Relatario: Edición Especial

El teniente Neutli


para Gabriela Ortiz

Ahí como la ve fui teniente de mi general Obregón, y poquito faltó para que fuera capitán segundo. Claro, acá entre nos le confieso que todo se lo debía al pulquito, por eso me decía el general, en confianza, mi teniente Neutli, y si me llamaba ya sabía qué quería mi general: ¿qué otra cosa? Sí resultó bien pulquero, del curado de avena, y pues ahí me tiene, a su particular servicio con mi cuero siempre listo para mitigarle la sed en aquellas noches frías como la chingada.

El general me alistó una vez que pasó por Apan, ahí tenía yo mi pequeño tinacal, y pues sucedió que la tropa descansaba y ya estaba preparando las tortillas y los frijolitos, y que me buscan a ver si tenía aguamiel para ofrecerle al general. Pues no, no tenía, me caían gordos los pelones y no quise darles nada, entonces que pasa un mondrego pelón a tantear en mi solar y vio el tinacal, pues que descubre que ya tenía yo mis barriles preparados. Hizo muina y que me jala por sus huevos, quesque me iba a fusilar por ojete. A luego ahí estaba yo, delante del mismísimo general; me preguntó que cómo me llamaba, y le dije que Melitón, pero que todos me decían “El Alacrán”. Luego me preguntó que si era verdad que me había negado a darle de beber aguamiel, y la mera verdá: me tembló la voz, pero le dije que sí. Luego echó una risotada y me preguntó que por qué mi actitud de tan pocos amigos. Pos que saca su pistola y me apunta, ya más serio me dijo: “Mire vale o me dice por qué o me lo trueno aquí mismo”. Ahí como la ve, que se me ocurre una mentira para salvar el pellejo, entonces le contesté que no le quería dar de mi aguamiel porque lo estaba fermentando y estaba experimentando una nueva combinación, con avena, para ver si tenía mejor sabor, y que pues sus muchachos ni tiempo me dieron de explicárselos. (—Permítame y me echo un trago, a su salud, ya se me resecó la garganta…). Entonces que el general me mira incrédulo, la verdad es que le picó la curiosidad. Luego guardó su pistola y me dijo: “Mira, tráete ese fermento que dices, es pulque, ¿no? A mí no me gusta, pero voy a ver si es cierto lo que me dices y si no es verdad te mando a que te den de chicotazos por falsario, ¿estamos?”

Pues ahí me tiene de regreso al tinacal con una escolta de tres. Sólo a mí se me ocurrió tal disparate, a lo bueno es que tenía avena y un fermento en otra barrica, en su mero punto; así que me dije, pues ni modo, a ver qué sale. Tomé una cubeta, vacié el pulque y luego le eché la avena molida. Los soldados nada más estaban mirando, clarito veía que se les hacía agua la boca. Entonces lo probé y me gustó, nada más le faltaba un poco de dulce, todavía pegaba lo amargo del fermento. Ahí me tiene, que pido me trajeran piloncillo y una jarra, y uno de los soldados que va de volada a conseguirlo. Los otros nada más veían, y ya con más confianza pues que les digo que si no querían un trago, y que se lo echan. Cuando ya estaba listo que me llevan de regreso con el general. Me repitió que el pulque no le gustaba, pero que iba a probar mi “invento”. No’mbre, que se empina al poco rato toda la cubeta y hasta se puso medio cuete. Ya encandilado, me dijo que la había librado, pero que como le había gustado esta nueva bebida, pues que me iba a tener que ir con él como su tlachiquero personal. Entonces lo pensé, de verás que lo pensé, y que me animo y le dije: “Pues mire, general, sí me voy, pero deme un grado militar, ¿no? Digo, para que la tropa no me trate mal”. Ahí lo tiene, el teniente Neutli. A luego de que el general llegó a México y se hizo presidente, pues que lo matan por allá en la Bombilla, y mire ahí me quedé como huérfano. Entonces que junto para poner una pulcata; total, yo sé que no me va a creer, pero yo inventé otros curados. El de tuna y el de fresa y, pos aluego, el de avena.

Mi pulquería se llamó “La Línea de Fuego”; luego tuve otra: “La Rosita”, ahí, donde fueron a pintar sus murales los alumnos de la esposa de Rivera, esta Frida, aluego se dejó de vender pulque y pues aquí me tiene, soy cliente de “Los Dos Cacarizos”, y si me dispara otro litro le cuento más, ¿cómo la ve? Ahora déjeme tirar este residuo y verá el alacrán.

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