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El jazz y la nueva normalidad

El pianista y periodista cultural nos entrega esta información que parte de su propia experiencia como connotado músico de jazz: la situación es compleja, y nadie puede asegurar que las cosas se compongan de la noche a la mañana…


Alberto Zuckermann


Se acerca el final del año y, con ello, el perfil de la condición próxima del mundo del jazz se va aclarando ante las nuevas circunstancias a que obliga la pandemia que enfrentamos.

En el plano internacional, la mayoría de los festivales de este año —un buen número de ellos realizados en Europa—, si no es que todos, han sido ya cancelados, entre otros Umbria Umbria en Italia, el de Copenhague en Dinamarca, el de Niza en Francia y el de Montreal en la parte francófona de Canadá, todos de gran tradición y formato.

Los clubes de renombre, como el Village Vanguard de Nueva York o el Ronnie Scott de Londres han reabierto con algunas restricciones, como en el cupo y la higiene. Estos meses de paro les han generado pérdidas económicas que harán que los sitios jazzeros no tan acreditados puedan cerrar en definitiva o, de plano, cambiar de giro hacia terrenos más convencionales de la música, sobre todo tomando en cuenta el deterioro en la situación financiera.

Evidentemente la cancelación de giras y las presentaciones han estado a la orden del día desde los primeros días de marzo y hasta esta fecha no se han reanudado, algunas ya incluso trasladadas para 2021.

También han ocurrido varios decesos lamentables de figuras primordiales, como la del trompetista Wallace Roney —quién tomó la estafeta de Miles Davis desde los ochenta— o del pianista Ellis Marsalis —padre de la famosa dinastía— o la del también pianista Mike Longo —a quien escuchamos en México a finales de los sesenta con Dizzy Gillespie.

El horno no está para bollos…

La falta de trabajo ha originado campañas de donación teniendo acceso a algunos materiales en forma virtual o a que algunos intérpretes ofrezcan desde casa recitales o clases con su respectivo pago… y como el horno no está para bollos, no han abundado los clientes para ello, sobre todo porque el pago era en euros o en dólares norteamericanos, además de que el jazz sin público pierde una de sus principales motivaciones y estímulos.

Las vacas sagradas, como Chick Corea o Brad Mehldau, no tendrán gran afectación, porque seguramente cuentan con un buen respaldo. Por cierto, este año Mehldau obtuvo en los premios Grammy el reconocimiento a su grabación: Finding Gabriel, como mejor álbum instrumental; y Corea también, por su trabajo discográfico Spanish heart band como mejor álbum de jazz latino.

Sin embargo, los jóvenes músicos y los no tan famosos no deben de estar pasándola bien, exceptuando a aquellos que han obtenido algún apoyo de su gobierno o de su respectivo Ministerio de Cultura.

Cancelaciones en México

En el plano local, donde de por sí la situación desde antes de la pandemia era difícil, el asunto se ha puesto peor: los lugares donde había alguna oferta de jazz en vivo están, desde mediados de marzo, hibernando. Los ejecutantes que recurrían a dar clases particulares han enfrentado un buen número de cancelaciones, salvo que los alumnos las aceptaran de forma virtual, con las limitaciones que esto depara.

Y a eso habría que agregar la total desprotección en cuanto a la seguridad social, exceptuando los de algún sindicato, ya que no todos proveen esta cláusula. Unos pocos podrán contar con alguna beca o apoyo de un programa, los happy few.

Este año la actividad sólo abarcó dos meses y medio. El festival Eurojazz, que ofrece el Centro Nacional de las Artes anualmente en marzo, no llegó ni a la mitad de su programación. La presentación, el 25 de marzo, del cuarteto de Pat Metheny en el Teatro Metropólitan fue pospuesta hasta el año próximo, tentativamente en el mismo mes. El ciclo New York Jazz, en el Centro Cultural Cantoral de la Sociedad de Autores y Compositores de México, que iniciaría el 28 de ese mismo mes, se vio en la necesidad de ser cancelado hasta nuevo aviso.

El mal llamado Festival de jazz de la Ciudad de México “Neuma”, agendado en abril, que el año pasado ofreció una programación en la que concurrieron otros géneros y no incluyó a figuras mexicanas, se realizó de manera virtual. El ciclo anual de jazz del INBA con grupos y solistas mexicanos, que iba a tener lugar en mayo en varios recintos como la Sala Manuel M. Ponce de Bellas Artes, fue cancelado.

Esfuerzos personales

Los pocos clubes que resistieron el paro están intentando abrir, y aquellos que pensaban entrarle a este “negocio”, ya sea de inicio o por reincidentes, como José Fernández ―que por años tuvo el Jazz Place―, me han dicho que, por el momento, no están en condiciones de hacerlo pues sería muy arriesgado ante las nuevas circunstancias, como el aforo reducido y la crisis pecuniaria que ya se empieza a resentir.  Otros, como Octavio Torres ―dueño del añejo club Nueva Orleans―, han declarado que tal vez ya no reabrirán sus recintos dado este periodo sin ingresos.

Habrá que tener esperanza de que el año próximo la situación en algo pueda mejorar, sobre todo con base en esfuerzos personales ya que, por parte del Estado, con los recortes presupuestales tan notorios en la Cultura, será poco lo que se pueda hacer.

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