Cicerón en horario triple A
Los sabios, en junta solemne, decidieron el castigo al ímprobo altanero que calló una opinión ajena: mirar la televisión un día entero para que sintiera la disminución del espectador frente a los regidores —exportadores, dominadores, impostores, simuladores— de la voz. El sabio ahora, contra las expectativas, tiene un espacio propio en una empresa mediática para examinar las dichosas palabras dotado de su abultada experiencia: hoy, con mayor razón, se ufana de su sabiduría silenciando a quienes no comparten su creencia. “Cicerón expondría hoy sus conocimientos en horario triple A y Beethoven exigiría sus regalías por cada pieza suya que bajaran de la Internet”, declara el sabio, a punto de grabar un comercial para una industria de gafas de Sol.