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El lado oscuro de la medicina

El 13 de julio [de 2018], en el Congreso de Humanidades Médicas: Pasado y Presente, llevado a cabo en la Facultad de Medicina de la UNAM, esta ponencia fue leída por su autor, prominente profesor en esa casa de estudios y destacado médico divulgador de la ciencia. Sus palabras resonaron ruidosamente en ese ámbito humanista porque no todos dicen las verdades académicas a los cuatro vientos: prefieren la reticencia o el silencio para poder conservar un lugar en la cima.


Si las humanidades están mal construidas caerán en un socavón. Nada garantiza su honor o probidad.

Las Einsatzgruppe, las fuerzas más letales de la SS, las integraban jóvenes con doctorados en humanidades. Crueldad y humanismo van de la mano.

El ser humanista no implica decencia. Uno de los fundadores de la historia de la medicina era nazi. 

Medicina, palabra común que se acomoda mal cuando de su resplandor salen las oscuridades. La creencia de que los médicos son benefactores en esencia se pone en entredicho con los canallas, que abundan, en el ejercicio de la medicina. En estas acechanzas la oscuridad se oculta por detrás de la velocidad de la luz.

“Soportamos más fácilmente la mala conciencia que la mala reputación”, escribió el filósofo alemán Federico Nietzsche, y qué mejor guarida que la de la salud para presentarse como un doctor digno y humanista. Es un buen disfraz para la mala entraña. Lo humano, por instinto, está más próximo a lo morboso y a la muerte, a las deshonras más que a las honras. Así lo señala la biología moderna. Los buenos deseos son metafísica del debería, más que del deber ser.

No hay medicina inhumana

Medicina occidental, científica o biológica, hegemónica, del Imperio, inevitable por cosmopolita. Capitalista, depredadora, opuesta a las creencias nativas en armonía con la naturaleza, cuando la naturaleza humana tradicional se vuelve obsoleta con la innovación y la tecnología.

A pesar de sus detractores, es la única medicina que ha contribuido al aumento de la esperanza de vida, que se puede medir y cuantificar, llevar registro de los aciertos y de los errores. Su eficacia está en la raíz de su palabra: med-, del indoeuropeo “calcular”, “mesurar”. A diferencia de otras medicinas, tiene valor de uso y de cambio en todas las culturas. Es multifuncional y multicultural, lo que no implica que sus agentes sean probos y decentes. Su base es la biología y, como tal, el deber ser de la medicina humanista y sus enseñanzas hoy leva anclas e iza las velas a partir de la biología. La biología es la gnosis contemporánea. Fundamental, mas no fundamentalista, es el núcleo de la medicina con sus ejes humanitarios. No hay medicina inhumana.

La primera competencia de la carrera de médico cirujano empieza con el método científico que acompaña a las ciencias básicas y a la clínica. Competencia es también la puesta al día en las técnicas de la información y de la comunicación, lo que no ocurre en la enseñanza de las humanidades médicas. Se recurre a la adaptación de programas a la tecnología.

No es lo mismo que crearlos específicamente para la enseñanza actual. Se requieren profesionales, desde la redacción hasta la imagen. Creadores, no intérpretes para dar a las humanidades la base de las evidencias. Por ejemplo, tan sólo uno: la farmacología en la medicina tradicional. Es la mercadotecnia del producto completo, no un kilo de setecientos gramos. Si no es así, las humanidades médicas desintegran.

Un historiador moderno, cuando habla del Ihiyotl, entidad anímica, supuestamente en el hígado, hablará también de la anatomía y la fisiología del plexo solar. El medicine man es una noción de la antropología post colonial del siglo XX que usurpa funciones.

Desde Hipócrates se dice que la medicina va a la par con la decencia. Son argumentos falaces. Nadie puede argumentar que los médicos de aquel tiempo hayan sido decentes, como tampoco ocurre hoy en día y aunque el imaginario se cierne sobre la benevolencia, no está ajena la maleficencia. Abundan los ejemplos de la mala conciencia y buen prestigio.

¡Viva la muerte! ¡Abajo la inteligencia!

El doctor Pedro Laín Entralgo, epónimo de la medicina hispanoamericana, fue fundador de la Falange, participó en el golpe de Estado franquista. Fue segundo de Millán Astray, el de “¡Viva la muerte! ¡Abajo la inteligencia!”, en el papel de censor de escritores y secuestrador de bibliotecas. Filogermánico, se desconoce a cuántos intelectuales envió a las mazmorras de Burgos y a las fosas comunes. A la muerte de Franco lo salvó de la cárcel la amnistía de la transición a la democracia y se mostró arrepentido. Es un prócer de la historia de la medicina y un promotor de la ética médica. También un ejemplo de que el humanismo y el fascismo pueden ir hombro con hombro.

El doctor Louis-Ferdinand Celine, personaje con más vergüenza que gloria para la academia francesa, escribió una de las mejores novelas del siglo XX. Era colaboracionista de los nazis y antisemita a rabiar.

Poeta, médico y genocida, Radovan Karadžic ordenó la limpieza étnica y aniquiló a todo aquel que no fuera serbio. Se regocijó con la masacre de Srebrenica en 1995. En su derrota huyó, cambió de aspecto, de nombre y salto a la medicina espiritual en Belgrado. Es un ejemplo de cómo fraternizan el genocidio, la medicina occidental, el gurú sanador 

De aquí surge una de las preguntas de este ensayo: ¿puede un psicópata ejercer y enseñar medicina? ¿Dar clases de ética como la iluminación a las oscuridades de todo ser humano? 

Otra categoría es la de nihilista moral, con la que se puede ir por el mundo sin demasiados problemas. ¿Es Karadzic un psicópata o un nihilista moral?

Es ético enseñar humanidades médicas, pero es inmoral en una carrera de medicina, no integrarla con las historias de las ciencias básicas, la clínica y la biología.

La historia se cuenta a partir del presente, en la escuela de Benedetto Croce, y a partir de los descubrimientos del ADN y la biología computacional, el relato de hoy es ya cosa del futuro. 

La identidad de los Romanov se comprueba con un electroferograma. El origen de la sífilis con polimorfismo genético. También el del genoma del cólera en Londres. También el de un brote de cocoliztli en México, descrito por el Instituto Max Planck.

El futuro alcanza al presente, pero no alcanza para todos. El día a día del futuro está en la innovación para el cambio de la naturaleza humana que se ha vuelto obsoleta. No implica una nueva ética.

El otro lado de Freud

Persona viene del griego prosopon, “máscara”, y la máscara aparece desde los principios de la humanidad a la par de la mentira, un recurso inicial, que de algo serviría, y sirve, para sobrevivir. No hay evidencias de los cambios evolutivos del humano en más de cien mil años. Si es así, la conducta animal, tribal y la esfera cognitiva no han cambiado. El concepto del bien, el mal, y el llamado de la ética, en cualquier idioma, han permanecido sin variaciones. Hay progreso material, político, social, en las artes y en las ciencias, pero no en la entraña de los instintos y emociones de los humanos. La ética es una construcción que prescribe y describe con las mejores intenciones la filosofía de la virtud.

El primer libro de ética médica lo escribió el doctor Thomas Percival en 1803 en Inglaterra. Prescribe que el trabajo infantil no exceda las 12 horas, y que se laven manos y cara. 

Años después el doctor Sigmund Freud se negaba a atender a obreros, desempleados y menesterosos porque no podían pagar la consulta. La supervivencia, además, “les toma demasiado tiempo como para caer en la neurosis”. De la masacre de 1500 obreros socialistas en Viena, en 1934, y de otros obreros ahorcados, responde con indiferencia que no eran “buenos” para el espectro político. También le envió a Mussolini un libro autografiado.

Sus errores médicos, a conciencia, llevaron a la muerte al menos a tres de sus enfermos. Al colega y amigo Ernst Fleischl le recetó inyecciones subcutáneas de cocaína. Escribió un obituario: “Un caro amigo, ya muerto en 1895, apresuró su fin por el abuso de este recurso”. 

A una niña con un tumor abdominal le diagnosticó histeria. Murió, curándose en salud con el argumento de que la histeria fue la que dio origen al tumor.

Con la idea de que la nariz y el sexo se relacionan, Freud trató a Emma Eckstein de una histeria con menstruación abundante y un catarro. Su amigo el doctor Fliess le raspó el interior de la mucosa nasal y empezó a sangrar ahora por la nariz. Freud lo atribuyó a que estaba enamorada de él. Evolucionó con hemorragias y mal olor, un cirujano ajeno encontró metros de gasa putrefacta. 

Freud era histrión, actuaba como parte del tratamiento. “Sólo las personas superficiales no juzgan por las apariencias”: Oscar Wilde. Hipócrates ya dio indicaciones del comportamiento en De la oficina del médico, un manual de urbanidad. Sir Luke Fieldes representa el teatro en su cuadro con el médico con un semblante que denota severidad y sabiduría. Pero, al conceder, se puede interpretar que, siguiendo un precepto hipocrático, piensa en sus honorarios, en cobrar o no. La medicina, la occidental o la alternativa, es capitalista y se rige por la ética financiera. Es parte de la antropología.

Buena parte de la ética descriptiva está anclada en el sistema político y cuando prescribe va a la par con los modos de la economía. Es un manual de atención al cliente.

Obra de Gaspare Traversi.

Empatía e impunidad

El doctor Aureliano Urrutia, gran cirujano, ministro de Gobernación con el golpista Victoriano Huerta, tenía fama de buenos modales con los ricos del régimen. No fue amable cuando instaló casas de tortura para la dictadura y ordenó el asesinato de su colega, el doctor Belisario Domínguez.

El doctor Rafael Moreno Valle, secretario de Salud con Gustavo Díaz Ordaz, tenía un gusto exquisito por la arquitectura. Derrumbó el edificio central del manicomio de La Castañeda. Piedra por piedra fue a dar a los terrenos boscosos de un empresario. Fue cedido más tarde a Los Legionarios de Cristo. La historia de la venta es tan oscura como las historias del manicomio. También en relación con la arquitectura fue el responsable de la construcción del Hospital Juárez en 1968, que se derrumbó en los sismos de 1985. Fue denunciado por la mala calidad de los materiales. No hubo sanción. Como gobernador de Puebla (1969-1972) ordenó a soldados y policías disparar a unos campesinos que protestaban por el despojo de sus tierras: 58 muertos. Impune. El presidente Peña Nieto lo condecoró con el Premio Guillermo Soberón Acevedo por “su talento humano” y fortaleza institucional.

La palabra humanista empieza a circular en el Renacimiento y no denota integridad. Ariosto dice en una sátira: “Pocos humanistas están exentos del vicio de Gomorra y sus tristes habitantes”.

Ahora se emplea a discreción como sinónimo de integridad y honra. Va junto con empatía, aunque el origen de esta palabra es literario. La novelista inglesa Vernon Lee la usó como “el proceso mental por el que se llega a decir que una montaña se levanta en una llanura”. También como una triquiñuela de la escritora para tomar actitudes de sus personajes y transmitirlas al lector. La tradujo con libertad del alemán Einfühlen, “sentirse uno mismo en lo que sea…” sin implicación moral o énfasis sentimental. Es cosa de identidad, con el benefactor o con el canalla, con la piedra o con el animal. Bertold Brecht la deriva en Verfrendung, extrañamiento, alienación, para tomar siempre distancia con el personaje. En el teatro del mundo la empatía es perplejidad y cautela. Es parte de la teoría del humanismo de Brecht. Cuando se abandona la empatía, “se ve al objeto en sí”. En los años veinte la usaron los bailarines para transmitir al público los movimientos de la danza moderna. En los años cincuenta del siglo XX pasa a la psicología que se la apropia como la habilidad para apreciar en otras personas los sentimientos sin comprometerse para emitir juicios de valor que afecten el juicio. Es ponerse en el lugar, por ejemplo, del asesino nazi Reinhard Heydrich, un virtuoso del violín que sufría con las sonatas de Beethoven. Paul Bloom, psicólogo, dice que la palabra empatía es mojigata y sesgada, que hoy importa más una niña atascada en un pozo, que los millones de muertos por la globalización. La empatía es una superstición, es creer lo que se cree que aflige al otro.

“… si usted viese con mis ojos y conociese con mi conocimiento, quizá comprendería mejor”: Conde Drácula

El protocolo Chapman lo usan los médicos verdugos de las prisiones sin objetar conciencia. La empatía la dejan para sus paciente que están vivos.

Enmascaramiento

En el drama de la medicina se usa el recurso cartesiano larvatus prodeo o avanzo enmascarado. “De igual manera que los comediantes llamados a escena se ponen una máscara para que nadie vea el pudor o la impudicia reflejado en su rostro”.

En el drama griego la comedia no es cosa de risa. Su esencia está en negar lo que es cierto. En la tragedia es la voluntad imposible.

Un personaje protagonista de la medicina en el drama es el doctor House. Lo critican los médicos conservadores porque desprestigia al gremio. No se percatan de que se trata del género dramático de la farsa.

La comprensión de la lectura afecta no sólo a los alumnos, también a los profesores: hay un déficit de comprensión de la lectura. La reparación del daño en México tardará treinta años, por lo menos.

No es malo el doctor House, lo es, en la realidad, el médico y antropólogo Daniel Gadjuzec, descubridor en el kuru, y en la enfermedad de las vacas un virus de acción lenta, que resultó en un prion. Recibió el Premio Nobel. También seducía niños del archipiélago de Nueva Guinea para educarlos en Estados Unidos. Fue encarcelado por pedofilia y pornografía infantil. No sirvió su argumento de que practicaba la antropología participativa sobre la libertad sexual de los nativos. Murió como una larva social. En latín, larva es máscara extraña. Una máscara puede ser un vestido, como la bata blanca que también es un fomite.

La inter, multi, trans… culturalidad es una carga que no reditúa a los pueblos originales. La palabra chamán la circuló un antropólogo imperialista y en México, sólo un ejemplo, la mortalidad maternoinfantil es alta, al igual que la desnutrición, el acceso obstruido a la medicina occidental y el letargo político que se abate sobre los pueblos indios. El multiculturalismo trata de alejarse del eurocentrismo cuando ya hay lejanía en el occidente periférico y los indígenas de Latinoamérica están más que apartados de los beneficios de Occidente, y se les quiere reivindicar con prácticas de la tradición ancestral. 

El filósofo Zygmunt Bauman llama líquida a una sociedad cambiante en sus estructuras y el concepto sensible de comunidad no es siempre algo bueno. Tampoco la multiculturalidad.. Slavoj Žižek defiende la intolerancia. Los relativismos culturales llevan al totalitarismo. Hay absolutos determinantes, como el cero absoluto en física, la gravedad, el ADN absoluto en la herencia, el “Mal Absoluto” de los nazis y la sentencia lapidaria de T. W. Adorno: “Después de Auschwitz se acabó la poesía”.

Es ético promover la medicina indígena, pero es inmoral desconocer la farmacodinamia y farmacocinética de sus remedios. Es ético pugnar porque la comida mexicana sea patrimonio intangible de la humanidad, pero es inmoral su deleite en el panorama hambriento del país. El servicio social es ético, pero es inmoral enviar pasantes que desconozcan la historia y el idioma de las comunidades indígenas a las que van. Estos son apenas algunos capítulos de las humanidades médicas. En aras de la pureza original, el general Pol Pot, que estudió literatura en la Sorbona, prohibió la medicina occidental en el Jemer Rojo de Camboya. Hubo más muertos por enfermedades de los que él asesinó.

Los médicos descalzos de Mao Tse Tung se revelaron como un fracaso y un instrumento de la demagogia. Den Xiaoping los desbarató en los años ochenta por ineficaces. Sepultó un anhelo de la contracultura que había abrazado Occidente, aunque todavía no se percata del fracaso. Mao distorsionó la medicina occidental militante de Leo Eloesser y Norman Bethune, entre otros doctores apoyados en la biología para partir a la sociedad. Hoy en China “son una pandilla privada”.

Larga es la lista de los médicos humanistas y canallas, y humanistas en general, humanitarios y vigilantes de la ética. A veces, como en los capítulos del inspector Morse, se confabulan para hundir al colega. Von Helmholtz desacreditó a su paisano Jules Mayer, también médico, descubridor de la primera ley de la termodinámica, por congraciarse con los ingleses y ocupar una cátedra en Oxford. Hundió a su colega en una depresión agónica hasta el manicomio.

Carl von Rokitansky, humanista, patólogo y político, patriarca de la medicina, fulminó a Ignatius Zemmelweis, que terminó en una depresión feroz. Sólo un par de ejemplos del apartheid académico. 

Otro, local, es el de Rolf Meiners, ariete del movimiento médico de 1964, guerrillero, presidiario, combatiente social y apartado de la historia de la medicina. Igual que Plotino Rhodakanaty, médico y anarquista griego que llega a México a mediados del siglo XIX a traer el craneoscopio con una revolución, o Brondo White, artífice de los hospitales en los ferrocarriles de Pancho Villa y la División del Norte.

Publicado originalmente en la revista impresa La Digna Metáfora, enero de 2019. 

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