Artículos

Samuel Ponce de León: las epidemias siempre se transforman en arena política

Samuel Ponce de León (1950) estudió en la Facultad de Medicina de la UNAM donde es profesor. Se ha dedicado a la atención de enfermedades infecciosas así como a su estudio, publicando, a lo largo de su ya amplia  trayectoria, numerosos libros y artículos sobre ellas. Sin embargo, su vena literaria no concluye ahí: ha escrito cuentos y poesías —si bien todavía no se hallan publicados—, y, en 2009, la Máxima Casa de Estudios editó su novela Carpe diem. Como parte de la serie «Novelas de la anticipación sanitaria», hemos charlado con él…


Nacido en la Ciudad de México en 1950, Samuel Ponce de León es un eminente médico egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México. Es especialista en medicina interna, enfermedades infecciosas, maestro en epidemiología hospitalaria. Fue investigador en el Instituto Nacional de Nutrición durante 30 años. Asimismo, ha sido director de Conasida, del área médica de Bristol Myers-Squibb y de Biológicos y Reactivos de México. En su currículum, además, está el haber formado parte del Grupo de Respuesta a la pandemia de influenza A/H1N1.

Actualmente, dentro de la UNAM, es profesor en la Facultad de Medicina, jefe del laboratorio de Microbioma, y coordinador del Programa Universitario de Investigación en Salud. De igual forma, coordina tanto la Red del Plan Universitario de Control de la Resistencia Antimicrobiana, así como la Comisión de Respuesta a la Epidemia Covid-19 de la propia UNAM.

Además de escribir cuentos y poesías (que no se hallan editados aún en libros), la Máxima Casa de Estudios publicó en 2009 su novela Carpe diem.

Pero no sólo eso. A la par, todavía se da tiempo para escribir en revistas de ciencia: ha publicado 200 artículos de investigación y 220 ensayos, y comentarios editoriales. En este año, el 28 de noviembre próximo, el admirado médico cumple siete décadas de provechosa vida, que se ha visto doblemente saturada desde principios de 2020 por esta inacabada pandemia, que lo ha demandado presencialmente en investigaciones y auxilios inaplazables.

De la imaginación a la realidad: Carpe diem

—De la imaginación a la realidad, doctor Samuel, dicen que sólo hay unos cuantos pasos. Cuando escribió su novela Carpe diem, publicada por la UNAM hace once años, usted trata el tema de la infección epidémica por bioterrorismo estudiada por Julián de los Arcos y de un atentado político en un acto acaso de resentimiento social. Mucha gente, en un principio, creyó (quizás aleccionada por las redes sociales) que estábamos en medio de una guerra bacteriológica. Su novela se aproxima demasiado a la realidad…

—Desde luego la ficción es un ejercicio de imaginación, pero en el caso de la novela Carpe diem la realidad está presente en buena parte de la historia. Para finales de la primera década de este siglo, la posibilidad del desarrollo de graves epidemias se anunciaba con la aparición de brotes de influenza aviar en diversas zonas de Asia y también otras infecciones epidémicas en granjas y criaderos de cerdos. Durante las últimas décadas, epidemias naturales y la creciente amenaza del bioterrorismo se discutían en prácticamente todas las reuniones internacionales de enfermedades infecciosas. Cartas con ántrax, contaminación intencionada de alimentos y hasta de medicamentos nutrían la preocupación sobre el tema.

“Con el antecedente de 1918, cuando la pandemia de influenza ‘española’ (que no inició en España) ocasionó 50 millones de fallecimientos, se tenía la certeza de que la humanidad enfrentaría amenazas similares o mayores. Simultáneamente, las condiciones para una nueva gran epidemia se incrementan conforme la población crece y grandes desarrollos urbanos densamente poblados proliferan, las selvas y bosques son invadidos facilitando interacciones con nuevas especies de virus, que permanecen en equilibrio hasta la irrupción humana. A esto se agrega la explosión de las comunicaciones con viajes globales de viajeros, mercancías y de animales (incluyendo mosquitos, otros insectos, y especies en riesgo de extinción). Así, las condiciones para una gran epidemia está presente, y así ocurrió en 2009, cuando una nueva especie de virus influenza apareció: A/H1N1. Fue entonces que se publicó Carpe diem, después de varios años de trabajo. En la novela el bioterrorismo es una parte central del relato, pero el relato central es una trama que involucra la frustración de individuos exasperados por la corrupción y la ineficiencia del ejercicio político, y su esfuerzo y empeño, en demostrar y comunicar a la sociedad la ilusión o la posibilidad de ajustar cuentas.

“La Ciudad de México, en su inimaginable extensión y desorden, se muestra como un escenario ideal para que ocurra un estallido biológico por un nuevo virus. En la novela es un virus creado en un laboratorio como arma biológica. La idoneidad del escenario lo corroboramos hoy ante el terrible embate de la covid-19 en la zona metropolitana donde el contagio del SARS-CoV-2 se mantiene. Julián de los Arcos es un médico que trabaja en temas de epidemiología de enfermedades infecciosas y epidemias que toma una decisión desesperada para tratar de equilibrar un tanto (con una pequeña pero escandalosa acción) las relaciones entre el poder político y el individuo. Es así que planea un magnicidio, planificado con el cuidado con el que se puede desarrollar un experimento científico.

“La historia de la planeación y el atentado concurren en un momento que coincide con la presentación de un riesgo biológico de grandes proporciones en la Ciudad de México. La dispersión accidental de una quimera viral en el centro de la ciudad despierta la alarma de un sistema gubernamental que vigila estos eventos y la ciudad entra en un bloqueo completo. Una diversidad de tramas se derivan y acompañan estas historias, corrupción, narcotráfico, ambiciones políticas y un mundo globalizado se entrelazan.

“Después del Síndrome Respiratorio Agudo y Severo (SARS 2002), del MERS en 2013, de la pandemia de Influenza A/H1N1, después del Zika y del Chikungunya, tenemos la pandemia de Covid-19 que supera, debo decir, los relatos de ficción.

“Cuando Bill Gates aparece en 2015 presentando una conferencia TED, describe una futura epidemia causada por un virus respiratorio y millones de infectados con decenas de miles de muertos… hablaba de la realidad, aunque imaginaba el futuro en ese entonces tal como lo constatamos hoy. Desde luego, hoy podríamos imaginar escenarios peores, pero en temas de nuestra existencia en el planeta, de nuestra interacción con otras especies y el ambiente, la realidad siempre continuará superando a la imaginación. Escribirlo es un ejercicio interesante”.

Una epidemia puede derrocar un gobierno

—Describirlo es un ejercicio interesante, desde luego, pero no todos pueden tener la visión particularizada del virus porque es, o pareciera ser, un tema de especialistas. ¿Cómo describirlo, cómo irlo desarrollando, cómo saber exactamente sus causas? Por ejemplo, ¿por qué las gravosas enfermedades se relacionan con los asuntos políticos?, ¿lo tenía usted presente al iniciar su novela?

—Es cierto, hablar de pandemias y virus es un tema de especialistas; pero esto deberá cambiar. Hoy estamos en el centro de una pandemia que difícilmente la población en general pudo haber imaginado. Es claramente una experiencia terrible y por lo mismo debería ser parte del conocimiento general popular. En las últimas décadas hemos experimentado, con una creciente frecuencia, una sucesión de epidemias globales o pandemias. Sida, Dengue, Zika, Chikungunya, SARS, Ébola, MERS, Influenza y la actual epidemia, por señalar las sobresalientes. Esta explosión de patógenos principalmente virus dan cuenta de un proceso, o procesos, biológicos que evidencian la fragilidad de nuestra especie. Esta visión contradice la perspectiva antropocéntrica y debería de interpretarse como un signo que delimita los límites de nuestro crecimiento en el planeta y nuestro modelo de desarrollo.

Carpe diem esboza una ciudad inmensa y superpoblada donde todo puede ocurrir: un accidente bioterrorista con un arma utilizada accidentalmente, un atentado político, un escenario de disputa entre mafias criminales, historias de corrupción inmersas en un Estado incapaz, y la soledad de los protagonistas. En el centro, el poder político que pretende controlar lo inasible.

“Siempre, las epidemias se transforman en arena política. Una epidemia es un evento abrupto que ocurre sin advertencias y en el que siempre hay pérdidas. La enfermedad epidémica es un maravilloso escenario para la confrontación política en el que la denostación y la descalificación siempre suenan oportunas. Las cifras de enfermos y de muertos siempre valen como reclamo. Antiguamente se culpaba a los hombres por sus conductas y pecados que despertaban la ira de los dioses, desencadenando un castigo en forma de epidemia. Hoy se culpa al Estado por una ineficiente gestión, y aunque se trata, y se reconoce, de un evento biológico, se concibe como error político.

“Lo cierto es que una epidemia en forma puede derrocar un gobierno, y desde luego costará el puesto de muchos funcionarios. En la novela la epidemia juega un rol central donde se articulan las otras acciones. La amenaza de infección desencadena eventos que ocurren enmascarados por la confusión, ante el riesgo biológico de una epidemia que no termina ocurriendo; es suficiente tan sólo la posibilidad de que pueda ocurrir para desestabilizar el orden.

“El médico Julián de los Arcos y el investigador policiaco Servando Contreras emprenden acciones que buscan reivindicar su compromiso social, su responsabilidad personal, en un complejo ambiente que permite un espacio para sus acciones. Las grandes epidemias siempre ocurren envueltas en un ambiente de confusión, de incredulidad, de miedo o pánico, y evolucionan ocasionando muertes y crisis económicas y precisamente por estas circunstancias se relacionan con la política. La epidemia es el tablero perfecto para que las piezas políticas busquen mejores posiciones tratando de obtener victorias rápidas, en ocasiones definitivas”.

Hacer medicina clínica es escribir historias

—El posicionamiento político, inevitable, también se ejerce desde los medios masivos. Como nunca, la figura mediática está, o parece, iracunda. Para comenzar, es notorio el desconocimiento científico periodístico, pero no dejan de alegar sobre las muertes y la falta de equipo médico. Las piezas del ajedrez, como usted dice, se mueven a veces inesperadamente. Un médico como usted, según la locución electrónica, no debería estar escribiendo novelas sino atendiendo pacientes. ¡La ira se desató porque López-Gatell leyó unos versos poéticos! Pero, sin duda, nadie pudo haber escrito una novela como Carpe diem por los conocimientos de la ciencia ahí concentrados. ¿Por qué, para qué, para quién escribe un novelista, sea cual sea su profesión?

—Soy médico y los médicos nos formamos escribiendo historias, relatos de la enfermedad de los pacientes, descripciones organizadas de sus dolores y sensaciones. Construimos mapas de las alteraciones en los cuerpos de los enfermos, de sus continuos cambios y en un capítulo final se elabora un diagnóstico. Hacer medicina clínica es escribir historias. Hacer investigación clínica es escribir sueños. Primero debo decir que haber escrito Carpe diem no creo que me califique como novelista, me gustaría escribir más y sí calificar. En general escribo por gusto. Escribo cuentos breves, poemas, ensayos, informes, resúmenes, libros de medicina, artículos científicos, historias clínicas y comentarios. La novela la escribí por gusto y por necesidad de comunicar, por encontrar la experiencia de vivir otras vidas, por presentar una realidad a manera de ficción, por construir una ficción con elementos de la realidad. Escribo para descargar emociones y sentimientos apenas configurados. Encuentro que escribo mejor de lo que hablo o por lo menos creo que me comunico mejor. Escribiendo escojo las historias que se mezclan y configuran, puedo escoger palabras, modificar situaciones, reconstruir sueños y pesadillas, y así se construyen vidas paralelas. Escribir una novela o un cuento es brincar a otra dimensión donde son otros los que existen y yo construyo.

“Cuando se publicó Carpe diem faltaban pocos meses para que la pandemia de influenza inesperadamente iniciara en nuestro propio territorio, situación por demás inesperada. Entonces, como ahora con la covid-19, la novela se alinea con la realidad. El hallazgo de un nuevo virus con capacidades de contagio y de daño importante siempre resulta en urgencia, miedo, desorden y, desde luego, enfermedad y muerte. 

“Hoy tenemos una terrible experiencia que nos mantiene en vilo, paralizó al mundo, los muertos se cuentan por cientos de miles y el virus causante transita por los continentes, prácticamente sin capacidades de controlarlo. A pesar de los avisos ningún país o institución estaba listo para responder con eficacia y seguridad. El desastre se configura y el fenómeno biológico se convierte en un motivo de antagonismo y manipulación. Es interesante observar que, ante el panorama de desastre, enfermedad y muerte, los comunicadores preguntan: ¿quién es culpable?, ¿quién falló en establecer lo necesario para evitarlo?, ¿cómo no se ha detenido el desastre? Y dedican su interés a construir historias de superficialidad y banalización del evento.

“El estudio de una pandemia de esta magnitud, nunca vivida por nadie, requiere un ejercicio de suponer cómo se va a comportar, cómo crece, hasta dónde y en función de análisis por modelos matemáticos imprecisos, predecir los momentos de intervención y el comportamiento futuro. Es un ejercicio para intentar saber qué es lo que va a pasar. Adivinar o predecir el futuro siempre será inexacto, y más difícil es hacerlo durante un fenómeno biológico como el actual, donde el virus SARS-CoV-2 interactúa con la sociedad global o nacional. Sin embargo, los comunicadores (sin justificación) exigen exactitud, tiempos perfectos, calendarios sin retraso y números verificables a partir de sistemas inexactos. Ocurre entonces que la gestión se presenta como ineficaz, oscura, que miente y modifica la realidad, y se termina confundiendo a la población en un tiempo cuando se requiere claridad, certeza y transparencia. Esta historia en nuestra actualidad muestra el lamentable nivel educativo de un gran número de comunicadores en nuestro país, y en ocasiones una grave falta de responsabilidad cívica. En la novela los comunicadores no aparecen porque el tiempo político que se describe no es de polarización y antagonismo, se implica un sistema sin oposición. Nuevamente la realidad rebasa a la ficción”.

“Con certeza podemos asegurar que en el futuro volveremos a sufrir nuevas epidemias…”

—De estas certezas médicas, en efecto, han salido escritores invaluables como Chéjov, Keats, Bulgákov o Somerset Maugham. Eso que dice es interesante: escribir para encontrar la experiencia de vivir otras vidas. Y si no aparecen comunicadores en Carpe diem es porque, en esencia, no eran necesarios, como sí lo son los médicos en situaciones tan gravosas como las que hoy padecemos. Después de leer su novela uno espera que, de verdad, no se aparezca por ahí, en algún lugar del mundo, algún bioterrorista que con sus conocimientos nos venga a asfixiar este mundo…

—Con certeza podemos asegurar hoy que en el futuro próximo volveremos a sufrir nuevas epidemias relacionadas con virus. Su ocurrencia y sus características dependerán del azar y de nuestra continua expansión en el planeta. Las urbes continúan creciendo y la densidad poblacional seguirá aumentando, la movilidad internacional y el comercio también mantendrá un continuo crecimiento sea en balsas, cruceros o vía aérea, proporcionando el escenario perfecto para que cuando alguno de los trillones de virus encuentre la combinación exacta para ingresar a alguna variedad de células humanas, quizás con la colaboración de algún otro mamífero, se inicie una nueva cadena de transmisión. Quizás una nueva pandemia. La naturaleza está aquí y nos recuerda que nuestra especie es sólo una más en el concierto de la biología planetaria.

“Simultáneamente, es cierta la permanente posibilidad del terrorismo o de guerras abiertas con agentes biológicos. En la historia hay múltiples ejemplos, desde la no planeada en el caso de la conquista en nuestro país a los ataques con ántrax en Washington. Conforme la tecnología avanza, la posibilidad de construir o reconstruir un patógeno de muy alto riesgo epidemiológico se facilita. No es un delirio pensar en la fabricación doméstica de alguna quimera viral complicada. Recordemos que la secuencia genética del virus influenza de 1918 fue explícitamente descrita y publicada hace pocos años.

“Con este panorama es imperativo que los estados y las agencias multilaterales (OMS, ONU) desarrollen un proyecto sólidamente financiado de inteligencia epidemiológica colaborativo para la vigilancia y prevención de enfermedades emergentes. Es también imprescindible que los países incrementen significativamente el financiamiento para la atención médica y la infraestructura para salud, que hoy en México y otros muchos países muestra su insuficiencia y precariedad. Esta precariedad es el motivo de la elevada mortalidad actual.

“Cierto es que los médicos son necesarios, fundamentales en la atención de los numerosos enfermos, pero debo decir que no sólo los médicos sino los equipos sanitarios con las enfermeras en la punta. En la actualidad no son los médicos o los equipos sanitarios los responsables centrales de la respuesta pública sino administradores, políticos, economistas, financieros, comunicadores, filósofos. El médico diagnostica una enfermedad inusual y descubre una epidemia, continuará cuidando a los enfermos, mientras las respuestas políticas y sanitarias las dictarán funcionarios públicos sujetos a justificar las limitaciones.

“Hoy vivimos una experiencia abrumadora que pone a prueba todos los sistemas políticos y sociales. En el plano individual necesitamos conquistar cada día, mantener el equilibrio y tener una solidaridad comunitaria con responsabilidad. Es innegable el peso de la incertidumbre y el riesgo. Nuestra vida se presenta diferente y hay que asumirlo, no tenemos opción frente al virus. Carpe diem”.

Related Articles

3 Comments

  1. Gracias querido Samuel por compartir tu escrito y reflexiones. .
    Coincido en que las epidemias y pandemias se prestan para muchas cosas, incluso para golpetear sana y perversamente a actores politicos, para expresar filias y fobias de las personas incluyendo a los medicos.
    Coincidiras que hay muchos medicos politicos que con su pesima actuacion han propiciado el desastre en materia de salud que hoy experimentamos.
    Me encanta tu analisis y creo que hay que poner en negritas tu parrafo “Es también imprescindible que los países incrementen significativamente el financiamiento para la atención médica y la infraestructura para salud, que hoy en México y otros muchos países muestra su insuficiencia y precariedad”. Precariedad y motivo de la elevada mortalidad actual. Que como bien sabes existen responsables con nombre y apellido que siguen muy activos políticamente.
    Gracias querido Samuel y espero que un dia podamos intercambiar puntos de vista a este respecto.
    Un abrazo con el corazón.

  2. Muy sabrosa la lectura de esta entrevista, tan sabrosa como la lectura de tu novela y como cada una de las sobremesas que tanto disfrutamos en los fines de semana. Felicidades Sam y gracias por todo ello… Carpe Diem!

  3. Lo que menciona es muy cierto, pero al nivel político todo se distorciona.
    En un par de décadas probablemente habrá artículos, ensayos, libros y documentales sobre las estrategias llevadas a cabo globalmente en el año 2020 para circunvenir la severidad de la pandemia por COVID-19, resaltando que, contrariamente, despertaron el potencial de virulencia del tigre dormido y que provocaron serias y duraderas consecuencias en varios ámbitos sociológicos, psicológicos, laborales, económicos… https://www.comoseteocurrio.com/blog

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Back to top button