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Simon Nkabinde: la voz que provenía del diseño de Dios

Diciembre, 2023

Algunas fuentes señalan que nació en 1937 y otras apuntan que fue en 1938; lo que sí es oficial es la fecha de su partida de esta tierra: 27 de julio de 1999. Lo que también es irrefutable es su calidad vocal y su enorme creatividad musical. En su revisión de los sonidos africanos, Constanza Ordaz se detiene en Simon ‘Mahlathini’ Nkabinde: cantante folclórico sudafricano, referente del estilo mbaqanga, que se destacó por su tesitura de bajo profundo. Cuando se unía a la Makgona Tsohle Band y las Mahotella Queens, aquello echaba fuego.

La historia del universo musical africano, vital por naturaleza, poco dice acerca de una serie de exponentes que, pese a no estar ubicados en las filas engañosas del mainstream, mucho dicen acerca de la evolución de los pueblos de este continente.

Así, queda pendiente que los cursos básicos de música africana redunden en el nombre de Simon Nkabinde, cuya voz profunda y misteriosa acarreó la fama de provenir del diseño de Dios. He aquí un apartado de su vida, muy al estilo del libro: La música es el arma del futuro (Fifty Years of African Popular Music, Frank Tenaille, Editorial Lawrence Books, Chicago, 2002).

Un embrujo llamado adolescencia

Si bien hay una fecha exacta de su fallecimiento: el 27 de julio de 1999, no hay una fecha oficial del nacimiento de Simon Nkabinde: algunas fuentes señalan 1937, otras apuntan 1938, en Newcastle, provincia de KwaZulu-Natal.

Apodado ‘Mahlathini’, Simon Nkabinde tuvo un papel trascendental en la vida cultural de Sudáfrica. Según Ray Phiri, director musical del álbum Graceland, de Paul Simon, Mahlathini “decidió no transigir nunca. Guardó la cultura para nosotros. Porque si no tienes ninguna cultura, eres como una alma que vaga hasta el amanecer”.

Nkabinde empezó su carrera profesional a los quince años en el tradicional grupo coral Alexandra Black Mambazo, pero dos años después su voz adolescente empezó a fortalecerse y ahuecarse tan precipitadamente que sus padres llegaron a sospechar que lo habían embrujado.

La “voz de cabra” o groan, gruñido resultante, le valió un contrato con la compañía discográfica Gallo, en 1958; su participación en singles como “Tap tap langa more”, de las dulces Dark City Sisters, inspiró tanto una reacción contra artistas occidentalizados, como Miriam Makeba, como una ola de groaners que imitaban su estilo. Nkabinde personificaba el tradicional concepto zulú de la virilidad rural, en una sociedad urbana donde un negro tenía que atender a la minoría blanca. En sus conciertos vestía pieles de animales y se ganó una serie de imponentes apodos: ‘Gigante Marino Negro’, ‘Guerrero con Hacha’ y el vitalicio Mahlathini (‘Selva en la cabeza’ o ‘bosque’), que aludía a los largos mechones de los curanderos tradicionales.

Mahlathini con las Mahotella Queens.

Un exponente fiel de diversos colectivos

En 1965, Mahlathini se reunió con las Mahotella Queens, tres coristas femeninas así llamadas por la cantidad de hoteles en que siempre se alojaban, y la modestamente titulada Makgona Tsohle Band —banda que lo sabe todo—, liderada por el saxofonista West Nkosi. Su mbaqanga jactancioso y alegre tuvo tanto éxito que el conjunto llegó a ser considerado como los Beatles del África austral. En los años setenta, las Mahotella Queens se retiraron para criar a sus familias y Nkosi inició una carrera como productor. Un Mahlathini incombustible se negó a moderar su marcha.

Sin caer en la tentación de experimentar con la entonces popular música disco, su integridad le convirtió en héroe del proletariado zulú y en estorbo para una clase media negra incómoda con la crudeza de su mbaqanga, estilo que precisamente llamaría la atención del mundo a través del éxito de Graceland. En 1988, Mahlathini volvió a reunirse con la Makgona Tsohle Band y las corpulentas Mahotella Queens para grabar el álbum Thokozile y emprender aclamadas giras por Europa y Estados Unidos.

Retrato fiel de su pueblo

Por una oscura razón, el cantante Mahlathini no perteneció a la iconografía de la música oficial, siempre sujeta a los caprichos del comercio. Sin embargo, quien tenga el privilegio de escucharlo seguramente concluirá que su voz evocadora construyó un retrato fiel de su pueblo y de su continente. Por eso era un artista de altos registros.

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