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“Tanto el místico como el adicto enfrentan un reto: la nada, el vacío”

Mujeres poetas realizan un homenaje póstumo a Minerva Margarita Villarreal.

Marzo, 2023

Hace unos días, en el Centro Cultural Tijuana, un grupo de mujeres poetas le rindió un homenaje póstumo a Minerva Margarita Villarreal (Montemorelos, Nuevo León, 5 de abril de 1957 – Monterrey, Nuevo León, 20 de noviembre de 2019). Fue Ruth Vargas Leyva quien dio inició a esta entrañable reunión del pasado miércoles 22 de marzo hablando sobre la obra poética de Minerva Margarita. Luego sería la propia lírica de Minerva Margarita la que renacería en voz de las también poetas Silvia González, Anel Mora, Ana Chig, Mónica Morales, Eugenia Elizondo, Victoria Leyva, Priscila Silva, Esmeralda Ceballos, Lizeth García, Elva Buck, Monica Ávila y Elizabeth Cazessús (organizadora del encuentro). Para Salida de Emergencia es ésta, pues, una ocasión ideal para recordar a la autora de libros como Dama infiel al sueño, El corazón más secreto y Adamar, con la publicación de la siguiente entrevista que Juan José Flores Nava sostuviera con ella, allá por 2016.

Tres grandes fuerzas animaban la vida de Minerva Margarita Villarreal. De todas ellas, curiosamente, intentó escapar al menos una vez, sólo para verse sorprendida —al doblar la esquina— por su terca presencia.

Porque para la recién egresada de la carrera de sociología el camino parecía estar muy claro, hasta que, con el apoyo de la Organización de Estados Americanos, viajó a Haifa, Israel, a cursar un diplomado en desarrollo comunitario. Fue ahí, mientras tomaba una clase, que una mañana miró por la ventana un gran árbol que le hablaba; el tiempo, para ella, se detuvo: una voz le decía que la brecha por la que debía abrir camino era la poesía; y sí, lo hizo, pero no como un viaje en solitario, sino siempre acompañada: en cada verso mostrando la presencia del otro.

Y porque cuando se dijo atea —convencida, como estaba, de que la religión es el opio del pueblo—, el misticismo no paraba de manar en sus poemas, así que resolvió sumarlo —sin más— a su existencia.

Pero también porque en cierta ocasión, mientras luchaba por abrirle paso totalmente a la racionalidad que exige la redacción de una tesis de maestría, se dio cuenta de que una y otra vez era asaltada por la irracionalidad poética, de este modo escribió Adamar (1998), una obra que atrapa la experiencia de llevar puesta una crisis personal muy honda.

Así que amor por el otro, misticismo y poesía son esas fuerzas que animaron cada acto, cada palabra, cada interacción que tuvo Minerva Margarita Villarreal.

I

El 18 de marzo de 2015, exactamente 114 años después del nacimiento de Gabriel Celaya —como recuerdan los editores—, se terminó de imprimir, en Madrid, España, el libro De amor y furia / Epigramísticos. Con esta obra, escrita por Minerva Margarita Villarreal, Esdrújula Ediciones comenzó sus andanzas por el mundo de la letra impresa. Su estrella ha sido tan buena que este sello granadino, fundado por Víctor Miguel Gallardo y Mariana Lozano Ortiz, hoy en día organiza ya un importante premio español de poesía.

De amor y furia / Epigramísticos es un poemario que tiene, como nos dice Aurora Luque en el prólogo, una “vocación urbana”, con poemas “descarados como grafitis callejeros, como pintadas furtivas en los baños públicos o como apuntes con barra de labios en el espejo de una habitación de hotel”.

—No hay que olvidar —nos decía en aquel entonces Minerva Margarita Villarreal— que el epigrama latino, más que el griego, se dio en la urbe, a través de pintas en los lugares sociales, en las calles. Yo antes había publicado ya unos Epigramísticos [1995, Conaculta / Instituto Coahuilense de Cultura]. Y debo hacer notar que uso la palabra epigramísticos con ironía, pues el epigrama es una género lapidario, soez, que se hizo durante el mundo pagano de los romanos. Se escribían estos poemas para denostar y denunciar los abusos de poder. Y también las fallas del amor. En su momento le agregué lo de místicos como una ironía, pero la ironía me alcanzó, pues resulta que he abrevado en la poesía mística.

En sus nuevos epigramísticos, Villarreal escribe, por ejemplo, un poema llamado “Inconveniente”: “Te apartas de mí/ porque soy poeta/ y soy pobre./ Si hubieras sabido/ que además/ soy puta,/ más pronto te habrías alejado”; sólo para recibir una respuesta contundente en la página siguiente, en “Arrepentido”: “Te abandoné/ por ser poeta/ y ser pobre./ De haber sabido/ que además/ eras puta,/ nunca te habría dejado.”

Los protagonistas de las páginas de este libro son Marcial o Catulo o Aurelio o Flavio o Drusio…; pero también, y sobre todo, Claudia, Lesbia, Ligia, Filis, Cintia, Livia, Lucrecia, Penélope…

—Sí, porque desde que empecé el libro —decía Minerva Margarita— mi idea era darle voz a las musas de los latinos y de los griegos y decir: “Esto es lo mío; tú, poeta, varón, dijiste tal cosa, pero así lo viví yo como mujer.” Porque en aquella época la mujer era cantada, más no cantaba para decir su verdad. Por eso a veces resultan poemas descarnados: porque estar del otro lado no es sencillo.

No olvida, Minerva, como se ha dicho, poner el dedo en la llaga social, cuando (v. gr.) en “Coherencia” anota: “Predicas la humildad/ mientras Claudio, tu esposo,/ alimenta los leones de tu soberbia/ con la carne de sus esclavos”; tampoco evita reírse de la realidad cuando exhibe al “Lucio, lírico aprendiz” que “sometió su único libro/ a concurso en tres premios distintos,/ más nunca imaginó/ su voracidad rebasada/ por la tacañería/ del Consejo de Arte”, sin imaginar que “para ahorrar gastos, el Estado rotó ese año/ a los miembros del jurado/ en todos los certámenes”; incluso se da tiempo de leernos los oráculos y escribir —dos años antes del medio centenar de muertos en 2016 en el penal de Topo Chico, en Monterrey— que “en las cárceles del Topo Chico y Apodaca,/ desde el lujo de sus celdas,/ los capos controlan/ drogas, mujeres y venganzas/ deciden cómo y cuándo/ el resto de los reclusos/ y todos nosotros/ habremos de morir”.

—Eso es aterrador —sentenciaba con toda razón—.

II

Hay una cosa: Minerva Margarita Villarreal —como la gran mayoría de los escritores de México— no vivió nunca de las regalías de sus libros. Así que debió emprender otras labores (las cuales realizaba con singular alegría y amor): fue profesora de la Facultad de Filosofía y Letras y directora de la Capilla Alfonsina Biblioteca Universitaria de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Desde ahí editó hermosos libros, como la bella colección de poesía llamada “El oro de los tigres”, en donde aparecen autores como Cavafis, John Donne, Tsvetáyeva, Victor Hugo, Guillevic y su adorado Catulo. Minerva Margarita también era parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte y en noviembre de 2015 fue nombrada como la flamante ganadora del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2016, que otorga 500 mil pesos y la publicación de la obra.

En Las maneras del agua, “Amarilis” [el seudónimo que utilizó Minerva Margarita para competir], hace una amplia y original exploración poética a través de la figura de Teresa de Ávila, según anotaron Francisco Hernández, Armando González Torres y Christian Peña, integrantes del jurado que dio, por unanimidad, el reconocimiento.

—“Las maneras del agua” es una frase que nos remite, según lo apunta la propia santa Teresa en el libro Vida de santa Teresa de Jesús, a las cuatro maneras en que debe regarse lo plantado para poder cosechar —nos contaba, a propósito de la obra ganadora, Minerva Margarita—. En estos textos, ella siempre está hablando de una dimensión espiritual, pero con los pies bien plantados en la tierra.

Las maneras del agua se desarrolla en dos planos: uno narrativo, el de la vida de la santa y su espiritualidad, y otro lírico, el de la adicción y el alcoholismo.

—Hago —decía— este entrelazamiento porque con el alcohol y las drogas uno puede pasar temporadas en el infierno, como diría Rimbaud, pero cuando existe la fortuna, la gracia, la dicha de salir de ahí uno puede darse cuenta de cómo en ello había una búsqueda. Y esa búsqueda era espiritual. Tan espiritual como la que pudo tener santa Teresa. Tanto el místico como el adicto enfrentan un reto: la nada, el vacío. Y con la nada uno se pone muy mal. La nada nos puede llevar a participar de la gloria, pero también de los infiernos.

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