen y las mujeres también. Por eso fue una sorpresa, pero estuvo acompañada de un tremendo levantamiento. Y eso también fue muy complicado.
“Cada movimiento que busca eliminar las injusticias sociales es complicado. Siempre hay cosas buenas y malas. Conozco muchos hombres cuyas vidas fueron arruinadas porque el crimen que cometieron no merecía el castigo que les fue impuesto. No obstante, este es un movimiento histórico en el que la gente pagó por estar atrapada en la historia. Por eso el feminismo es emocionante y complicado. No es simple, está todo enredado. Muchas, miles de personas se resisten a los derechos de las mujeres. Necesitamos mostrar que hay miles de jóvenes feministas que realmente saben qué sienten y piensan, de qué se trata. Eso me da esperanza”.
—En algunos casos, ¿ha cometido el feminismo excesos?
—Sí, pero es una actitud, una forma de mirar las cosas. Cuando era joven, y éramos feministas de la segunda ola, también hablamos con un lenguaje muy estrecho. Quiero esto, no eso. Esto está mal, esto no. Era muy estrecho y lo sabíamos, pero era necesario. No puedes decir todo de una vez. No puedes decir “hey, quiero derechos para las mujeres. Pero no quiero herir los sentimientos de nadie, tengo miedo de cometer un acto injusto”. Así no funcionan las cosas.
“Dices lo que tienes que decir y luego dejas que las fichas se acomoden como puedan. Eso, en ocasiones, incluye muchas injusticias. Me estaba divorciando cuando comencé a ser feminista. Mi marido era un hombre perfectamente decente, me dijo: ‘Me tomó todo este tiempo aprender las reglas y ahora me las quitas’. Me sentí muy mal, porque era un buen hombre, pero no podía dejar de ser un esposo en el sentido que los hombres lo son. No podía vivir más con eso”.
—En entrevistas has mencionado que ser soltera es una actitud política.
—Sí, aunque es una cita un poco inexacta. Estoy segura que lo dije en algún punto, continuamente sentía que vivir soltera era una actitud política. Y cuando era una feminista joven, lo era. Tuve un matrimonio perfectamente decente. Mi marido era un hombre decente. Vivíamos de esa manera y muchas otras mujeres también vivían así. Lo hacíamos porque teníamos miedo de estar solas; hoy día todavía mucha gente tiene miedo de estar sola. El feminismo nos dio coraje para decir que había una mejor manera de vivir. Por eso mucha gente de mi generación impulsaba la idea de que vivir sola estaba bien.
—¿Cuál es tu consejo para las mujeres jóvenes que buscan pareja como objetivo de vida?
—Está mal. La mejor manera de vivir, primero que todo, es perseguir una línea de trabajo que realmente te motive. Pienso que el trabajo es lo más importante en la vida. Siempre lo ha sido para los hombres, debería ser lo mismo para las mujeres. Todo hombre decente quiere una esposa e hijos, y cada mujer decente quiere marido e hijos… pero no a expensas de sentirte centrado en tu propia vida. Quiero ver un mundo en el que las mujeres estén centradas en sí mismas. Eso se consigue con el trabajo, no a través del amor.
—¿Existen diferencias entre la segunda y cuarta ola del feminismo?
—Muchas. No estaríamos aquí, tú no estarías haciendo este trabajo si las cosas no hubieran cambiado. Hicimos una revolución, pasaron muchas cosas. Sin embargo, no es suficiente, bajo ninguna circunstancia está completo. Ciertamente, no en tu parte del mundo. Aquí miles de mujeres me han dicho “lo que quiere mi marido no es lo más importante de nuestras vidas, pero es la fuerza decisiva”. Eso ha cambiado en Estados Unidos.
“Al mismo tiempo, el movimiento MeToo nos mostró lo poco que cambiaron algunas cosas. Cómo el mundo se negó a hacerlo. Las acusaciones de acoso sexual en el trabajo fueron un shock para mí, porque pensé que habíamos conseguido cambios más profundos. Eso me impactó, es terrible.
“El levantamiento de todas estas mujeres fue muy emocionante. Maravilloso. Ahora vemos lo complicado que es todo. Muchos hombres sufrieron tremendamente. Nunca soñé que vería un día en el que ellos fueran despedidos de su trabajo por acoso sexual. Es una medida de lo mucho que el mundo cambió, al tiempo que las acusaciones demuestran lo poco que se avanzó. Las mujeres jóvenes de tu generación están más enojadas de lo que estuvimos nosotras”.
—La sociedad a veces no entiende, hace juicio sobre el movimiento, de por qué lanzan cosas, y suelen castigar a las mujeres. La realidad es que sin eso no se lograría nada.
—Exacto. En la segunda ola feminista estábamos concentradas, muy afiladas e implacables. Y simplemente dijimos lo que pensamos sin ningún cuidado. Nos decían constantemente “eso no es natural. No están siendo naturales. ¿Por qué las mujeres son tan violentas? Ellas no deben ser violentas”. Pero sabíamos que si no lo hacíamos exactamente de esa manera, nunca sucedería, nada cambiaría… Y teníamos razón.
“Las jóvenes de hoy sienten lo mismo otra vez. Cada 50 años, desde hace 200 años, los derechos de ellas aparecen, las mujeres se levantan. Hacen un poco de ruido. Pasa un poco y volvemos. Es el movimiento social que crea más ansiedad en la vida”.
—¿Qué consejo le da a estas mujeres que tienen este enojo y que no saben cómo pelear, trabajar o mantenerse unidas?
—No tengo ningún consejo. Sé que ya saben todo lo que yo sé en el momento en que abren la boca. Hay muchas que son muy irresponsables, que están muy enojadas y no les importa a quién lastiman. Es un gran movimiento, es incontrolable. Todo tipo de personas entran en él y tienes que depender de la compasión de quienes intentan entender el movimiento en su mejor luz, la más importante, para vigilar la injusticia que estamos tratando de corregir.
—En México diariamente son asesinadas 10 mujeres, muchas otras desaparecen y muchas son víctimas de trata de personas; ¿qué puede hacer el feminismo frente a esta terrible violencia?
—Las mujeres no son las responsables, es la cultura en México. Es algo que un gobierno tiene que enfrentar, y decidir realmente hacer la guerra a los traficantes de drogas, a la corrupción interna. Ellas pueden seguir sumando sus voces a la indignación que sienten.
“Todas las mujeres con las que he conversado aquí, hablan sobre eso y la ansiedad de vivir en un país donde sientes que como ser humano no vales nada. Es absolutamente terrible. Las mujeres adultas me han dicho que sus hijas no quieren vivir aquí porque tienen miedo de estar en su propio país. Es un asunto nacional. El gobierno puede hacer mucho si se decide a hacerlo, emprender movimientos reales y serios”.
—¿Cómo puede la educación influir en esta lucha de las mujeres para vivir sin violencia?
—No sucederá hasta que la liberación de la mujer avance lo suficiente, que los hombres y las mujeres se vean como seres humanos. Entonces la violencia se reducirá, todavía vivimos en un mundo donde ellos y ellas se usan mutuamente, se ven como una forma de ganar o perder poder. Los hombres las buscan por sexo y las mujeres los buscan por poder. Hasta que eso termine, siempre habrá violencia.
—Leí que, como en el mar, hay olas en el feminismo, unas veces avanzan, otras retroceden, ¿dónde estamos ahora?
—El movimiento MeToo representó dos pasos adelante y, de pronto, damos un paso atrás. Cuando estás un paso atrás, eso significa que has hecho un pequeño progreso. El movimiento MeToo cambió a miles de personas, hombres y mujeres por igual. Pero son miles, no millones. Son sólo unos pocos.
—Finalmente, ¿cuál es su consejo para los mexicanos?
—Están haciendo lo correcto. Muchas mujeres me han dicho cuánto ha significado mi trabajo para ellas. Tomo eso como una maravillosa señal de que se está produciendo un cambio, ellas realmente están despertando y siendo camaradas, siendo amigas. No creo que hubiera tenido esta bienvenida hace 20 años. El mundo de habla hispana está muy, muy en pie de guerra por el tema de los hombres y las mujeres. Todo lo que puedo decirles es para animarles.
—¿Qué es lo más importante en la lucha del feminismo?
—Lo primero que tienes que hacer es cambiar las leyes. Donde quiera que haya desigualdad de género, hay desigualdad en las leyes. Ese fue nuestro primer punto en la agenda. Y mira lo difícil que es para nosotros. El aborto ha sido derogado. ¡Es increíble! Pero te muestra lo larga que es esta lucha. Perdimos todo el progreso que se hizo. En ese sentido, anímate con lo que tienes. Avanza desde allí. El único consejo que tengo es hacerlo notar en todas partes. Dondequiera que exista. Dondequiera que veas sexismo, en tu propia vida diaria, en tu vida privada. No lo dejes pasar. Eso es lo que yo hacía, no era tan activista como para ir a tantas reuniones o unirme a muchas marchas; pero en mi propia vida, una vez que lo vi, nunca lo dejé pasar.
Vivian Gornick en la UNAM
María Eugenia Sevilla
Vivian Gornick fue lo que nunca hubiera querido ser: “Yo era la mujer que no podía dejar a su madre porque se había convertido en su madre”.
¿Cómo llegó a decirse una verdad tan dolorosa? ¿Cómo la escribió en una página en blanco para confesársela a todo el mundo y se convirtió en un fenómeno editorial en 13 idiomas? Apegos feroces (Fierce attachments) está entre los 50 libros más vendidos en Amazon.
Escribir aquella dura verdad hizo de Vivian Gornick (Nueva York, 1935) una de las grandes autoras de la memoria literaria. La lucha por su independencia contra su madre viuda es el vórtice en torno al cual se estructura su libro más aclamado, que alterna recuerdos de infancia y de un presente que transcurre en el barrio neoyorquino del Bronx, donde la periodista, emblema del feminismo radical estadounidense, creció dentro de una familia de judíos ucranianos socialistas refugiada a causa de la Segunda Guerra Mundial.
A esta experiencia narrativa dedicó la conferencia magistral que inauguró la IV Feria Internacional del Libro de las Universitarias y los Universitarios, que se lleva a cabo del 30 de agosto al 4 de septiembre de 2022 en el Centro de Exposiciones y Congresos de la UNAM. La autora fue presentada por Rosa Beltrán, coordinadora de Difusión Cultural.
Gornick es una voz indispensable en el periodismo y el activismo feminista radical estadounidense de los años setenta y ochenta, en diarios como The Village Vanguard, The Atlantic y The New York Times, en los que dio cuenta del movimiento desde su propia experiencia. Ha ejercido la crítica literaria y también la vida académica.
Siempre pensó que escribiría su historia sobre la relación con su madre y una vecina en una novela. Ambas mujeres eran viudas, pero mientras aquélla la asfixiaba en su soledad y el recuerdo del padre, la otra llevaba una vida rodeada de hombres. Ambas, sin embargo, vivían en torno a una máxima, de la que Gornick, feminista, quiso hablar: que no se puede vivir sin un hombre al lado. Alguien le hizo ver que aquel relato sólo podía escribirse en una memoria. “Esto únicamente podría surgir de un narrador que fuera yo misma y, al mismo tiempo, no yo. Yo era muchas cosas: una mujer de mediana edad, divorciada y feminista; era una académica y periodista, amiga y hermana. Pero para la página, tenía que convertirme en una narradora que no podía dejar a su madre porque se había convertido en su madre… Así que me senté y escribí Apegos feroces”.
Después de tres décadas de practicar la autonarrativa, advierte que hacer literatura de una historia personal no es fácil. Se requiere distinguir entre la situación real y la historia por relatar; entre la persona que sé es en la vida diaria y el narrador en la página; elegir lo que se cuenta y lo que se deja fuera. Es necesario, además, que el narrador se convierta en un personaje, y en una voz confiable para el lector. Se trata de un proceso subjetivo, que, sin embargo, no es caprichoso: “Una memoria se organiza en torno a una idea, lo que escribo se acomoda para contarla”.
“Lograr la creación de este narrador es vital en una memoria. Hay que saber por qué se habla, pero también quién habla. ¿Quién es este que soy yo hablando?”